A día de hoy, ya no nos es desconocido el término microbiota o, por lo menos, nos suena. También se ha escuchado en distintos foros, que dentro de nuestro organismo contenemos del orden de 1014 bacterias vs 1013 células humanas, por lo tanto, habría en nuestro organismo más microorganismos que células humanas. Podríamos decir que los humanos somos “superorganismos”, gobernados en gran parte por los microorganismos que hospedamos.
Llamaremos microbiota a todos los microorganismos que hospedan nuestro organismo, entre los que podemos encontrar bacterias, levaduras y virus (Gérard & Vidal, 2019), localizándose en distintas partes del cuerpo humano.
Dentro de estas distintas ubicaciones y donde más microorganismos vamos a encontrar (90-95% de las bacterias que tenemos en nuestro cuerpo) es en el intestino, y llamaremos microbiota intestinal a los microorganismos que hospedan nuestro intestino y este microbioma, como llamamos al conjunto de todo el ecosistema que conforma nuestra microbiota, es único de cada individuo y además en un mismo individuo puede cambiar a lo largo del tiempo conforme vamos envejeciendo.
La microbiota intestinal se considera un “órgano” con funciones propias en la nutrición, la inmunidad y la inflamación, sobre todo.
La dieta, el ejercicio, las emociones, el tipo de parto, el medio ambiente, la edad, el sexo, medicamentos, tabaco, la propia higiene personal, etc. afectan a la composición de esta microbiota intestinal.
La importancia de la microbiota es alta, dado que tiene funciones que no podríamos llevar a cabo sin ella, como es el caso de:
Al mismo tiempo, alteraciones en la composición de la microbiota, lo que conocemos como disbiosis, llevarían a un estado de salud comprometido, habiéndose encontrado microbiota alterada en enfermedades como la esclerosis múltiple, la obesidad, enfermedad de Crohn, en el espectro autista, desórdenes en el neurodesarrollo, ansiedad y depresión, incluso cáncer, entre otros.
Una microbiota en eubiosis, que es como denominamos a una composición saludable de esta, conducirá a favorecer un buen estado de salud, mientras que una disbiosis, llevará a favorecer un estado de enfermedad.
La diversidad de especies en nuestro interior es enorme, se calcula que en nuestro cuerpo podemos encontrar del orden de 10.000 especies bacterianas distintas. De esta gran diversidad encontrada, tenemos unas pocas bacterias con las que nos llevamos muy bien como son las pertenecientes al género Streptococcus.
El factor más importante, por lo modificable que puede ser y que está al alcance de todos es el tipo de alimentación que se tiene.
Dependiendo del patrón de alimentación que llevemos, podemos favorecer el estado de eubiosis o el de disbiosis. Hoy en día sabemos que un patrón dietético basado en carne favorece al género Bacteroides, mientras que un patrón vegetariano favorece al género Prevotella.
Las dietas occidentales se caracterizan por una alta ingesta de grasas saturadas y ricas en azúcar, sobre todo presentes en alimentos ultraprocesados, que favorecen un estado de disbiosis en el microbioma intestinal. Podríamos decir, por lo tanto, que este tipo de alimentación sería “mala” para nuestra microbiota. En cambio, otras dietas como la dieta mediterránea, la dieta de Okinawa o la dieta Atlántica favorecen una situación de eubiosis y, por lo tanto, saludable.
Tendríamos un tercer concepto, y sería el de simbiótico, el cual hace referencia a aquellos productos que presentan tanto prebióticos como probióticos, al mismo tiempo. En este grupo podemos encontrar ejemplos como el yogur, la leche materna, vegetales fermentados, etc.
Desde mi punto de vista, no podemos decir que un alimento favorezca o perjudique la microbiota, si no que, el conjunto de la dieta es lo que favorecerá o perjudicará esta composición de nuestro microbioma.
Es importante puntualizar que, al igual que si tuviéramos un bosque Mediterráneo y quisiéramos que fuese lo más variado y sostenible, no nos empeñaríamos en plantar especies de los países nórdicos, cuando hablamos de microbiota ocurre algo parecido. No por el hecho de tomar probióticos va a ser mejor.
Los beneficios que ofrece cada probiótico son específicos de cada especie, e incluso cepa. Hoy en día encontramos infinidad de productos como probióticos, pero debemos tener conocimiento de las circunstancias individuales para conocer qué tipo de probiótico va a ser el necesario o eficaz en cada momento para favorecer la salud.
Un microbioma saludable, podría decirse que tiene que estar compuesto por gran variedad de especies y en las proporciones adecuadas de cada una de ellas. Si hay predominancia de unas pocas o hay poca cantidad en general, estaremos ante una situación no saludable.
La salud no es una condición que se consiga mediante una píldora mágica, es fruto de la sinergia de muchos condicionantes, entre los que destaca, por la capacidad que tenemos de modificarla, la dieta. Por lo que, es importante que, por lo menos en cada uno de los momentos vitales de la persona, nos pongamos en manos de un nutricionista para que nos indique cómo alimentarnos de la mejor forma posible de acuerdo a nuestra situación.
Una alimentación adecuada ayudará a conseguir un estado de salud mejor, mientras que una alimentación incorrecta, puede llevar a patologías que podrían haber sido evitadas. También puedes consultar nuestra guía sobre el papel esencial que tiene la educación nutricional.
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