La inflamación es un proceso biológico natural y necesario para el cuerpo, esencial para la reparación de tejidos y la defensa frente a infecciones. Este proceso se activa de forma temporal y localizada cuando el cuerpo detecta una agresión. Sin embargo, cuando la inflamación persiste en el tiempo y se vuelve crónica, puede convertirse en un factor clave en el desarrollo de diversas enfermedades crónicas no transmisibles, como la artritis reumatoide, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y algunos tipos de cáncer.
Este tipo de inflamación crónica de bajo grado tiene un impacto importante en nuestra salud, aunque no suele presentar síntomas. Algunos factores que contribuyen a esta inflamación son el estrés, la obesidad y sobrepeso, fumar, el sedentarismo, la exposición a toxinas ambientales y la alimentación.
Investigaciones científicas señalan el papel de distintos alimentos como estimulantes, reductores o preventivos de procesos inflamatorios. Podríamos, por lo tanto, modular la inflamación a través de una dieta que favorezca la ingestión de alimentos antiinflamatorios y limite aquellos que promuevan la inflamación. Esta estrategia dietética, además de ser eficaz en el tratamiento y prevención de enfermedades puede optimizar la salud a largo plazo y mejorar la salud general.
Frutas y verduras frescas
Fundamentales en una dieta antiinflamatoria por su contenido en antioxidantes, vitaminas, minerales y fibra. No abusar de los zumos y preparar las verduras hervidas, al horno o vapor, evitando los fritos y rebozados.
Grasas saludables
Las grasas saludables, especialmente ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, ayudan a mantener el equilibrio entre los niveles de colesterol y a reducir la inflamación en las arterias y los tejidos.
Cereales integrales.
Fuente de fibra, vitaminas del complejo B y antioxidantes. La fibra puede reducir la inflamación al mejorar la salud del microbioma intestinal y contribuir a mejorar el sistema inmune.
Especias y hierbas
Usadas tradicionalmente en distintas culturas con fines medicinales tienen propiedades antiinflamatorias naturales.
Legumbres
Alimentos clave para reducir la inflamación por ser una fuente excelente de proteína vegetal y fibra.
Frutos secos y semillas
Beneficiosos para reducir la inflamación al ser ricos en grasas saludables, fibra y antioxidantes.
Azúcares añadidos y alimentos ricos en azúcares refinados
El consumo excesivo de azúcares añadidos en la dieta, además de aumentar los niveles de glucosa en sangre y causar resistencia a la insulina, es uno de los principales promotores de la inflamación crónica. Los productos ricos en azúcar a menudo están asociados al sobrepeso y la obesidad que es un estado proinflamatorio per se.
Grasas trans y grasas saturadas
Carbohidratos refinados
Alcohol en exceso
Por su contenido en resveratrol, el consumo moderado de vino tinto presenta algunos efectos beneficiosos. Sin embargo, el consumo excesivo de alcohol está relacionado con un aumento de la inflamación. Daña las células hepáticas, aumenta la permeabilidad intestinal, altera el equilibrio inmunológico y eleva los niveles de citoquinas inflamatorias. Además tiende a elevar los triglicéridos en sangre, lo que contribuye a la inflamación de los vasos sanguíneos y aumenta el riesgo de enfermedades cardiacas.
Alimentos ultraprocesados y con aditivos artificiales
Alimentos ultraprocesados como comidas rápidas, congeladas y precocinadas son ricos en carbohidratos refinados, grasas saturadas, sal, conservantes, colorantes artificiales, aditivos químicos y potenciadores del sabor, todos vinculados a procesos inflamatorios. Consumir frecuentemente este tipo de alimentos supone un mayor riesgo de enfermedades inflamatorias crónicas, incluida la enfermedad cardíaca y el síndrome metabólico.
Los snacks empaquetados (patatas fritas, galletas saladas, barras energéticas) además suelen carecer de fibra y micronutrientes, siendo una opción pobre desde el punto de vista nutricional.
Exceso de carnes rojas
Las más ricas en grasas saturadas como el cerdo, el cordero y algunos cortes de res son fuente de proteínas y minerales como el hierro y el zinc. Su consumo excesivo, en formas procesadas o cocinadas a altas temperaturas pueden promover la inflamación.
Alternativas a la carne roja: para reducir la inflamación, es recomendable sustituir la carne roja por fuentes de proteínas más magras, como el pescado, las aves de corral o proteínas vegetales como las legumbres y los frutos secos.
Realizar una dieta antiinflamatoria es eficaz para prevenir y manejar enfermedades relacionadas con la inflamación crónica. Enfocándonos en alimentos ricos en nutrientes y antioxidantes y evitando los que promueven la inflamación, podemos reducir el riesgo de estas afecciones. Además tendremos una mejor salud digestiva, regularemos los niveles de azúcar en sangre y el sistema inmunológico se equilibrará mejor.
La clave está en que incluya una variedad de alimentos saludables, como frutas y verduras de colores vivos, de la huerta y de cercanía; cereales integrales; con un bajo índice glicémico; grasas saludables, rica en omega 3; sin ultraprocesados ni aditivos; con suficiente densidad nutricional; rica en micronutrientes como vitaminas y minerales y especias y hierbas con propiedades antiinflamatorias.
Conseguiremos así, no solo controlar los procesos inflamatorios, también mejorar nuestro bienestar general, tener más energía, mejorar el estado de ánimo y protegernos frente a enfermedades crónicas. Los cambios en la alimentación no deben de ser medidas temporales, debemos de considerarlos como una forma de cuidar nuestra salud integral, disfrutando del impacto positivo que tiene en nuestro bienestar general y mejora en la calidad de vida.
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