La acumulación de grasa en el hígado es muy frecuente y representa, junto con las hepatitis de origen vírico, la gran mayoría de las enfermedades hepáticas.
La prevalencia mundial oscila entre el 20-30% y se estima que irá en aumento sobre todo por el estilo de vida actual. Esto se explica por el consumo excesivo de comida y alcohol asociado a las costumbres sociales y culturales, factores claves del desarrollo de esta enfermedad.
El hígado graso se caracteriza por el depósito excesivo de ácidos grasos en las células del hígado >5%. Puede presentar diversas formas clínicas, desde situaciones iniciales de la enfermedad como la esteatosis simple (acumulo de grasa), a una inflamación del tejido hepático como es la hepatitis. Esta última forma conlleva un aumento del riesgo de desarrollar cirrosis y cáncer de hígado.
Se clasifican principalmente en hígado graso alcohólico (HGA) y no alcohólico (HGNA).
La combinación de obesidad y consumo de alcohol puede tener efectos sinérgicos en el desarrollo de enfermedad hepática.
La enfermedad por hígado graso no alcohólico (EHGNA) es la patología hepática más frecuente, con una prevalencia que algunos estudios sitúan en torno al 20-30% de la población general en Europa y del 25% en España.
Por contra en el caso de la enfermedad hepática alcohólica (EHA) las cifras estimadas son mucho menores, en torno al 2% de la población general en Europa, incluyendo a España. Aún así, es la causa más frecuente de enfermedad hepática avanzada y cirrosis, que cursa con una elevada mortalidad.
El HGA se produce por la ingestión excesiva de alcohol. Cuando el hígado ve superada su capacidad depuradora por una cantidad excesiva de alcohol y esta situación se prolonga en el tiempo, se producen lesiones. Estas se deben básicamente a la acumulación de tóxicos y aumento de la oxidación en las células hepáticas.
En general, la cantidad de alcohol consumida (cuánto, con qué frecuencia y durante cuánto tiempo) determina el riesgo y la gravedad de la lesión del hígado.
En el caso del HGNA existe una estrecha relación entre el incremento de la incidencia de la obesidad a nivel mundial, consecuencia de una dieta rica en calorías y grasas saturadas y el incremento en la prevalencia de la EHGNA presentando tasas de prevalencia que superan el 50 % entre la población con obesidad, el 70% entre aquellas personas con diabetes y más del 80% en personas con síndrome metabólico (conjunción de obesidad, resistencia a la insulina, dislipidemias).
El mecanismo fundamental parece ser un defecto en la acción de la insulina sobre el metabolismo de las grasas y carbohidratos (“resistencia a la insulina”), por lo que estas se acumulan en exceso en el hígado, dando lugar a la lesión de tipo 1 o “esteatosis simple”. Se cree que la grasa acumulada en el hígado es la que provoca una serie de “reacciones de oxidación”, cuya consecuencia final es la aparición de inflamación y cicatrices (lesión de tipo 2 o “esteatohepatitis”). Si las cicatrices ocupan la mayor parte del hígado, es cuando el enfermo tiene la lesión más grave, la tipo 3 o “cirrosis”.
Sin duda la incorrecta alimentación es uno de los factores más importantes del desarrollo y progresión del hígado graso no alcohólico. En general, la dieta occidental que seguimos en la actualidad, con una alta densidad energética, rica en productos procesados que aportan grasas -trans, saturadas y colesterol, así como la presencia de bebidas azucaradas ricas en fructosa incrementa la adiposidad visceral y estimula la acumulación hepática de grasas y la consiguiente progresión de la enfermedad.
De forma resumida, podemos decir que existen tres enfermedades del hígado: la esteatosis hepática, la hepatitis y la cirrosis.
Recordar como anteriormente dijimos que las formas más severas de esta enfermedad suelen desarrollarse con mayor frecuencia por el abuso del alcohol, es decir, al hígado graso alcohólico.
El tratamiento fundamental en enfermedad hepática alcohólica es la abstinencia del alcohol. De hecho, si se deja de beber se aumenta la supervivencia de forma significativa. En las fases iniciales de la afectación hepática, el hígado se puede recuperar en su totalidad en muchos casos; en fases más avanzadas (cirrosis) se mejora la función del hígado, se impide su progresión y disminuyen las complicaciones.
La adicción al alcohol a menudo requiere intervención psicológica y apoyo emocional. Los programas de rehabilitación y el asesoramiento pueden ayudar a los pacientes a mantener la abstinencia. Se ha observado que en muchos casos graves existe deshidratación y desnutrición. Una hidratación y alimentación adecuada puede mejorar notablemente el estado general del enfermo. Los pacientes con EHA pueden necesitar suplementos nutricionales (sobre todo aminoácidos , vitaminas B y K).
En algunos pacientes puede ser necesario emplear otros tratamientos e incluso realizar un trasplante hepático cuando la enfermedad continúa progresando a pesar de la abstinencia.
En el caso de la EHNA las modificaciones en la dieta y el estilo de vida son el pilar de tratamiento fundamental de esta enfermedad.
En general la mayoría de pacientes con HGNA presentan sobrepeso/obesidad . Existe un amplio consenso sobre que la pérdida de peso es el factor más determinante en la mejoría de la EHGNA y apuntan a que es necesario un descenso de al menos un 7%.
Desde el SEEN (Sociedad Española Endocrinología y Nutrición) se recomienda una pérdida del 7% o más en los primeros 6 meses a un ritmo de 0,5-1 Kg por semana. Una pérdida ponderal demasiado rápida podría movilizar los ácidos grasos del tejido adiposo al hígado y empeorar la esteatosis.
Se ha demostrado que cualquier tipo de dieta que logre reducción del peso corporal tendrá efectos beneficiosos. No obstante, además de la restricción calórica, es necesario tener en cuenta determinados componentes cualitativos de la dieta que también pueden influir sobre el depósito de grasas en el hígado como:
Por ello se recomienda que la dieta sea:
Diversos estudios apuntan a que la dieta mediterránea logra mayor reducción de grasa hepática, respecto a otras, precisamente porque reúne estas características.
Existen estudios que demuestran un efecto beneficioso de la actividad física independientemente de los cambios en el peso corporal.
Una revisión sistemática concluyó que tanto el ejercicio aeróbico como el de resistencia son eficaces en reducir la esteatosis. Se considera necesario como mínimo unos 40-45 min de ejercicio, 3 veces por semana. Si tienes alguna duda o necesita ayuda puedes pedir cita con un nutricionista.
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