La enfermedad por hígado graso no alcohólico (EHGNA) es la patología hepática más frecuente, con una prevalencia que algunos estudios sitúan en torno al 20-30% de la población general en Europa y del 25% en España.
El hígado graso no alcohólico (HGNA) se caracteriza por el depósito excesivo de ácidos grasos en las células del hígado >5% , sin ser el consumo de alcohol su causa principal (consumo de alcohol inferior a 30g/día). Puede presentar diversas formas clínicas, desde situaciones iniciales de la enfermedad como la esteatosis simple (acumulo de grasa), a una inflamación del tejido hepático como es la esteatohepatitis no alcohólica. Esta última forma conlleva un aumento del riesgo de desarrollar cirrosis y cáncer de hígado
Existe una estrecha relación entre el incremento de la incidencia de la obesidad a nivel mundial, consecuencia de una dieta rica en calorías y grasas saturadas y el incremento en la prevalencia de la EHGNA presentando tasas de prevalencia que superan el 50 % entre la población con obesidad, el 70% entre aquellas personas con diabetes y más del 80% en personas con síndrome metabólico (conjunción de obesidad, resistencia a la insulina, dislipidemias).
Como anteriormente se ha mencionado la obesidad y el síndrome metabólico (hiperglucemia, dislipidemia e hipertensión) son los que más influyen en su aparición.
El mecanismo fundamental parece ser un defecto en la acción de la insulina sobre el metabolismo de las grasas y carbohidratos (“resistencia a la insulina”), por lo que estas se acumulan en exceso en el hígado, dando lugar a la lesión de tipo 1 o “esteatosis simple”. Se cree que la grasa acumulada en el hígado es la que provoca una serie de “reacciones de oxidación”, cuya consecuencia final es la aparición de inflamación y cicatrices (lesión de tipo 2 o “esteatohepatitis”). Si las cicatrices ocupan la mayor parte del hígado, es cuando el enfermo tiene la lesión más grave, la tipo 3 o “cirrosis”.
Sin duda la incorrecta alimentación es uno de los factores más importantes del desarrollo y progresión del hígado graso no alcohólico. En general, la dieta occidental que seguimos en la actualidad, con una alta densidad energética, rica en productos procesados que aportan grasas -trans, saturadas y colesterol, así como la presencia de bebidas azucaradas ricas en fructosa incrementa la adiposidad visceral y estimula la acumulación hepática de grasas y la consiguiente progresión de la enfermedad.
Existe una relación consistente entre indicadores de adiposidad y el HGNA. En la mayoría de estudios evaluaron el IMC y la circunferencia de cintura como indicador de riesgo para desarrollar HGNA, observándose un riesgo consistente entre la circunferencia de cintura y el IMC con el HGNA.
Todos los estudios demuestran que el exceso de grasa, en especial grasa visceral puede relacionarse directamente con una mayor prevalencia de hígado graso. Todo el espectro de la obesidad, desde el sobrepeso hasta la obesidad mórbida, se asocian con HGNA y se considera un determinante de mal pronóstico. En obesidad mórbida la prevalencia de HGNA es superior al 80%.
En conclusión, se observa una relación consistente entre los indicadores de adiposidad y el HGNA.
Las modificaciones en la dieta y el estilo de vida son el pilar de tratamiento fundamental de esta enfermedad.
En general la mayoría de pacientes con HGNA presentan sobrepeso/obesidad. Existe un amplio consenso sobre que la pérdida de peso es el factor más determinante en la mejoría de la EHGNA y apuntan a que es necesario un descenso de al menos un 7%. Desde el SEEN se recomienda una pérdida del 7% o más en los primeros 6 meses a un ritmo de 0,5-1 Kg por semana. Una pérdida ponderal demasiado rápida podría movilizar los ácidos grasos del tejido adiposo al hígado y empeorar la esteatosis.
Se ha demostrado que cualquier tipo de dieta que logre reducción del peso corporal tendrá efectos beneficiosos. No obstante, además de la restricción calórica, es necesario tener en cuenta determinados componentes cualitativos de la dieta que también pueden influir sobre el depósito de grasas en el hígado como: las grasas saturadas y trans tienen una estrecha relación con el desarrollo del hígado graso y otras patologías metabólicas, por contra, las dietas ricas en grasas insaturadas, en especial monoinsaturadas tienen un efecto beneficioso.
Las dietas con un elevado índice glucémico y los alimentos ricos en azúcares en especial fructosa, como las bebidas azucaradas, aumentan la acumulación de grasa hepática. Por ello se recomienda que la dieta sea:
Diversos estudios apuntan a que la dieta mediterránea logra mayor reducción de grasa hepática, respecto a otras, precisamente porque reúne estas características.
Existen estudios que demuestran un efecto beneficioso de la actividad física independientemente de los cambios en el peso corporal. Una revisión sistemática concluyó que tanto el ejercicio aeróbico como el de resistencia son eficaces en reducir la esteatosis. Se considera necesario como mínimo unos 40-45 min de ejercicio, 3 veces por semana. Puedes pedir cita con un nutricionista y resolver todas tus dudas.
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