Las arritmias cardíacas son los trastornos del ritmo cardíaco y se deben a anomalías del sistema “eléctrico” del corazón. Son muy frecuentes y algunas de ellas, como la fibrilación auricular, puede afectar a más del 2% de la población, lo que significa que en España al menos 1 millón de personas la padece.
La arritmias clásicamente se pueden clasificar en dos tipos: taquiarritmias o taquicardias, que son arritmias en las que hay más latidos cardíacos de lo normal (más de 100 latidos por minuto o lpm), y bradiarritmias o bradicardias, en las que hay menos latidos de lo normal (menos de 60 lpm).
Las bradicardias se tratan, cuando es necesario, con la implantación de un marcapasos que reemplace los latidos cardíacos que faltan. Para tratar las taquicardias, en cambio, existen otros tratamientos que varían desde los fármacos antiarrítmicos, los desfibriladores o la ablación con catéter.
La ablación con catéter fue un tratamiento revolucionario cuando se descubrió, allá en los años 80, y desde entonces no ha parado de mejorar y progresar hasta convertirse en el de elección para la mayoría de las taquicardias. En el año 2022 se realizaron en España más de 23.000 ablaciones con catéter que contrastan con las 4.374 que se realizaron en 2001, año que se empezaron a contabilizar estos procedimientos en el país por la Sociedad Española de Cardiología.
La ablación (“eliminación”) consiste en introducir un catéter (una especie de tubo sólido delgado y largo) en el corazón. Para llevarlo allí es necesario introducir la punta por una vena o arteria fácilmente accesible (generalmente la femoral a nivel de la ingle derecha) y progresarlo por ella como si fuera por un tubo o canalización hasta el propio corazón.
Una vez allí la punta se puede dirigir (flexionar, rotar, etc) con un mando situado en el otro extremo del catéter, el opuesto a la punta, y que maneja desde fuera del cuerpo el cardiólogo especialista (electrofisiólogo). De esta forma, el cardiólogo intenta llevar la punta del catéter al punto que está originando las taquicardias. Una vez situada sobre él, la punta se puede calentar (pasando una corriente eléctrica, conocida como radiofrecuencia, que es indolora pero calienta el tejido cardiaco adyacente a la punta) o enfriar (pasando un refrigerante por el interior del catéter o crioablación) de forma que logra destruir o cauterizar las células cardiacas que están generando la taquicardia.
En otras ocasiones, en la punta hay un globo que se puede hinchar, apoyar sobre los orificios de las venas cardiacas (en general de las venas pulmonares) que entra en el corazón y enfriarlo o calentarlo para conseguir que la vena deje de transmitir la electricidad cardiaca (aislamiento) y de esa forma eliminar la arritmia.
El objetivo de la ablación es la curación definitiva de la arritmia con un procedimiento mínimamente invasivo y de bajo riesgo. Esto contrasta con los medicamentos antiarrítmicos que no persiguen ni llevan a la curación y que básicamente intentan mejorar al paciente disminuyendo el número de episodios de arritmias. En el pasado también se contemplaba la cirugía de arritmias pero, al ser un procedimiento cruento, prácticamente ha quedado relegada para casos desesperados en los que no existen otras alternativas.
Fundamentalmente con ablación se tratan taquiarritmias siendo las más habitualmente tratadas con ella:
La ablación es un procedimiento relativamente sencillo hoy en día. El paciente puede ingresar directamente en la sala de electrofisiología de forma programada, sin que sean habitualmente necesarias pruebas o exploraciones previas más allá de las comunes en cardiología. Una vez allí, el paciente se tumba en la mesa de exploraciones y se le anestesia la ingle de forma local.
Habitualmente se usa también algún grado de sedación, que puede ser más o menos profunda o incluso de anestesia general, dependiendo de la arritmia a tratar y la duración estimada del procedimiento. Tras esto, se introducen 1 o más catéteres por vasos sanguíneos (habitualmente la vena femoral de la ingle derecha) y se llevan al corazón. La mayoría de estos catéteres tienen unos anillos de platino (electrodos) cerca de su punta y conectados con el exterior que sirven para monitorizar la actividad eléctrica de las distintas cavidades cardiacas y para introducir pequeños impulsos eléctricos, que permiten estudiar el funcionamiento eléctrico del corazón y provocar y terminar taquicardias. La primera parte del procedimiento de ablación suele ser diagnóstica y vale para establecer con seguridad cuál es el problema arrítmico del paciente y cuál va a ser el objetivo de la ablación.
Tras esta fase inicial diagnóstica, se pasa, si el paciente está de acuerdo en ello y según los resultados previos, a la parte terapéutica o ablación propiamente dicha. Dependiendo del tipo de arritmia, esta puede implicar un procedimiento relativamente largo de tratar de ubicar (mapeo) donde se encuentra el punto responsable de la arritmia y que debe ser ablacionado. En cambio, para otras arritmias, una vez comprobado su diagnóstico, el punto está habitualmente siempre en el mismo sitio y no es necesaria esta fase de mapeo.
La movilización del catéter de ablación se realiza guiada mediante rayos X, aunque en algunos procedimientos se pueden complementar estos con la utilización de sistemas computerizados que representan al catéter y al corazón en un ordenador de forma 3D (navegadores). Finalmente, una vez llevado la punta del catéter al punto objetivo de ablación, se libera la energía (corriente de radiofrecuencia, frío u otras) para su eliminación. Esto suele ser indoloro e inadvertido para el paciente.
El procedimiento tiene una duración total variable (45 a 240 min) según la complejidad de la arritmia y del paciente y, tras el mismo, este suele pasar a su habitación del hospital y, en la mayoría de los casos, ser dado de alta ese mismo día o en menos de 24 horas. Posteriormente, no existe un periodo postoperatorio o de recuperación especial, salvo el prudencial de evitar ejercicio físico unos días y alguna otra medida medicamentosa o menor. No requiere retirada de puntos ni rehabilitación. La reincorporación laboral puede ser a las 24-72 horas dependiendo del tipo de trabajo.
La principal ventaja de la ablación, como ya se ha mencionado, es la curación o eliminación definitiva de la arritmia, lo cual se consigue en el 78% al 99% de los pacientes, dependiendo del tipo de arritmia y de la experiencia del operador. Esta eficacia contrasta con la de los fármacos antiarrítmicos cuya eficacia suele variar entre el 50% y el 70%, nuevamente dependiendo del tipo de arritmia y del paciente. Por otro lado, los estudios más recientes están mostrando que la ablación puede mejorar el pronóstico y supervivencia de los pacientes, especialmente de los que se encuentran más graves, algo que prácticamente ningún estudio ha logrado con fármacos antiarrítmicos.
Al ser un procedimiento invasivo, la ablación no está libre de riesgos, como cualquier otro tratamiento en medicina. Sin embargo, las complicaciones son habitualmente no letales, sin secuelas y raras. En este sentido el riesgo de ellas es del 0.5% para los procedimientos sencillos y en torno al 3% para los más complejos, habitualmente en forma de sangrados en el punto de punción y entre el corazón y la membrana que lo recubre (derrame pericárdico).
Se han descrito complicaciones más graves e incluso letales pero hoy en día son excepcionales y con una frecuencia menor a 1 cada mil pacientes en la mayoría de arritmias. Por otro lado, los fármacos antiarrítmicos tampoco están libres de efectos secundarios y complicaciones que, a diferencia de la ablación, se van acumulando a lo largo de todo el tiempo de tratamiento, habitualmente planificado para toda la vida del paciente.
Todas las técnicas actuales han mostrado resultados similares en eficacia y seguridad cuando se han comparado en estudios que las enfrentaban unas contra otras. En cierto modo, esto es lógico porque de otra forma las técnicas menos eficaces o seguras hubieran desaparecido de la práctica habitual, como de hecho ha sido el caso en el pasado con algunas de ellas tras sus resultados iniciales.
Lo que sí existen son diferencias en aspectos adicionales del procedimiento (menos tiempo procedimiento con algunas, más radiación con otras, etc) y en la dependencia que tienen de la experiencia del operador. En general las técnicas punto a punto (radiofrecuencia) requieren más experiencia del operador pero ofrecen más versatilidad para tratar diferentes tipos de arritmias o para completar el procedimiento.
En algunas arritmias muy especiales puede ser recomendable utilizar alguna técnica especial (crioablación focal) por los riesgos de la zona a tratar a pesar de sacrificar parte de la eficacia con ella. Por lo tanto, la elección de una u otra está más en relación con la preferencia y experiencia del operador que con otras razones.
La ablación con catéter se ha desarrollado y mejorado mucho a lo largo de sus más de 30 años de evolución y actualmente es el tratamiento de primera elección para la mayoría de arritmias por exceso de latidos (taquiarritmias). Estos resultados son la consecuencia de la evolución del material y aparataje pero, especialmente, de la mayor experiencia de los operadores. La elevada eficacia, sus riesgos reducidos y que el procedimiento actualmente se pueda hacer de forma prácticamente ambulatoria, explican la demanda creciente por él y que ésta se vaya incrementar drásticamente en los próximos años según todas la previsiones.
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