El trastorno del espectro del autismo (TEA) es un trastorno del neurodesarrollo que aparece en la primera infancia y acompaña a la persona a lo largo de su vida. Aunque se desconoce su etiología, el componente genético está ampliamente aceptado unido a factores ambientales y epigenéticos. Según los estudios analizados, se estima una prevalencia aproximada del 1% y una proporción de 1:4 a favor de los hombres. No obstante, cada año se observa una mayor detección de casos de niñas con este diagnóstico, las cuales han sido históricamente menos diagnósticas (Narbona, 2023).
Las características del TEA pueden evidenciarse cuando empiezan a desarrollarse algunas funciones psicológicas superiores, como la comunicación, el lenguaje, la comprensión de la mente de los demás (TOM) o la flexibilidad cognitiva. El TEA puede estar acompañado o no, de trastornos del lenguaje o de discapacidad intelectual. A su vez, existen diferentes niveles de severidad de este trastorno:
Según el DSM-V (APA), los criterios diagnósticos para el TEA son los siguientes:
A. Deficiencias persistentes en la comunicación social y en la interacción social en diversos contextos, manifestado por lo siguiente:
B. Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades, que se manifiestan en dos o más de los siguientes puntos:
La evaluación del TEA es ciertamente compleja ya que no existen marcadores biológicos ni prueba inequívoca que demuestre (o no) su presencia (Narbona, 2023). El diagnóstico debe de ser multidisciplinar y basado en una completa exploración e historia del/la niño/a y aplicando pruebas o instrumentos que puedan ayudarnos durante el diagnóstico.
De forma general, cuanto antes se intervenga en el TEA, mejor será el pronóstico y el tratamiento. Muy probablemente, muchas personas llegan a la edad adulta sin haber sido diagnosticadas, sobre todo, aquéllas que no tienen discapacidad intelectual.
Algunas señales que pueden requerir una exploración más detallada, según la Confederación de Autismo España, son las siguientes, si bien, no sirven de manera aislada para efectuar un diagnóstico. Como ya se ha señalado, el diagnóstico clínico debe ser efectuado por profesionales altamente especializados (pediatras, psicólogos clínicos…) y teniendo en cuenta diferentes factores y circunstancias.
Así mismo, el CDC (Centro para el control y prevención de enfermedades. EEUU), destaca las siguientes señales:
Ante la sospecha de TEA, se recomienda consultar con un psicólogo quien podrá orientarte en el diagnóstico. Estos criterios, de forma aislada, no indican la existencia de un trastorno del espectro autista. Deben ser comentados para alertar a los profesionales de que existe un riesgo y en caso necesario, efectuar las pruebas oportunas.
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