En latín, la expresión utilizada para referirse al proceso de duelo es “luctus” luto. “Luctus” significa “dolor” o “aflicción”.
Un duelo es un proceso de aflicción y dolor emocional que experimenta una persona después de la pérdida de alguien o algo significativo en su vida. Por lo general, se asocia con la muerte de un ser querido, pero también puede aplicarse a otras situaciones de pérdida, como la ruptura de una relación, la pérdida de un trabajo o cualquier otra experiencia dolorosa.
Fue Sigmund Freud en 1915 el primero en escribir este proceso como un “trabajo” que debe realizar el sujeto para adaptarse a la realidad y aceptar la “pérdida del objeto amado”, señalando que se trata de un proceso de confrontación y negociación con la realidad que permitirá encontrar nuevos “objetos de amor”.
Una situación traumática (tradicionalmente la pérdida de un ser querido) produce a la persona que la sufre una ruptura del edificio interno de creencias nucleares acerca de la vida y acerca de ella misma. El proceso de recuperación implica necesariamente la reconstrucción de este mundo interno. Este desmantelamiento y posterior construcción conllevan un dolor emocional necesario, cuya sintomatología asociada señala los esfuerzos de reestructuración y, por tanto, puede verse como adaptativa. Esta reestructuración implica la creación de nuevos significados o esquemas mentales más amplios, más maduros (Alba Payás 2010).
Existen diferentes modelos de pena y duelo que también deben tenerse en cuenta, en este artículo nombraremos dos: el Modelo de Colin Murray Parkes y el modelo de Elisabeth Kübler que suele considerarse este último como uno de los más reconocidos.
Basándose en la teoría del apego de Bowlby, el psiquiatra británico Colin Murray Parkes creó un modelo de dolor que propone cuatro etapas de duelo tras la muerte de un ser querido:
Shock y aturdimiento: durante esta etapa, es difícil aceptar una pérdida. Al intentar afrontar nuestros sentimientos, nos sentimos abrumados. Según Parkes, este periodo también está marcado por la angustia física, que puede dar lugar a síntomas somáticos o físicos.
Anhelar y buscar: durante esta etapa de duelo, podemos empezar a buscar consuelo para llenar el vacío que ha dejado la muerte de nuestro ser querido. Buscando señales de la persona para sentirnos vinculados a ella y recreando recuerdos a través de imágenes, podemos conseguirlo. Durante esta etapa, nos preocupamos enormemente por la persona perdida.
Desesperación y desorden: durante esta etapa, podemos encontrarnos dudosos e iracundos. Cuando aceptamos la realidad de que un ser querido no va a volver, puede ser difícil comprender o mantener el optimismo para el futuro. Durante esta etapa del proceso de duelo, podríamos sentirnos un poco sin rumbo y alejarnos de otras personas para procesar nuestro dolor.
Recuperación y reorganización: durante esta etapa, tenemos más confianza en la capacidad de sanar nuestro corazón y nuestra mente. El dolor o la añoranza por nuestro ser querido no desaparece. Sin embargo, encontramos pequeños métodos para restablecer un mínimo de normalidad en nuestra vida cotidiana, mientras trabajamos para sanar y restablecer las relaciones con las personas para obtener apoyo.
Las etapas del duelo, también conocidas como el modelo de las cinco etapas del duelo, fueron propuestas por Elisabeth Kübler-Ross en 1969 para describir las emociones y reacciones que experimentan las personas que enfrentan una enfermedad terminal. Estas etapas no están limitadas exclusivamente a situaciones de pérdida por muerte, sino que también pueden aplicarse a otras formas de pérdida significativa, como el divorcio, la pérdida de un trabajo o cualquier otra situación que cause un profundo impacto emocional. Las etapas del duelo son las siguientes:
Negación: es la primera reacción frente a la noticia de la pérdida. La persona puede negar o rechazar la realidad de lo ocurrido, buscando protegerse del dolor emocional abrumador. Puede manifestarse mediante frases como “Esto no puede estar pasando” o “No puede ser verdad”.
Ira: a medida que la negación comienza a desvanecerse, la persona puede experimentar sentimientos de ira, rabia o frustración. Puede dirigir su enojo hacia sí misma, hacia otras personas, hacia el fallecido o hacia el mundo en general. Es una reacción natural y puede manifestarse en forma de resentimiento, enojo descontrolado o incluso violencia verbal.
Negociación: en esta etapa, la persona intenta hacer acuerdos o negociaciones para tratar de revertir la situación o buscar una solución. Puede tratar de encontrar formas de evitar o retrasar la pérdida, a menudo recurriendo a la religión o la espiritualidad. Se caracteriza por frases como “Si solo pudiera haber hecho algo diferente” o “Prometo cambiar si esto se va”.
Depresión: es común que la persona experimente sentimientos de tristeza profunda, desesperanza y desesperación. La realidad de la pérdida se vuelve más clara y puede llevar a un estado de tristeza prolongada. Puede manifestarse a través de llanto, aislamiento social, falta de energía y cambios en el apetito o el sueño.
Aceptación: esta etapa no significa necesariamente que la persona se sienta feliz o esté completamente libre de dolor. Sin embargo, es una etapa en la que la persona comienza a aceptar la realidad de la pérdida y encuentra la manera de vivir con ella. Se alcanza un nivel de paz y se logra una adaptación a la nueva situación. No implica olvidar a la persona o el evento, sino más bien integrar la experiencia de pérdida en la vida de uno mismo.
Es importante tener en cuenta que las etapas del duelo no son lineales ni se experimentan de la misma manera por todas las personas. Algunas personas pueden pasar rápidamente por las etapas, mientras que otras pueden quedarse más tiempo en una etapa particular o experimentarlas en un orden diferente. El proceso de duelo es altamente individual y puede variar según la persona y la situación.
El proceso de duelo es altamente individual y no hay una línea de tiempo establecida para cerrarlo. La duración del duelo puede variar significativamente según la persona y las circunstancias de la pérdida, el tiempo es diferente si la pérdida está vinculada a lo laboral, a una desconexión de identidad, a una ruptura de pareja, a una enfermedad, a lo económico, o una pérdida de un ser querido.
Por lo tanto, una persona puede pasar por las etapas rápidamente -en unas semanas, por ejemplo- mientras que otra puede tardar meses o incluso años en hacerlo. Es muy natural que la persona pase por estas etapas en el tiempo que lo haga.
El proceso de duelo es una respuesta natural y emocional a la pérdida de algo o alguien significativo en nuestras vidas. Puede ser la pérdida de un ser querido, la pérdida de una relación, la pérdida de un trabajo o incluso la pérdida de una mascota. El duelo es una experiencia única para cada persona y no hay una forma “correcta” de atravesarlo, ya que todos lidiamos con el dolor de manera diferente.
El proceso de duelo generalmente se divide en varias etapas o fases, aunque es importante tener en cuenta que estas etapas no son lineales ni se experimentan en el mismo orden por todas las personas. Algunas personas pueden pasar más tiempo en una etapa que en otra, y algunas pueden experimentar varias etapas al mismo tiempo.
El psicólogo, acompaña al paciente durante el proceso de duelo, brindándole un espacio seguro para expresar sus emociones y ayudándolo a comprender y aceptar su experiencia. Trabajan juntos para identificar las emociones, encontrar formas saludables de manejar el dolor, establecer redes de apoyo y construir un camino hacia la recuperación y la adaptación a la vida después de la pérdida. Si quieres saber más sobre el duelo puedes consultar nuestra guía para poder sanar y crecer tras el duelo.
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