Hacer una buena evaluación psicológica es imprescindible, ya que sin ella andaríamos perdidos y, como se dice coloquialmente, estaríamos “dando palos de ciego”. Por supuesto, esto no es nada conveniente, porque así incluso se podrían hacer cosas que durante el tratamiento podrían ser perniciosas para el paciente. Según Laura E. Aragón Borja, psicóloga de México, con larga experiencia en investigación: “La evaluación psicológica es, además de una rama de la psicología, una disciplina científica en sí misma con objetivos básicos y de investigación, dedicada a la exploración y análisis científico de la conducta humana, cuya meta última es la toma de decisiones para la intervención”.
La evaluación psicológica tiene la finalidad de recopilar toda la información que pueda ser importante para analizar el problema que el paciente nos trae a consulta. Consiste primero en hacer una entrevista preliminar que puede ser estructurada (respuestas más cerradas) o semi-estructurada (respuestas más abiertas) para saber ante todo qué tipo de problemática podría estar presentando, consintiendo así una primera hipótesis de trabajo. Según la Unidad de Evaluación Psicológica (UEPI) de la Universidad Nacional Autónoma de México, “Un aspecto fundamental de la entrevista inicial es determinar una relación interpersonal que permita el flujo de la experiencia de la persona, no sólo para que proporcione información que facilite obtener un diagnóstico, sino también para que sea útil a la persona o usuario comenzar, desde ese momento o solucionar el conflicto que la hace acudir a consulta”. El consultante nos va a explicar en su lenguaje y con una interpretación propia, que se puede ajustar al problema real o no. Es tarea del psicólogo traducir eso que nos dice la persona a términos clínicos con los que se pueda trabajar. Desde los modelos de psicoterapia que tienen más evidencia se utiliza el análisis funcional de la conducta. que está basado en los principios de aprendizaje.
Es una herramienta muy útil en cuanto a que, como indica su nombre, es más funcional que descriptivo respecto a lo que está ocurriendo, nos dice el porqué y el para qué manifiesta cierto tipo de comportamientos el consultante. Aunque se intenta indagar en el origen de las conductas problema, se centra en el presente, en cuáles son los antecedentes y consecuentes que están manteniendo las “Conductas problema”. Es decir: el psicólogo tiene que tener una formulación de caso, según el modelo de psicoterapia con el que vaya a actuar, con el que pueda intervenir de una forma eficaz.
Con esta primera hipótesis vamos a orientar al paciente a que haga registros de las “conductas problema” para determinar con más precisión qué elementos la están manteniendo y así intentar cambiar lo que sea necesario para que la persona adquiera comportamientos más adaptativos. Aquí también se tienen en cuenta pensamientos y emociones que pudieran ser relevantes. También se pueden pasar tests psicométricos, dependiendo de esta primera hipótesis, en el caso de que se crea que la persona puede tener un trastorno de depresión, ansiedad u otro tipo de problema psicológico.
Nunca hay que perder de vista que trabajamos con hipótesis y que, cuando en el tratamiento no estemos avanzando, a lo mejor tenemos que volver a replantear el problema.
Cuanto más precisa y acertada sea la evaluación, más idóneo será el tratamiento. Esto hace que al final el coste de tiempo y económico sea menor. En definitiva, tenemos que tener claro cuáles son los comportamientos que se tienen que cambiar y cuáles serían más adaptativos. Una buena valoración nos ayuda a conocer mejor el contexto de la persona, cómo este puede estar influyendo y a marcar objetivos terapéuticos. Detectar los criterios de éxito en la terapia resulta muy útil para saber si estamos avanzando o no. Esto último es consensuado con la persona.
Sin una buena evaluación va a ser muy difícil que haya una buena intervención, ya que si no se acierta con las variables que mantienen el problema va a ser altamente improbable que se produzcan cambios que constituyan un avance real. Para ello es fundamental que haya una buena elección de conductas problemáticas. Además, conviene definir bien, de forma que nos sirva para intervenir, aquellas adaptativas que se intenta implementar en la vida del consultante, así como los métodos que vamos a utilizar.
En otras palabras: es preciso ser sistemáticos. Para ello trataremos de ser claros y concretos y no quedarnos con las etiquetas, como por ejemplo decir que tiene un trastorno de ansiedad y trabajar únicamente sobre eso. Al contrario: hay que hacer un estudio más idiosincrásico; cada persona es más que su problema psicológico y tendrá particularidades propias, lo que exige poner el foco en la historia vital de cada consultante: lo que está pasando no viene de la nada y los factores biológicos pueden influir, pero no van a ser determinantes. Cuanto más precisos seamos mejor podremos saber si estamos teniendo éxito y, si no, replantear la hipótesis original. No dudes en hablar y pedir cita con un psicólogo para que pueda ayudarte.
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