Las rabietas o berrinches se consideran dificultades de conducta en la infancia y suelen ser un motivo de consulta bastante frecuente en las consultas de psicología infantil. Pero estamos de suerte porque con algunas pautas muy sencillas es probable que disminuyan en un tiempo relativamente breve.
Las rabietas o berrinches son comportamientos de explosión emocional, normales en el desarrollo de los niños pero que como padres es importante que sepamos manejarlos.
Aparecen con mayor frecuencia en unos niños que en otros y suelen ser una manera de expresar la frustración ante sus limitaciones y en otras ocasiones consisten en expresiones de ira y enfado por no salirse con la suya.
La frecuencia e intensidad de estas rabietas suele aumentar cuando el niño se siente cansado, con alguna necesidad básica sin cubrir. Si tiene hambre o sueño es probable que aún se sienta peor y tolere peor la frustración y por este motivo estalle con una rabieta.
La respuesta es doble, si y no. Y os explico el porqué.
La conducta de las rabietas comienza de un modo no intencionado porque el niño se siente frustrado, cansado o porque no consigue un propósito. Pero hay muchas veces que el niño consigue salirse con la suya y además consigue atención. Si esto ocurre podemos decir que se ha reforzado el berrinche y probable que se repitan más rabietas y en muchos casos serán intencionadas, sobre todo cuando los niños son más mayores.
Es un mecanismo de aprendizaje en el que el niño sabe que si monta un numerito va a obtener atención y privilegios.
Siempre que los padres vienen a mi consulta les pregunto que hacen cada uno de ellos ante las rabietas. Y es que en la mayoría de casos cada uno suele actuar de un modo muy distinto. En el caso de las rabietas debemos estar ambos padres actuando del mismo modo para que el niño entienda que hay una consistencia en la respuesta ante su comportamiento. Es sencillo. No nos desdecimos delante del niño y si tenemos cualquier diferencia en cómo ha actuado el otro lo hablamos posteriormente.
Siempre que podamos y con niños pequeños es útil establecer a diario rutinas que sean estables para la alimentación, el sueño, el juego y las salidas al parque para evitar que las rabietas surjan por aspectos relacionados con el malestar del niño causado por hambre, sueño, necesidades de juego…
A veces basta con que nos fijemos en los antecedentes de las rabietas y muchas veces se basan en cosas tan simples como comer más tarde. Así que si observamos que siempre se desencadena una rabieta cuando el niño come tarde podríamos adelantar la comida para que en futuras ocasiones no se sienta tan molesto y podamos prevenir un berrinche.
Somos modelos de referencia de nuestros hijos así que la mejor forma de responder ante un berrinche sería mantener la calma. Hay que evitar gritar o dar un palo en el trasero. Respondiendo con ira solamente conseguirás que te imite.
Siempre recomiendo ante el berrinche intentar no hacer mucho caso, la propia atención al niño durante la rabieta a veces suele reforzarla. Una vez el niño vaya bajando la intensidad puedes desviar la atención hacia otro foco. Darle alternativas o distraerlo siempre es mejor que montar en cólera.
Si golpea a alguien o rompe algo, tu sentido común ha de ponerse en marcha y tendrás que retirarlo del escenario para después explicarle que ese comportamiento no es el adecuado. Pero siempre después de que haya pasado la rabieta. Si ha hecho daño te recomiendo que apliques una consecuencia, por ejemplo retirar la tablet ese día o cualquier otra cosa. Si ha roto o ensuciado algo deberá reparar el daño.
Es muy importante que tras la conducta problemática siempre actuemos del mismo modo. El cerebro del niño funciona con anticipaciones por lo tanto si siempre aplicamos las pautas sabrá que es lo que va a ocurrir y por tanto esto le dará calma y seguridad. También anticipará que no va a recibir premios ni atenciones por su comportamiento.
Tenemos que ayudar a nuestro peque a que poco a poco se vaya calmando.
Pero ha de ir aprendiendo a hacerlo solo porque si siempre es el adulto el que lo calma acabará creyendo que si monta un numerito le dan mimos y refuerzos. Esto tampoco significa que no le ayudes. Pero lo haremos de un modo progresivo.
Puedo contar con objetos como peluches, pelotitas para apretar, juguetes de la calma. Poco a poco iré enseñándole al niño a que distraiga su llanto con estos objetos, o respirando. Al principio unos minutos, y después lo abrazaré y poco a poco lo iré invitando a que se vaya calmando el solo con estas estrategias.
Esta suele ser la tarea que solemos desatender con más frecuencia. Es importante que cuando el niño tenga buenas conductas y no esté en rabieta le ofrezcamos nuestra atención, le abracemos y le digamos lo orgullosos que nos sentimos de que esté controlando esos berrinches.
La tarea de ser padres es complicada y tolerar cierto tipo de comportamientos se hace difícil cuando no tenemos la suficiente calma ni conocimientos especializados para ayudar a nuestros hijos.
Con estas pautas basadas en la terapia conductual y en gestión emocional infantil es probable que vuestro hijo mejore ya que están enfocadas no solamente en modificar la conducta sino en mejorar su tolerancia a la frustración.
Si aún aplicando estas pautas observamos que nuestro hijo no mejora, en estos casos siempre recomiendo acudir a un psicólogo especializado en Psicología infantil para que os indique de un modo más personalizado un tratamiento adecuado. Además puedes consultar nuestra guía con los consejos esenciales para entender la mente de tu hijo.
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