Se conoce como epicondilitis o codo del tenista al dolor de tipo esencialmente mecánico, es decir relacionado con la actividad o movimiento, que de forma habitual se localiza en la cara externa del codo. Suele darse en personas entre 25 y 50 años que por su profesión realizan movimientos repetitivos de rotación interna y externa del antebrazo.
Normalmente está causado por la afectación inflamatoria (tendinitis) o de desgaste (tendinosis) de la musculatura que se origina en el epicóndilo del húmero. En fases avanzadas o cronificadas pueden existir calcificaciones o roturas de las propias fibras tendinosas.
El principal síntoma es el dolor en cara externa o lateral del codo que se irradia a unos 2 o 2 cm, por la misma cara del antebrazo. Aumenta con la actividad pero, con frecuencia, se produce o intensifica con movimientos de la vida habitual como coger una botella de agua o abrir una puerta.
También suele hacerse más patente al dar la mano para saludar. Con el tiempo, y si no se trata, se hace progresivamente más invalidante hasta el punto de dificultar o imposibilitar la vida cotidiana y/o profesional.
El diagnóstico se hace con la misma exploración clínica pero para saber el grado de afectación o lesión de los tendones de los tendones se hace imprescindible la realización de las oportunas pruebas de imagen. Son indicación de elección la ecografía y, sobre todo, la resonancia. Esta última nos permite evidenciar posibles lesiones articulares y del cartílago. No es el caso de la ecografía que solo alcanza a ver estructuras tendinosas.
El trípode interrogatorio, exploración física y resonancia nos permite un etiquetado preciso del diagnóstico y, con él, plantear las opciones terapéuticas existentes.
En fases iniciales se indica rehabilitación. Es un procedimiento lento y costoso en términos de tiempo de dedicación a ella.
Una segunda opción son las infiltraciones. Tenemos dos tipos. Una más tradicional que emplea cortisona y anestésico local. El efecto es limitado en el tiempo por lo que sólo se suele usar en un momento de gran dolor. El aumento del azúcar de la sangre es otro inconveniente no desdeñable.
En los últimos años se han difundido las infiltraciones de ácido hialurónico. Es un componente del propio tendón y, por ello, no tiene efectos secundarios no deseados. Se infiltra “in situ” y los efectos se notan de forma progresivamente creciente (en términos de disminución del dolor) entre 4 y 6 semanas posteriores al tratamiento. Como ventaja adicional la mejoría clínica es duradera en el tiempo (entre 12 y 18 meses es lo habitual).
Con la difusión del ácido hialurónico han ido disminuyendo las indicaciones de cirugía hasta casi desaparecer.
La prevención consiste en la ergonomía de los utensilios de trabajo que deben adaptarse a las características de la prensión y tamaño de la mano del profesional.
En el caso de raquetas (tenis, paddle, squash…) es también importante mantener una adecuada relación entre el tamaño del mango o “grip” y el de la mano y el peso de la raqueta en relación a la complexión física y desarrollo muscular del jugador o jugadora implicados.
Ello es especialmente importante en los cambios de material deportivo. Del mismo modo corresponde tener muy en cuenta el tipo de entrenamiento y las sobrecargas súbitas del mismo.
La epicondilitis es un tipo de dolor osteotendinoso del codo que es frecuente tanto por motivos laborales como deportivos. Como ya se ha descrito, si la persona realiza un tipo de actividad proclive a desarrollar este tipo de patología conviene que tenga en cuenta los consejos de prevención descritos en el apartado anterior.
El diagnóstico no presenta dificultades. Es conveniente disponer del mismo antes de ponerse en manos de un fisioterapeuta debido a que al no conocer de forma precisa y exacta el tipo anatómico de la lesión se podría incluso llegar a agravarla.
El tratamiento “gold standard” en el momento actual son las infiltraciones de ácido hialurónico. Es un procedimiento simple que se realiza en la misma consulta del traumatólogo.
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