¿Te has preguntado alguna vez cómo puede sentirse alguien que vive en un cuerpo erróneo, que siente que no le pertenece?
Imagínate por un momento que te han asignado un determinado sexo al nacer pero, a medida que creces, tienes la sensación cada vez más profunda de no pertenecer a dicha clasificación. Figúrate la angustia y la confusión que pueden experimentar alguien que vive a diario estas sensaciones.
Disforia, etimológicamente es lo contrario a la euforia, significa insatisfacción, ansiedad, inquietud y malestar.
Y es que, cuando venimos al mundo, se nos clasifica en un género u otro según nuestros órganos genitales, lo cual no deja de estar basado en algo externo. Sin embargo, hay personas que internamente no se sienten encuadrados en este acuerdo social y ya, desde edades tempranas, sienten una incongruencia entre el sexo que se les ha asignado al necer y su identidad de género.
La incomprensión o falta de aceptación de la propia realidad, así como presiones sociales y familiares, pueden crear una sensación profunda de inconformidad, además de ansiedad, depresión y otros problemas de salud mental.
De hecho, la comunidad transgénero tiene tasas muy altas de problemas de salud mental e intentos de suicidio.
En el caso de que la persona no se identifique con el género biológico asignado al nacer se le denomina “transgénero”.
Las señales en la infancia pueden variar desde sentir aversión por los estereotipos marcados socialmente; insistir en que son de otro género; querer vestirse con ropa que suele usar el otro género; sentir un fuerte desagrado por sus genitales o querer tener las características físicas de otro género.
En cuanto a los adultos pueden querer deshacerse de sus genitales o que se refieran a ellos o los traten como del otro género y sentirse firmemente de una forma que se asocia a otro género.
Digamos entonces que la “disforia de género” es el malestar psicológico, que sufren las personas transgénero, causado por la incongruencia entre el género con el que se identifica una persona y el asignado al nacer.
Aún no se sabe con certeza cuál es la causa de la disforia de género. Según algunos estudios puede haber una predisposición genética que influye en la identidad de género, e incluso hay investigaciones que sugieren la exposición a determinadas hormonas durante el desarrollo prenatal. También hay estudios que señalan una estructura cerebral con determinadas diferencias en personas con distintas identidades de géneros.
En cuanto a los factores ambientales, determinadas experiencias individuales, como la aceptación o el rechazo según el género, también pueden jugar un papel importante.
Sin embargo, también hay opiniones que argumentan que la identidad de género es innata y no se puede atribuir a ningún a influencia externa.
En definitiva, parece ser que la disforia de género es un fenómeno complejo, multifactorial y puede ser resultado de una interacción compleja de varios elementos.
Las personas que viven con disforia de género relatan haber vivido consecuencias de la transfobia, a veces acompañada de la homofobia, ya desde la infancia. A veces relatan insultos y agresiones físicas continuas e incluso presiones para modificar su cuerpo por parte de la pareja o de personas conocidas. Por eso, para ayudar a personas con disforia de género hay que ofrecerles ante todo apoyo y comprensión.
Veamos algunos puntos importantes que se deben tener en cuenta a la hora de ayudarles:
Es importante que estas personas cuenten con una sólida red social de amigos cercanos y familiares, así como apoyo sanitario, lo cual puede mejorar de forma significativa el pronóstico para las personas con disforia de género.
Parece ser que el género es algo bastante complejo, que tiene que ver con factores biológicos, psicológicos y psicosociales, como la genética, el sexo de asignación, la crianza, la morfología genital, factores endocrinos, de conducta, etc. Sin embargo, hay una norma social que parece que se está quedando obsoleta, que establece un sistema binario con dos géneros: femenino y masculino.
Podemos definir la “disforia de género” como el malestar con el propio género, concepto que surge a partir de una necesidad clínica. Pero, como dice Judith Butler (2004): “El diagnóstico de disforia de género no se pregunta si las normas de género son erróneas”.
Esta posibilidad no parece haberse tenido demasiado en cuenta y es algo que debemos considerar en una sociedad que contempla la diversidad con cada vez mayor naturalidad. Mientras tanto, resulta urgente intervenir en diversos campos, como el educativo, el legislativo o el de la salud mental para erradicar los abusos que pueden recibir estas personas, especialmente durante la infancia y la adolescencia.
Como sociedad tenemos un gran reto en proveer a las nuevas generaciones de ambientes propicios para explorar la propia identidad y expresión de género sin miedo, y para ello los profesionales de salud mental debemos estar cada vez mejor preparados. Si quieres saber más sobre identidad LGBT y salud mental puedes consultar nuestra guía.
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