Dependencia emocional en las relaciones tóxicas

La dependencia emocional se podría definir como la necesidad afectiva que debe ser cubierta por el otro miembro de la pareja, siendo incapaz de proporcionársela por él mismo, y sumiéndole en un vacío si no se encuentra cerca del otro, así como la existencia de una baja tolerancia a la soledad.

Es la necesidad de estar acompañado por la pareja, y en su ausencia, saber del otro en todo momento y verificar que no deja de quererle, pensarle e interesarse por él/ella. Necesita exclusividad, y ser el centro de atención del otro. Es un vínculo basado en el apego ansioso por el cual hay un miedo exagerado y desmesurado al abandono, caracterizado por la inseguridad y la ansiedad de separación.

Nunca hay pruebas suficientes de amor por parte de la pareja, nada es suficiente para conseguir la paz y la tranquilidad que en realidad solo proporcionaría el apego seguro. Por el cual, hay un vínculo sano entre dos personas que deciden darse mutua compañía, que se dan espacios individuales y de crecimiento propios, y sobre todo se sienten completos por sí mismos, siendo el amor del otro un enriquecimiento en sus vidas ya plenas, pero nunca una necesidad, dependencia o adicción.

¿En qué se fundamenta la dependencia emocional?

Las características fundamentales de la dependencia emocional son la baja autoestima por un lado, fomentando a medida que pasa el tiempo la inseguridad en sí mismo, y la intolerancia a la soledad, no consiguiendo estar a gusto consigo mismos cuando se encuentran a solas, así como el hecho de no poder concebir la vida sin estar en pareja.

Los sentimientos que promueve son la ansiedad, la depresión, la culpa y una sensación de vacío que solo puede llenar la presencia constante del otro. Dichos sentimientos están en función de cómo transcurre la relación y sus altibajos.

Bajo esta premisa la persona dependiente emocional no tiene la libertad de decidir en cada momento si desea o no seguir una determinada relación, especialmente si ésta se convierte en tóxica. Los pensamientos que subyacen en el mantenimiento de estas relaciones y los encarcelan sin posibilidad de cambio, son pensamientos negativos entorno a sí mismos, la capacidad de valerse por sí mismos, o el miedo a la soledad, del tipo:

• Cómo me van a querer a mí, que no soy tan bueno, ni tan atractivo, ni tan inteligente como la mayoría de las personas…
• Qué voy a hacer solo….
• Yo no podría o no sabría cuidar de mí mismo, por lo tanto el mal menor es continuar con esta relación a pesar del sufrimiento emocional que me genera…

A pesar de que la relación no cumple las expectativas que desean, lo valoran como más positivo que el hecho de estar sin pareja, y no vislumbran posibilidad de inicio de otra relación que pueda ir mejor.

De esta forma renuncian a ser ellos mismos, con el fin de agradar a su pareja, adoptan una posición de inferioridad y sumisión, llegando a realizar acciones que en el fondo no desean o desagradan, con tal de evitar el conflicto.

¿Cuál es el perfil de la persona a la que se vincula?

Por el contrario, el perfil de la pareja que se vincula al dependiente emocional, dentro de una relación tóxica, es el perfil dominante, pudiendo llegar a configurar un trastorno de la personalidad narcisista, generalmente con una exagerada autoestima, con elevado autoconcepto de sí mismo, y muy poca o ninguna empatía por el otro, así como un trato de infravaloración del resto de las personas.

En la relación tóxica mienten y manipulan sin escrúpulos al dependiente emocional, para conseguir sus propósitos, intereses y sobre todo engrandecer su ego. En la relación de pareja se muestran fríos y distantes, con escaso afecto e interés por el otro miembro de la pareja. Pueden recurrir al maltrato físico o verbal, humillaciones públicas o en privado, menosprecios y otras conductas denigrantes. Son conocedores del miedo intenso al abandono o ruptura de su pareja, y en eso se valen para continuar y mantener el estatus de superioridad.

¿Cuál es el proceso de la relación tóxica?

Curiosamente el perfil dependiente emocional se siente atraído inicialmente por este perfil dominante, que al inicio de la relación se muestra especialmente seductor, encantador, y prometedor de una relación idílica, que ambos idealizan en pocos encuentros. Poco a poco esto se desvanece y el dependiente emocional comienza su sumisión para impedir el conflicto y la ruptura. Con el tiempo el desequilibrio en los posicionamientos se acentúa, favoreciendo la baja autoestima e inseguridad en el dependiente emocional y convirtiéndose la relación en un círculo vicioso del cual resulta muy complicado poder escapar.

En caso de que se llegue a la ruptura, lo más frecuente es que el perfil dominante tome la iniciativa de volver, produciéndose el efecto de “ni contigo ni sin tí”, por el cual la persona dependiente reanuda la relación aún a sabiendas que esta no funcionará y que el sufrimiento solo podrá ir a más, en un continuo de rupturas y reconciliaciones.

Si te sientes identificado/a en este tipo de relación o hace poco que has roto no dudes en solicitar ayuda de un psicólogo. También puedes consultar nuestra guía sobre cómo superar la dependencia emocional.

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