Artículos 03 junio 2024

¿Cómo trabaja la psicología las conductas agresivas?

Victor de Paz Centeno Psicólogo
Victor de Paz Centeno
Psicólogo

Las conductas agresivas son una preocupación de salud pública y social que afecta a individuos de todas las edades y estratos sociales, impactando tanto a los actores como a las víctimas y extendiéndose a familias, escuelas y lugares de trabajo.

Este artículo ofrece una perspectiva profesional sobre cómo la psicología entiende y aborda estas conductas, presentando** ejercicios prácticos y accesibles**, con el objetivo de clarificar este complejo tema sin fomentar el autodiagnóstico

¿Qué es una conducta agresiva? Agresión reactiva y proactiva

La conducta agresiva incluye cualquier comportamiento intencionado para causar daño físico o emocional a otra persona, directa o indirectamente. Manifestaciones comunes incluyen agresiones físicas como golpear o empujar, y verbales como insultos o amenazas. También puede presentarse de forma menos visible pero igualmente perjudicial, como manipulación emocional o aislamiento social.

Es crucial distinguir entre dos tipos principales de agresión según Dodge y Coie (1987):

  • Agresión impulsiva o reactiva: una respuesta emocional exagerada a un estímulo percibido como amenazante.
  • Agresión proactiva o instrumental: un acto calculado dirigido a objetivos específicos como el control o el poder sobre otros.

Cada tipo de agresión tiene motivaciones distintas y requiere enfoques diferenciados en su tratamiento. Además, la agresión a menudo indica problemas subyacentes más profundos, no siendo un comportamiento aislado.

“Más allá de lo que se ve”: el impacto del entorno en la conducta agresiva

B.F. Skinner, pionero en el estudio del comportamiento, destacó que nuestras acciones están profundamente influenciadas por los principios de refuerzo y castigo. Según Skinner, los comportamientos se desarrollan y modifican a través del aprendizaje continuo**: los refuerzos aumentan la probabilidad de una respuesta, mientras que los castigos la reducen**. Por ejemplo, si la agresión resulta en la obtención de un deseo, es probable que se repita, a menos que exista una alternativa más constructiva para alcanzar el mismo objetivo.

A lo largo de la vida, las personas amplían sus formas de interacción a medida que aprenden y maduran. Desde la infancia, comportamientos simples como el llanto evolucionan hacia formas de expresión más sofisticadas y socialmente aceptables. La familia, la escuela y la comunidad juegan roles esenciales en moldear estas conductas, enseñando a los niños a manejar sus frustraciones y a lograr sus metas sin recurrir a la agresión.

Es interesante notar que, aunque las conductas agresivas son comunes tanto en humanos como en animales, la sociedad y el aprendizaje continuo trabajan para sofisticar y adaptar estas respuestas a contextos más complejos y menos dañinos.

Conexión con la práctica: tratamientos para manejar la agresividad

Los ejercicios descritos en la próxima sección se basan en la Terapia de Aceptación y Compromiso (Hayes et al. 1999), enfocándose en el desarrollo de la autoobservación y la conciencia personal. Estos incluyen técnicas de mindfulness, respaldadas por estudios como el de Tao et al. (2021), que han demostrado ser efectivas en el manejo de comportamientos agresivos. Los ejercicios buscan enseñar respuestas alternativas a la agresión y promover una mayor comprensión de las necesidades subyacentes.

Es crucial reconocer que la agresión no solo refleja acciones aisladas, sino que también puede ser un síntoma de un estrés subyacente o necesidades no satisfechas, como afecto, apoyo o un entorno seguro. Estudios como el de Desai et al. (2021) muestran una relación entre situaciones estresantes y un aumento de la conducta agresiva. Enfocarse en la vida completa del individuo es fundamental para abordar efectivamente estas conductas.

Asimismo, dado que cada individuo es único, la efectividad de los ejercicios puede variar, y puede ser necesario adaptarlos a las circunstancias personales. Para una orientación más personalizada y un acompañamiento continuo, se recomienda consultar a un psicólogo.

mujer hombre sentados mesa oficina papeles conducta agresiva La agresión a menudo indica problemas subyacentes más profundos, no siendo un comportamiento aislado.

Ejercicios para practicar: un entrenamiento alternativo

Ejercicio para manejar la agresión reactiva

Este ejercicio está diseñado para ayudarte a manejar respuestas automáticas de agresión, que pueden ser desencadenadas por situaciones que representen o no un peligro real. Nosotros nos vamos a centrar en situaciones en las que el peligro no sea real. Al igual que en un entrenamiento físico, la práctica consciente te ayudará a desarrollar habilidades para manejar mejor estos impulsos.

Los pasos del ejercicio incluyen:

  1. Identificación de disparadores:

    • Piensa en situaciones específicas que habitualmente desencadenan la agresión. Estas pueden ser acciones de otras personas, ciertos comentarios (ej.: insultos), o situaciones de estrés. Anota algunos ejemplos concretos.
  2. Entrenamiento de la consciencia:

    • Escoge una situación no amenazante y simula mentalmente cómo te enfrentarías a ella. Si es posible, realiza un role-play con un amigo o familiar que pueda ofrecerte feedback. Este paso te prepara para enfrentar la situación real con mayor control.
  3. Práctica de mindfulness:

    • En un momento, cierra los ojos y visualiza uno de los disparadores. Observa las reacciones de tu cuerpo y pensamientos sin intervenir. Nota si tu ritmo cardíaco se acelera o si tu temperatura sube. Reconoce estos signos como indicadores de tu reacción automática.
    • Mantén la atención en tus pensamientos y sensaciones físicas. Cada vez que te distraigas o te involucres emocionalmente, suavemente redirige tu atención a tu respiración o un punto fijo. Sabrás que el ejercicio está funcionando cada vez que te estés dando cuenta de que tu atención se está yendo. Darte cuenta de que está ocurriendo es el éxito del ejercicio, no importa cuántas veces te vayas o el hecho de que te vayas.
  4. Autoobservación y ajuste:

    • Durante o después de la exposición, evalúa cómo te sentiste. Se trata de que seas capaz de observar cómo te sientes y qué piensas, notar todas estas sensaciones en vez de actuar de golpe.
  5. Registro y seguimiento:

    • Lleva un diario de tus prácticas y observa cualquier cambio en tus respuestas a lo largo del tiempo. Este registro te ayudará a identificar progresos y áreas de mejora.

El cambio de comportamiento lleva tiempo y práctica. No te desanimes si al principio no ves grandes avances. La constancia en la práctica es clave para el éxito.

Si te resulta difícil manejar estos ejercicios por ti mismo o si tus respuestas agresivas son muy intensas o frecuentes, considera buscar la ayuda de un profesional. Un terapeuta puede ofrecer estrategias adaptadas específicamente a tus necesidades y circunstancias.

Agresión proactiva

Este tipo de agresión se distingue por ser menos impulsiva y más estratégica, ya que suele estar motivada por objetivos claros. Para abordar la agresión proactiva, considera estos pasos, ajustándolos a tu propia voz y necesidades:

  1. Reconocimiento de motivaciones:

    • Reflexiona sobre las motivaciones detrás de tu comportamiento agresivo. Intenta comprender qué te impulsa a actuar de esta manera y escribe tus pensamientos. Esto te ayudará a identificar los objetivos específicos que estás tratando de alcanzar mediante la agresión.
  2. Desarrollo de estrategias alternativas:

    • Considera otras formas de conseguir lo que quieres sin recurrir a la agresión. Podrías explorar métodos como la comunicación efectiva, la mediación o incluso técnicas de resolución de conflictos. Listar estas alternativas te permitirá tener opciones listas cuando te encuentres en situaciones similares en el futuro.
  3. Reflexión personal:

    • Pregúntate a ti mismo qué tipo de impacto quieres dejar en tu entorno y cómo quieres que te perciban los demás. Esta introspección puede guiarte para alinear tus acciones con tus valores fundamentales.
  4. Mejora de la tolerancia a la frustración:

    • Practica la paciencia y la tolerancia en situaciones que normalmente te frustran. Esto podría incluir ejercicios de respiración profunda, técnicas de relajación o incluso actividades que reduzcan tu nivel de estrés general.

Aplica estas estrategias durante un tiempo determinado y luego revisa tu progreso. Anota cualquier cambio en la frecuencia o intensidad de tus respuestas agresivas y ajusta tus técnicas según sea necesario.

Referencias

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