Vivimos en la era de la tecnología, pantalla, tablet, Whatsapp, Facebook… y no hay nada de malo en ello siempre que lo utilicemos adecuadamente, con cabeza.
Hemos de adaptarnos a los tiempos y no quedarnos atrás. El problema surge cuando se crea una adicción.
La adicción a las redes sociales es un trastorno del comportamiento que se caracteriza por la necesidad compulsiva e incontrolable de estar conectado a las redes sociales interfiriendo en la vida diaria de la persona.
Según la OMS el uso excesivo de las tecnologías o Internet tiene la misma consecuencia que una droga, y afecta a una de cada 4 personas, tanto jóvenes como mayores.
Cada vez es más frecuente entre las personas mayores de 50 años las páginas de apuestas online y el número de adultos adictos a las mismas crece. El cofundador de Facebook, Sean Parker, reconocía que las redes sociales fueron creadas para ser adictivas, para hacernos sentir bien.
¿Sabíais que estos creadores contrataban a las cuidadoras de sus hijos con un requisito y es que no podían tener el teléfono mientras estaban trabajando, cuidando a sus hijos? Pues así es. Sabían muy bien del potencial adictivo de “su creación”.
Cuando se abusa de las redes sociales y se empieza a perder la comunicación con las personas de alrededor, se enciende la alarma. Cuando falla la conexión hay enfados excesivos, tensión, ansiedad… mientras que hay euforia al usar el ordenador.
Nada motiva, nada llena más al ser humano que el sentirnos valorados, queridos, aceptados por los demás, que a los demás les importe nuestras cosas, que crean en nosotros. Por eso, crearon todas estas aplicaciones.
“Antes un palo que ser ignorado”, hay un dicho. Necesitamos contacto, que nos hagan caso, sentirnos queridos, estimulación de los demás.
Como muy bien lo explica la psiquiatra Marian Rojas Estapé, hay una hormona, la dopamina, hormona del placer involucrada en las relaciones sexuales, una comida rica, lo que nos gusta… en cosas que nos hacen pasarlo bien. También es la hormona de las adicciones, van por los mismos circuitos cerebrales. Cada vez q una persona recibe un “like” (en inglés, “me gusta”) suceden dos cosas:
Normalmente las cosas que nos llenan en la vida son las relaciones con las personas y la gratificación con el trabajo y esto es a base de tiempo, esfuerzo, constancia. Y nos estamos acostumbrando a no ser pacientes, queremos todo ya, inmediatamente.
Hoy en día se está perdiendo la capacidad de esperar, de posponer la recompensa, se es mucho menos tolerante a la frustración por esto mismo, porque se quiere ya.
Sin embargo, quien no sepa gestionar bien el estrés, la frustración, las emociones va a tener un problema en el mundo que vivimos. Si me enfado con mi pareja, hijo…. me encierro en mi cuarto y me conecto a internet. Así vamos mal, falla la comunicación real, de tú a tú, la gestión emocional.
Recuerdo a un paciente adolescente que con el móvil se quedaba conectado hasta las tantas, 4 ó 5 de la madrugada. Como podéis imaginar a la mañana siguiente iba a clase medio dormido y, lógicamente, era un alumno de muchos suspensos.
La luz de la pantalla nos activa y si es de noche nos impide dormir el número de horas aconsejable. Luego funcionamos peor, nuestra memoria, atención, concentración están muy mermadas.
Durante la adolescencia surgen momentos de frustración, se sienten incomprendidos, inseguros… muchas veces, se aburre y el joven necesita encontrar vías de escape. Curiosamente las pantallas les proporcionan relajación, placer, es la vía de escape favorita en nuestro mundo actual, para los mayores también.
El problema es que esto genera mucho aislamiento. Los jóvenes conectan mejor con una pantalla que con una persona de la vida real, cara a cara, de carne y hueso. Pero han de aprender a manejar, gestionar su frustración de forma adecuada.
En casa, los padres hemos de dar ejemplo, somos modelo de identidad para nuestros hijos/a, un espejo donde nos miran en todo momento.
No vamos a pedir a nuestros hijos que no estén continuamente con el móvil si nosotros sí lo hacemos. Recuerdo a un padre en consulta, continuamente estaba mirando el móvil. Uno de los temas trabajados con el hijo era el uso abusivo de estos. Le tuve que decir esto mismo al padre. Antes de entrar en casa envía el whatsapp o e-mail que necesites, pero una vez dentro déjalo aparte. Si no le das a entender a tu hijo que el móvil es más importante que él /ella.
Es conveniente que haya unas normas de funcionamiento. Por ejemplo, mientras se come no usar el móvil. A partir de cierta hora de noche tampoco. Eso de que el adolescente esté hasta las tantas (quitándole horas de sueño, sueño que necesita), sin salir de casa para estar con amigos y socializar por estar conectado… no se puede permitir, no es bueno. ¿Ya sabes lo que mira tu hijo/a en internet?
Las redes sociales han venido para quedarse:
No dudes en pedir cita con un psicólogo si sufres esta adicción. También puedes consultar nuestra guía: una guía integral para navegar redes sociales sin descuidar tu salud mental.
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