Roger de Flor, 63, 5º 1a, Granollers 08401
Límite en los niños
El desarrollo de un niño es normal si estando a su lado mientras crece y amándolo con toda el alma, día a día y minuto a minuto, se van sucediendo con verdadero placer y satisfacción.
Los límites propios de la educación, los horarios propios de su autorregulación, las cantidades de alimento que debe ir ingiriendo y los índices de peligrosidad que en torno al niño se van produciendo, son compartidos con él de forma agradable, simultáneamente con una participación serena y relajada por parte del niño, quien por pequeño que sea, nos irá indicando cuando ha comido demasiado, cuando tiene ganas de dormir, cuando se tiene ganas de jugar, incluso cuando tiene la necesidad de cuidados especiales por enfermedad.
Son estas situaciones las que nos hacen sufrir realmente, pero, de momento disponemos de recursos médicos y de muy buenos profesionales que nos pueden sacar de dudas.
El niño, día a día va pidiendo las patadas que necesita con su capacidad de solicitar ayuda, ante sus nuevos descubrimientos diarios y necesidades afectivas y fisiológicas.
Cuando balbucea vemos que lentamente nos siguiendo con su mirada e intentando repetir lo que vamos diciendo o bien intentando darnos respuesta.
Cuando se empieza a mover, a girarse, poner derecho, a gatear, a desplazarse, a corretear ..., el niño solicita la mano de ayuda exclusivamente cuando la necesita. Pero nunca antes, y si le damos la ayuda de manera precipitada sistemáticamente, el niño podrá rechazarla, nos está diciendo que quiere probar de hacerlo solo, que quiere y puede experimentar él y descubrir con sus recursos propios.
De lo contrario, le estamos impidiendo que sienta sus necesidades y deseos como propias, acostumbrando a dar más significado a nuestra palabra y anticipación, lo que necesitaremos cuando le tengamos que poner los límites, para que pueda entender cuando hay un peligro desconocido para él (aviso nuestro y ayuda), diferente de cuando debe poder experimentar y descubrir por su cuenta.
Es decir, que tenemos que estar muy activos ante la escucha de lo que el niño pide y necesita, en lugar de tomar nosotros las decisiones por ellos. Tenemos que aprender a escucharlo.
Pero no sólo la escucha nos ayudará a entender el niño, sino también la mirada y la risa instintiva siempre amable y su gran satisfacción cada vez que consigue una conquista, nos contagia de su alegría tras la adquisición exitosa del momento. Esta alegría, no podemos interrumpirla ni evitarla, no somos nadie para segar con nuestros problemas cuando el niño es muy pequeño.
Basta si reímos con él y él se sentirá bien acompañado, contándonos a su manera sus grandes avances a base de repeticiones permanentes hasta confirmarse que lo que está haciendo le sale bien.
La simple reacción de seriedad de la mamá o el no acompañamiento al niño ante sus expresiones, acciones o gestos, le cambiará la cara al ver que algo le está pasando al progenitor que no se ríe con él. Es muy fácil que entienda el gesto limitador o la indicación de que "esto no conviene que lo hagas" venida de la de la mamá / papá / progenitor, propia de una situación que el pequeño debe aprender que puede ser peligrosa.
Más adelante, cuando tenga ideas propias que pueda expresar con la palabra, haremos de interlocutores y el niño sabrá encontrar los límites a nuestras palabras con un pequeño razonamiento sobre lo que está bien y lo que está mal, aspecto que debe haber podido integrar en su proceso normalizado del desarrollo armónico, con grandes dosis de satisfacción.
Porque la IN satisfacción, es cuando las patadas van mal.
No se trata de darle todo lo que pida, sino razonarse le lo que debe pedir para satisfacer sus necesidades y juegos. El niño puede entender la expresión y manifestación de los afectos y los límites, cuando está bien vinculado a las personas a las que más quiere.
Cuando todo este funcionamiento no es armónico, algo va mal ..., Y algo hay que pensar y / o consultar ... Porque las situaciones con las que se puede encontrar más adelante, requieren una seguridad personal intransferible, pero especialmente de una clara identificación sobre él, su persona, sujeto de acciones y decisiones futuras, sin simbiosis con sus progenitores, que pueda saber diferenciar donde empieza y termina él / ella, como sujeto, y donde comienzan y terminan sus queridos progenitores.
La tolerancia a la frustración que conlleva ir aceptando límites, lo preparará para enfrentarse a la vida en un futuro para poder situarse respecto al las pérdidas, que en función de los afectos que haya depositado en ellas, podrá llegar a sentirse las como "duelos" o pérdidas afectivamente muy importantes para el niño.
21/10/2020