De amor y celos “Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño” (Joaquín Sabina).
Nos dice J. Sabina, con su poesía, que el amor implica algo de sufrimiento, del daño, que se sufre, que también se padece… El amor es algo complejo. Hay una primera etapa, la del enamoramiento, donde uno idealiza al otro y lo cree perfecto, sin defectos, hermoso y hasta uno se llega a preguntar “¿qué hace conmigo esta persona tan maravillosa?”. Es la etapa donde uno no se quiere separar del otro y quiere pasar la mayor parte del tiempo posible juntos. Luego viene la etapa de desilusión, donde empieza a caer aquella idealización que se tenía de la pareja. Uno empieza a notar los defectos, las actitudes que no le gustan o que no conocía del otro. Si esta etapa se supera, se continúa hasta la aceptación de la realidad la cual se relaciona con aceptar el intermedio de saber que el otro no es “ni el más maravilloso de todos” ni “el peor”. Tiene que ver también con aprender a ser sincero con uno mismo y poder ubicar si uno está dispuesto a continuar con esa persona tolerando las diferencias respecto de lo que a uno le gustaría y de cómo en realidad son las cosas. Hasta aquí, lo obvio cuando decimos: “todos sabemos de qué hablamos cuando hablamos de amor”. Tal es así que podemos creer que se ama mucho a alguien y que entonces “lo cela porque lo ama” y le revisa el celular, le dice con quien puede hablar o salir, le dice quienes pueden ser sus amigos, le dice lo que tiene que hacer, etc. Me pregunto si en estas circunstancias seguimos hablando de amor, si alguien que actúa de esa manera ¿lo hace porque lo ama?.
Como psicoanalista, me propuse investigar una posible respuesta, es decir, buscar ¿que se repetía en el relato de mis pacientes?, ¿que se escucha en el consultorio?. Del amor podemos seguir aprendiendo que: es una de los primeros afectos al que nos enfrentamos desde niños. El primer amor lo vivificamos con los cuidados del Otro, que cuando somos niños nos cuida, nos hace caricias, decodifica nuestro llanto, nos alimenta, nos besa, nos cambia, nos acuna, nos mima, nos da un nombre, nos da un SER. Aquí es a donde volvemos al inicio de las etapas del amor, porque también se va a presentar eventualmente “la desilusión”, por ejemplo, con el nacimiento de un hermanito, o cuando mamá se tenga que ir a trabajar, o cuando exista algo que nos haga sentir que ya no somos el centro de atención y que “ese amor” que anteriormente era todo para nosotros, ahora en cambio haya que compartirlo, o que “la mirada” que antes era solo para nosotros ahora ya no esté puesta allí.
Siguiendo con el interrogante ¿seguimos hablando de amor cuando celamos?, la respuesta que encuentro es que los celos tienen su origen en lo triangular: el sujeto-el amado-el amante, y esto no es más que la relación edípica. Me interesa remarcar que, respecto del afecto, cuando uno siente celos, lo que hay que ubicar allí es que uno siente que el sujeto amado (puede ser una pareja) le está dando a otro (este puede ir cambiando de sujeto) algo que uno cree que le pertenece (el amor). Esto último es lo más difícil explicar, porque tiene que ver con el afecto. Uno cree que el otro recibe un lugar, un regalo, una salida, un mensaje, un abrazo, una caricia, un saludo, una flor, etc… es algo que uno considera que le corresponde o que debería estar dirigido a uno, solamente porque no está dispuesto a compartir el amor de esa persona con un otro.
Con estas reflexiones, sería interesante poder ubicar: ¿Qué cosas nos provocan celos? ¿Es “normal” lo que siento? ¿Cuándo nos ponemos celosos? ¿Quiénes nos representan celos? ¿Qué emociones sentimos? ¿Qué hacemos al respecto? ¿Cómo nos manejamos? ¿Lo hablamos con alguien?¿hablo en terapia de esto?
Lic. Macarena Rodríguez M.N. 63914
lic.macarena
06/11/2024