Las personas procuramos hacer siempre las mismas cosas porque nos da sensación de control y esto aporta seguridad. Al hacer siempre lo mismo se generan una serie de rutinas que nos llevan a permanecer en el mismo lugar, haciendo las mismas actividades, relacionándonos con la misma gente y, por tanto, viviendo siempre las mismas experiencias. Sin embargo, ese confort puede convertirse en incomodidad cuando percibimos que nuestras actividades ya no son tan enriquecedoras como lo eran al principio y nos sentimos insatisfechos porque sentimos que no avanzamos en la vida.
El malestar que sentimos en estas circunstancias es una señal de que deberíamos plantearnos cambios en nuestra vida que nos lleven a vivir nuevas experiencias y así poder disfrutar y desarrollarnos.
La zona de confort es un estado psicológico en el que la persona realiza siempre las mismas tareas, acciones y pensamientos para sentirse cómoda, evitando situaciones o proyectos que le generen presión. Es un espacio en el cual no se esfuerza ni arriesga pero tampoco se crece ni avanza. A pesar de que la persona que se encuentra en la zona de confort se siente tranquila y segura porque no experimenta miedo ni ansiedad, mantener las mismas rutinas y no asumir nuevos retos hace que su desarrollo personal se estanque, lo que puede provocar conformismo, apatía y desinterés general.
La zona de confort es un estado mental que se logra cuando una persona que realiza una actividad mantiene un buen nivel de rendimiento sin experimentar cambios en su nivel de ansiedad porque no siente que pueda existir algún peligro. Esta zona se alcanza cuando podemos realizar una acción sin sentir incertidumbre debido a que sabemos qué hacer para lograr un objetivo. No obstante, en esta zona la persona no se supera a sí misma debido a que no pone en práctica nuevas conductas que le permitan realizar nuevas tareas y mejorar su rendimiento.
La zona de confort se alcanza en distintas áreas de nuestra vida como la personal, social, académica, laboral o deportiva.
Es importante diferenciarla de otras dos zonas a las que podemos llegar:
Las siguientes características definen la zona de confort:
Debido a esto, quienes se aferran a esta zona se caracterizan por estos pensamientos o comportamientos:
Anteriormente, hemos definido la zona de confort como aquella zona en la que nos movemos libremente y sabemos que lo que hacemos nos asegura un resultado, esto genera un estado mental en el que la persona se siente tranquila y segura porque no se somete a presión ni riesgos. No obstante, el peligro de aferrarnos a esa seguridad es que puede llevarnos a un estancamiento que se convierta, incluso, en vacío o angustia.
A pesar de sentirnos cómodos con nuestra vida o circunstancias actuales, es importante reflexionar sobre si nos encontramos en un estado de progreso y desarrollo o si, por el contrario, estamos estancados. En este último caso, deberíamos conocer si estamos estancados por miedo a salir de lo conocido o si estamos en esta situación como resultado de una elección personal meditada. Es importante ser conscientes de las decisiones que tomamos y de los motivos que nos llevan a hacerlo, debemos reconocer cuando nos aferramos a no cambiar porque no queremos experimentar presión ni ansiedad y cuando se debe a una decisión consciente de afianzar conocimientos antes de asumir nuevos riesgos.
Cuando la zona de confort se vuelve disfuncional genera una serie de consecuencias y puede ser de ayuda conocer para decidir si debemos salir de ella:
Las siguientes acciones nos pueden ayudar a salir de nuestra zona de confort:
La zona de confort es un estado mental que nos aporta sensación de tranquilidad y comodidad, llegamos a ella manteniendo un estilo de vida que no genera complicaciones. Este patrón de conducta y pensamiento nos aleja de situaciones de incertidumbre y riesgo, lo que significa que el bienestar conseguido se obtiene de no experimentar emociones desagradables como el miedo o la ansiedad y no tanto de sentir emociones agradables como la satisfacción o el orgullo.
No salir de la zona de confort nos limita las posibilidades de vivir algo nuevo, puede convertirse en un obstáculo y limitación personal, debido a que perdemos la oportunidad de enfrentarnos a nuevos retos, tener nuevas experiencias o conocer a otras personas.
Cuando este estado mental se mantiene en el tiempo, puede provocar consecuencias negativas como la pérdida de motivación, el desgaste y la apatía.
Una buena forma de hacer frente y salir de esta zona es fijando objetivos para nuestra vida. Para lograr esto debemos identificar en qué punto estamos, si hay miedos que nos bloquean, tener metas realistas y ponerlas en práctica.
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