La tuberculosis es una enfermedad muy antigua, que ha producido y sigue causando muchas muertes; es decir, aún no ha desaparecido. A pesar de todos los intentos para prevenirla y curarla, todavía se dan muchos casos a nivel mundial, sobre todo en Asia y África. En España y resto de Europa es poco frecuente, apenas un 2%.
En nuestro país la frecuencia de la tuberculosis es de las más bajas, gracias a la estrategia llevada a cabo por la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE) al ser considerada una enfermedad de declaración obligatoria y por tanto a las medidas de prevención.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2022 contrajeron la tuberculosis 10,6 millones de personas. En España se registraron 3300 casos de tuberculosis, lo que supone una tasa de 6,9 casos por 100.000 habitantes, siendo la tuberculosis pulmonar la más frecuente (72%) y los hombres mayores de 15 años los más afectados (61%); con una mortalidad de aproximadamente 229 personas (0,45 por 100.000 habitantes/año).
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa y contagiosa, producida por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, también llamada bacilo de Koch en honor a su descubridor (Koch, 24 de marzo de 1882), motivo por el cual cada 24 de marzo es el Día Mundial de la Tuberculosis. Aunque en nuestro país es poco frecuente, gran parte de la población general cree que está erradicada; por ello es importante ese día, no para celebrar, sino para recordar que todavía existe y que puede provocar muertes.
Puede afectar a cualquier órgano y tejido del cuerpo humano. El órgano más frecuentemente afectado es el pulmón produciendo la tuberculosis pulmonar. Desde el pulmón puede diseminarse por diferentes vías (sanguínea y otras) a otros órganos o tejidos (por ej. los ganglios, al sistema nervioso, huesos, riñón, tubo digestivo, corazón, pleura, etc.), lo que llamamos tuberculosis extrapulmonar.
Cuando una persona tiene tuberculosis activa puede transmitírsela a otra persona a través del aire, mediante unas gotitas llamadas de Flügge, cargadas de bacilos de Koch, que se expulsan por la tos, al hablar y la respiración de las personas con tuberculosis pulmonar activa.
Las personas con VIH/SIDA, desnutrición, diabetes, fumadoras, consumidoras de alcohol y defensas bajas tienen más riesgo de contagiarse y adquirir tuberculosis. También, hay una mayor predisposición en las personas que viven hacinadas como en las cárceles y también en los inmigrantes procedentes de países con alta incidencia de tuberculosis.
Los síntomas suelen ser inespecíficos, anodinos, ambiguos y en muchas ocasiones son leves, las personas no le dan importancia y suelen acudir al médico cuando los síntomas son importantes. De hecho, se conoce a la tuberculosis como la gran simuladora ya que puede simular otras enfermedades.
Los síntomas más comunes de la tuberculosis incluyen:
Las personas infectadas pero no enfermas no tienen signos ni síntomas.
Cuando una persona ha estado en contacto con otra que padece tuberculosis pulmonar activa puede contagiarse o infectarse, pero no enfermar. Sólo una pequeña parte (aproximadamente 10%) enferma.
Ante la sospecha clínica de tuberculosis, además de realizar estudios analíticos sanguíneos y radiológicos, el diagnóstico de certeza se basa en el aislamiento del bacilo de Koch, mediante el cultivo de muestras biológicas (esputo, sangre, tejido y otras), el estudio anatomopatológico (mediante biopsias) y estudios moleculares (Reacción en Cadena de la Polimerasa o PCR, del inglés Polimerase Chain Reaction), algunas de ellas más rápidas que otras.
Por lo general, como la tuberculosis pulmonar es la más frecuente, primero se le realiza la prueba de la tuberculina (test del Mantoux) que nos indica si ha habido contagio y en caso de tener lesión pulmonar radiológica se le solicita cultivo de esputo o de secreciones obtenidas mediante broncoscopia. En caso de sospechar tuberculosis en otro órgano o tejido, se tomarían muestras de los mismos.
La tuberculosis se puede prevenir y curar. Cualquier persona que haya estado en contacto con otra persona con tuberculosis debe acudir al médico, preferiblemente al neumólogo para iniciar estudio.
Si la persona está infectada con la bacteria de la tuberculosis, pero no está enferma, se debe administrar un tratamiento preventivo para detener la aparición de la enfermedad. Este tratamiento utiliza los mismos medicamentos durante un tiempo más corto (3 meses).
En caso de que esté enferma el tratamiento consiste en la combinación de 4 antibióticos durante 6 a 9 meses, normalmente por vía oral en la mayor parte de los casos. Además, se deberá iniciar el estudio de los contactos lo antes posible para detectar si están infectados o enfermos.
En algunos casos, la bacteria de la tuberculosis se hace resistente y no responde a los antibióticos habituales. El tratamiento de la tuberculosis resistente a los medicamentos es más largo y complejo. Es muy importante que el tratamiento se cumpla de forma exhaustiva, ya que la enfermedad puede volverse resistente a los medicamentos, extenderse y no curarse.
El mejor pronóstico es su prevención. En caso de enfermar tiene buen pronóstico si se diagnostica y se trata bien precozmente. La tuberculosis resistente a los antibióticos es más difícil su curación.
La mortalidad por tuberculosis en España es baja. La tuberculosis pulmonar puede dejar secuelas en los pulmones y pleuras afectadas, como granulomas calcificados, bronquiectasias, Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), engrosamientos pleurales, etc. Asimismo, la tuberculosis extrapulmonar, como la que afecta al sistema nervioso, huesos, riñones…, también puede dejar secuelas más o menos importantes.
Referencias
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