La degeneración macular asociada a la edad, de ahora en adelante DMAE, es un proceso degenerativo de las células de la retina en el área de máxima visión central, llamada mácula.
Esta patología se asocia principalmente a la edad, por lo que las personas mayores de 65 años suelen ser las más frecuentemente afectadas. El otro factor de riesgo importante relacionado con esta patología es el tabaco.
La clínica de la DMAE se caracteriza por una pérdida de la visión central. Los pacientes acusan primordialmente la pérdida de visión en la lectura, la dificultad para discernir detalles o pérdida de islotes de visión (escotomas). En ocasiones esta pérdida puede ser lenta y progresiva, por lo que el paciente no es consciente hasta etapas avanzadas. También puede ocurrir que haya perdido únicamente la visión de un ojo, no siendo consciente de ello cuando mantiene la visión binocular, es decir, con los dos ojos.
Ante la sospecha diagnóstica de esta patología se debe llevar a cabo un examen oftalmológico completo, en el que se evalúe el fondo de ojo. Asimismo, es habitual que el clínico requiera de pruebas complementarias como la tomografía de coherencia óptica (OCT) para definir de manera más precisa el grado y tipo de DMAE que presenta un paciente.
Debemos distinguir a grandes rasgos los dos tipos de degeneración macular asociada a la edad que existen actualmente y su tratamiento.
La DMAE no exudativa o comúnmente denominada DMAE seca es la más frecuente (85% de los pacientes diagnosticados de DMAE padecen este tipo). El deterioro visual en estos pacientes es lento, por lo que en ocasiones no son conscientes de la merma visual. Actualmente, este tipo de DMAE no presenta tratamiento, aunque hay algunos estudios en vías de desarrollo. Lo recomendado en estos pacientes es el abandono total del hábito tabáquico, si existe y llevar a cabo una alimentación completa y equilibrada. La suplementación con complementos vitamínicos es recomendable en los pacientes con afectación en fases incipientes.
La DMAE de tipo exudativo o húmeda es menos frecuente, afectando únicamente al 15% de los pacientes afectos de DMAE. La aparición de los síntomas suele ser más brusca y acusada. Ante el diagnóstico de esta dolencia es fundamental establecer con la mayor premura posible un tratamiento con inyecciones intravítreas de anti-VEGF. Este tratamiento tiene como finalidad principal reducir la progresión de la enfermedad. Es posible que requiera mantener una pauta de tratamiento de manera periódica, ya que los fármacos comercializados actualmente tienen una vida media de 4-8 semanas.
El tratamiento intravítreo es un procedimiento rápido, seguro y relativamente poco molesto. Habitualmente se lleva a cabo en una sala diferente a la consulta en la que nos han realizado el diagnóstico, ya que requiere un ambiente estéril y antiséptico. Es habitual que previamente le instilen varias gotas, generalmente anestésico para reducir la molestia de la inyección y unas gotas de solución yodada diluida con la que se pretende disminuir la carga patógena que habitualmente tenemos en el ojo. Puede que le cubran la cara con un paño, le coloquen un blefaróstato (que es una pequeña pinza con la que nos ayudamos los oftalmólogos para que el ojo se mantenga abierto) y le indiquen que debe mirar en una dirección determinada. La molestia o dolor que puede sentir es similar a la de una extracción sanguínea. Por último, le retiraran la pinza del ojo y es posible que le instilen nuevamente gotas.
En conclusión, la DMAE es hoy en día una de las causas más importantes de pérdida de visión no reversible en la población, por lo que resulta imprescindible su diagnóstico precoz con el fin de establecer medidas que permitan un enlentecimiento de la progresión de la enfermedad. En la actualidad no existen tratamientos curativos, pero la instauración de un tratamiento intravítreo en caso de DMAE de tipo exudativo permite mejorar el pronóstico de la enfermedad a largo plazo. No dudes en pedir cita con un oftalmólogo si necesitas ayuda.
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