Claudia Castilla, Especialista Contenido Médico
La tortícolis congénita es una afección que afecta a los recién nacidos, causando una inclinación notoria de la cabeza hacia un lado. Según datos recientes, en España la incidencia de la tortícolis congénita es de aproximadamente 1 en cada 250 nacimientos. Este número puede parecer pequeño en comparación con otros trastornos pediátricos, pero para los padres que enfrentan este desafío, el impacto puede ser significativo.
Como padre, es normal preocuparse por la salud y el bienestar de su hijo. Por lo tanto, es importante entender qué es la tortícolis congénita, qué la causa y cómo se puede tratar. La buena noticia es que con el tratamiento y el cuidado adecuados, la mayoría de los niños con tortícolis congénita pueden llevar una vida normal y saludable.
La tortícolis congénita se clasifica generalmente en dos tipos: postural y muscular.
Cada tipo de tortícolis congénita tiene sus propios síntomas y desafíos y cada uno requiere un enfoque de tratamiento ligeramente diferente. Sin embargo, ambos tipos pueden ser tratados con éxito con terapia física y, en algunos casos, cirugía.
Las causas exactas de la tortícolis congénita aún no se comprenden completamente. Algunos estudios sugieren que puede ser el resultado de una posición anormal del bebé en el útero, lo que puede causar presión en los músculos del cuello. Otros estudios apuntan a una falta de suministro de sangre al músculo del cuello durante el desarrollo del bebé en el útero.
Además, algunos casos de tortícolis congénita pueden ser hereditarios. Si un padre o un hermano tiene tortícolis, es más probable que un bebé nazca con la misma condición. Sin embargo, en muchos casos, la causa de la tortícolis congénita sigue siendo desconocida.
Los síntomas de la tortícolis congénita pueden variar dependiendo de la gravedad de la condición. Algunos bebés pueden tener una inclinación notoria de la cabeza, mientras que otros pueden tener dificultades para mover la cabeza de un lado a otro. En algunos casos, puede haber un bulto o una inflamación en el cuello del bebé.
El diagnóstico de la tortícolis congénita generalmente se realiza a través de un examen físico. En algunos casos, se puede requerir una resonancia magnética o una tomografía computarizada para confirmar el diagnóstico.
La tortícolis congénita puede tener un impacto significativo en el crecimiento y el desarrollo del bebé. Puede afectar la capacidad del bebé para mover la cabeza y el cuello, lo que puede dificultar la alimentación y el sueño. Además, puede causar un desarrollo asimétrico de la cara y el cráneo, lo que puede resultar en una apariencia facial desigual.
El tratamiento para la tortícolis congénita se centra en mejorar la movilidad del cuello y la cabeza del bebé. Esto generalmente se logra a través de la fisioterapia, que puede incluir una variedad de ejercicios y técnicas para estirar y fortalecer los músculos del cuello.
En algunos casos, la cirugía puede ser necesaria para liberar el músculo del cuello y permitir un mayor movimiento. Sin embargo, la cirugía generalmente se considera como último recurso y solo se recomienda cuando otros tratamientos no han tenido éxito.
La tortícolis congénita puede ser un desafío, pero con el apoyo de un fisioterapeuta y la información adecuados, puedes manejar esta condición con éxito. Si quieres aliviar y recuperarte de la tortícolis no dudes en consultar nuestra guía.
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