Teniendo en cuenta las nuevas formas de relacionarnos los seres humanos entre nosotros por las tendencias de adaptación a las circunstancias y cambios en el medio cultural y social, la convivencia en pareja continúa como opción prioritaria en España (INE, 2023).
Este dato está ligado a una tendencia ascendente a que se rompa una pareja cada cinco minutos aproximadamente según indica el Instituto sobre la evaluación de la familia en España (IEFE, 2016). España ocupa el quinto puesto con un 61% de rupturas de pareja.
Se puede operativizar el concepto de pareja como la formación de dos personas que guardan entre sí algún tipo de relación o semejanza, haciendo más referencia a la vinculación amorosa y no al estatus jurídico de la relación.
Una relación de pareja es definida por un nexo de amor que surge entre dos personas, por tanto, la base de la relación de pareja es la unión sentimental que une a los dos miembros.
El mundo interno de la pareja es tremendamente amplio ya que las características de las relaciones de pareja son dependientes de cada culturalidad y momento histórico. Existe una dimensión atemporal en la pareja, y es que puede llegar a ser la relación de pareja una experiencia tremendamente gratificante. Y esta sensación si es una experiencia universal.
Los dos primeros son de tipo social y por tanto, son dependientes de la cultura. El último si tiene un componente biológico, por lo que es específico en cada individuo.
Es fundamental entender el amor, no como la causa, sino como un resultado. El amor, al igual que el desamor, es una experiencia biográfica transaccional que se produce en el contexto de relaciones e interacciones que mantenemos las personas.
El papel del contexto es la base para entender cómo las emociones y acciones que denotan el “estar enamorados” aparecen en condiciones donde las transacciones son muy gratas y recompensantes. Por el contrario, las emociones y acciones que denotan “desenamorarse” surgen en contextos en los que las transacciones resultan aversivas o desagradables entre los miembros.
Según M. Costa y E. López (2002), se pueden agrupar en estas causas el por qué una pareja entra en conflicto y puede romperse:
Todos ellos, a su vez, pueden agruparse en el intento inconsciente de influir en el otro y de tener control, dando lugar a una incompatibilidad que genera diferencias, polariza y entrampa mutuamente a los miembros de la pareja. Este es justamente el origen del conflicto en la pareja.
Un buen momento para plantearse acudir a terapia de pareja es:
Desde la intervención psicológica en terapia de pareja se tienen en cuenta y se trabajan los factores personales biográficos como la reactividad emocional, expectativas o sesgos, habilidades de comunicación y de manejo del estrés, así como las habilidades de solución de problemas. También son trabajados los factores del entorno físico y social.
El análisis de una relación de pareja no se reduce a la conducta de una persona, sino que se centra en las consecuencias de las interacciones entre los miembros. Las conductas de los miembros a su vez son consideradas con respecto al contexto/entorno donde aparecen.
De forma general se trabajan:
Cuando identifiquemos algún síntoma individual como tristeza, ansiedad o frustración o sintamos que algo en la relación no va bien, existiendo o no conflictividad, es importante detenerse y ver que puede estar sucediendo. Muchas veces las personas acuden a consulta por la percepción de un síntoma que se atribuye como algo individual, sin embargo, en muchas ocasiones va a tener mucho que ver con el otro. O dicho de otro modo, cada uno va a tener una parte de responsabilidad por lo que acudir a terapia de pareja puede convertirse en un espacio magnífico para identificar el origen de una problemática y poder transformar al individuo y/o a la pareja.
Si quieres seguir informándote sobre el poder de la terapia de pareja para mejorar tu relación consulta nuestra guía.
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