En los últimos años, especialmente tras el COVID, son frecuentes las noticias que señalan el deterioro de las condiciones de trabajo del personal sanitario, especialmente en atención primaria. Normalmente señalamos como principal damnificado por esta situación al usuario de los servicios. Sin embargo, existe una preocupación creciente por la salud del propio facultativo, diversos estudios coinciden que aproximadamente un tercio de los profesionales de atención primaria presentan niveles altos de desgaste o burnout.
El síndrome de burnout, mayormente traducido como síndrome del trabajador quemado, también es conocido como síndrome de Tomas, en referencia a la novela La insoportable levedad del Ser. Su personaje central, Tomas, es un torturado cirujano que, por diversas y complejas cuestiones, vive un proceso de pérdida de motivación, desilusión y vacío afectivo.
“Las palabras ayudar a la gente no le sugerían a Tomas, desde la infancia, más que una sola actividad: la medicina”.
Milan Kundera, La insoportable levedad del Ser (1984).
El término síndrome de burnout es acuñado por primera vez por Herbert Freudenberger en los años setenta. Este psicólogo alemán, neoyorquino de adopción, trabajaba en un centro de atención a toxicómanos. Entre sus compañeros identificó un perfil de persona implicada, motivada y muchas veces voluntaria, que en un periodo aproximado de un año comenzaba a mostrarse estresada, hundida y decepcionada. El personal sufría una progresiva pérdida de energía hasta el agotamiento con frecuentes cuadros clínicos de ansiedad y depresión.
En los años posteriores aumenta el interés por este fenómeno. Destacan las aportaciones de la psicóloga Cristina Maslach, que acota el síndrome a tres pilares sintomáticos básicos (Maslach, 1978):
La persona afectada manifiesta síntomas de agotamiento emocional, cansancio físico y psicológico. Frecuentemente, en un intento de autoprotección, se aísla desarrollando una actitud fría y distante frente al otro. Emerge una falta de empatía y compromiso con su trabajo con los consiguientes sentimientos de frustración e inadecuación que chocan con el contexto laboral. Los conflictos a menudo se multiplican en un círculo vicioso que generan más frustración y agotamiento.
¿Cómo llegamos a quemarnos? No sucede de un día para otro. Ya en los años ochenta, Jerry Edelwich y Archie Brodsky (1980) elaboran un modelo de cuatro fases que resulta muy interesante para explicar el proceso:
Es importante no olvidar que los modelos de fases no deben ser entendidos de manera rígida o literal. Se corre el riesgo de estandarizar un proceso que es estrictamente individual y por tanto afectado por contextos vitales específicos de cada caso. Además, no tiene por qué producirse de forma lineal y secuenciada. Su interés reside en considerar las etapas como procesos o lugares comunes que describen el proceso y que pueden orientar la prevención y tratamiento del burnout.
En las últimas décadas, el burnout ha dejado de ser considerado patrimonio de profesiones sociosanitarias. Así, surgen definiciones más amplias, no restringidas a las profesiones de cuidado o ayuda, sino a todas aquellas en la que existe una interacción con el otro. El burnout sería el estado de agotamiento mental, físico y emocional producido por la involucración crónica en el trabajo en situaciones con demandas emocionales (Pines et Aronson, 1998).
Al fin y al cabo, el síndrome de burnout afecta a profesiones cuyo objeto de trabajo son las personas. La investigación se ha centrado especialmente en el personal sanitario, sin embargo, se trata de un fenómeno que implica a otros colectivos como profesores, educadores, trabajadores sociales, policías o funcionarios de prisiones o incluso cualquier puesto que implique la gestión o coordinación de recursos humanos.
Frecuentemente se confunde con el estrés laboral propio de otros ámbitos. Sin embargo, el factor característico del síndrome de burnout es que el desgaste emerge de la interacción entre la persona trabajadora y la receptora del servicio. No es solo cuestión de estar quemado por un trabajo rutinario, una jefatura incompetente o unos horarios interminables, implica el desgaste emocional y psicológico producto de un trabajo con altas demandas de empatía y contacto social.
Al igual que en cuadros de estrés laboral, las manifestaciones clínicas más frecuentes refieren síntomas ansiosos o propios de un estado anímico decaído. En el caso del burnout, también se produce una sensación de vacío y distanciamiento afectivo que alimenta actitudes de apatía, cinismo e incluso hostilidad. Actuar ante los primeros signos es clave para evitar el agravamiento de los síntomas. Puedes pedir cita con un psicólogo para que te ayude a salir de esta situación.
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