La rosácea es una enfermedad inflamatoria cutánea crónica que afecta principalmente la piel de la cara. El signo típico es el enrojecimiento facial pero puede existir un amplio espectro de lesiones que pueden desarrollarse. También existe una variante granulomatosa en la que se observan pápulas faciales del color de la piel o rojo-pardas y persistentes. Algunos autores consideran la rosácea conglobada, que se caracteriza por una erupción de lesiones inflamatorias quísticas que curan con formación de cicatrices, y la rosácea fulminante (piodermia facial) pertenecen al espectro de la rosácea.
En la rosácea fulminante, por lo general, afecta a mujeres jóvenes, a veces durante el embarazo. En casos más evolucionados, la rosácea conlleva aumento de tejidos blandos. Típicamente este exceso de tejido afecta a la nariz, pero también puede observarse en otras regiones faciales.
Las causas exactas de la rosácea no se conocen completamente, pero se han identificado varios factores que pueden desencadenar o empeorar los síntomas. Estos pueden incluir:
Aunque no se conoce una causa exacta, se cree que la rosácea es el resultado de una combinación de factores genéticos, ambientales y vasculares. Algunos de los síntomas y signos más comunes de la rosácea incluyen:
Es importante destacar que la rosácea es una afección crónica y no tiene cura definitiva, pero existen tratamientos que pueden ayudar a controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de quienes la padecen. Entre los tratamientos para la rosácea figuran los antibióticos tópicos y orales, fármacos inmunomoduladores tópicos, alfahidroxidácidos y betahidroxiácidos tópicos, fármacos tópicos alfa adrenérgicos, fármacos antiparasitarios, retinoides tópicos y orales y tratamiento con fuentes de luz (láser y luz pulsada intensa). Consulta con un dermatólogo si crees que padeces alguno de los síntomas.
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