La depresión puede ser definida como uno de los tipos de alteración del estado de ánimo, caracterizada por un sentimiento de tristeza constante y una pérdida de interés y placer por actividades habituales que anteriormente la persona desarrollaba.
Según recoge el DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), el trastorno depresivo mayor se caracteriza por la presencia de los siguientes síntomas:
Los síntomas presentes en el trastorno depresivo mayor causan a la persona afectada un malestar clínicamente significativo que repercute negativamente en áreas importantes de su funcionamiento, entre las que se encuentran la vida social, familiar y el entorno laboral, lo que en consecuencia puede suponer un impacto a nivel social, personal y económico.
Para poder establecer un diagnóstico de depresión mayor es imprescindible que al menos cinco de los síntomas anteriormente mencionados hayan estado presentes durante un episodio mínimo de dos semanas de duración (aunque generalmente la duración suele ser superior a este período). Se puede realizar dicho diagnóstico tras la presencia de un único episodio depresivo mayor sin que haya antecedentes de otros episodios anteriores o cuando ya se han producido al menos dos separados por varios meses.
Desde el marco de las terapias contextuales, que es desde el que yo abordo la temática de la depresión, esta no se considera como una enfermedad, sino como un problema vital que está relacionado con la historia de aprendizaje del individuo; es decir, las causas no estarían dentro de la persona -por ejemplo, déficit de neurotransmisores, cogniciones distorsionadas- sino en cómo esta va respondiendo y va guiando sus acciones en el contexto. Las terapias contextuales incluirían al grupo de las terapias de tercera generación y engloban la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Psicoterapia Analítica Funcional (FAP), Mindfulness, Terapia Dialéctico Conductual (TDC) y la Terapia de Activación Conductual (AC).
El problema de depresión hace que la persona se enfoque en los fracasos, enfatice lo negativo. Afecta a los pensamientos y hace que se infravaloren las capacidades, que cueste más resolver problemas, que haya cuestionamiento de la valía personal, en definitiva, hace que se distorsione la realidad. Hay algunos autores que consideran a la depresión como la principal responsable de los suicidios consumados, tanto en pacientes depresivos como en otros pacientes con otra problemática que presentan sintomatología depresiva comórbida. La tasa de suicidio es en los pacientes depresivos 30 o 40 veces mayor que en la población general.
La mejor actuación ante la conducta suicida sería la prevención primaria o, lo que es igual, prevenir las conductas suicidas antes de que se produzcan.
Ante cualquier signo de riesgo nos hemos de poner en contacto con un profesional. Una persona que amenaza con quitarse la vida nos la tenemos que tomar en serio, pues, aunque a priori nos pueda parecer una llamada de atención, nunca podemos estar seguros de si la persona será capaz de llevar la acción a cabo o no. En todo caso, para prevenir lo mejor es tratar la depresión. Y desde las terapias contextuales, una de las que ha mostrado mayor o al menos igual eficacia que otras terapias basadas en evidencia sería la Terapia de Activación Conductual (AC) que nace de los primeros modelos conductuales para la depresión.
Consiste en recuperar aquellos comportamientos saludables reduciendo las conductas depresivas, independientemente de los pensamientos y estados de ánimo desagradables que suela haber en ese momento. A los consultantes se les explica que las actividades dan lugar a un cambio en el patrón de pensamiento y emociones. El terapeuta ha de ser muy paciente y muy comprensivo, ha de ser alentador frente a las dificultades que surjan. Es una terapia basada en valores, otro de los aspectos importantes de este modelo.
Durante el proceso la persona descubre, junto al terapeuta, la vida que desea construir y se hace una programación muy gradual de actividades para que estén en línea con dichos valores. En definitiva, no es activarnos de cualquier forma y a cualquier precio, no es un proceso de coaching: se ha de hacer una evaluación exhaustiva para saber por dónde comenzar. Aunque es una terapia que puede parecer sencilla esto no quiere decir que no sea una terapia exenta de obstáculos. De hecho, la programación de actividades va necesitar la ayuda de un psicólogo que conozca a fondo este tipo de tratamiento.
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