Cualquier persona que haya sufrido un ataque de pánico sabe que no es una experiencia fácil de olvidar. No solo por las sensaciones físicas que se experimentan sino por las secuelas emocionales y pensamientos que se desencadenan a consecuencia de ello. Los sentimientos de angustia y pérdida total del control, hacen que la mayoría de personas que han vivido un ataque de pánico, lo describan como una de las experiencias más desagradables de su vida.
Afortunadamente, también es un episodio que podemos aprender a manejar, siempre y cuando se tenga la información y recursos necesarios para ello.
En primer lugar, hemos de tener en cuenta que un ataque de pánico es una respuesta de miedo intenso, ante lo que nuestro cerebro interpreta como una amenaza. Esta activación se produce en la amígdala, una estructura cerebral encargada entre otras cosas de la autorregulación emocional. Debido a esta activación se desencadenan en nuestro cuerpo una serie de síntomas que provocan un gran malestar, tales como:
Es importante resaltar que esta experiencia de amenaza es subjetiva, por lo que puede producirse ante cualquier estímulo o contexto en el que nos sintamos emocionalmente amenazados.
Por ejemplo, ante una exposición en público, una ruptura sentimental, un examen, una comida con los amigos e incluso viendo una película. Esta situación resulta de lo más desconcertante para quienes la padecen, porque sienten que su vida está muy limitada física y socialmente, provocándoles una sensación de pérdida de control.
Es muy frecuente que, poco a poco las personas que sufren ataques de pánico eviten hacer aquello que se los provoca para aliviar su malestar, pero con el tiempo se dan cuenta que su problema no disminuye sino que aumenta, dado que la evitación de aquello que les genera miedo no hace más que empeorar su ansiedad, llegando en los casos más graves a aislarse socialmente y tener una vida muy limitante.
En segundo lugar, otro de los grandes problemas que sufren las personas que tienen problemas de ansiedad es la incomprensión que padecen a nivel social. Existe la creencia popular que para sufrir algún trastorno de ansiedad, las personas tienen que presentar grandes problemas en su vida y cuando esto no ocurre se les juzga de una manera severa, aumentando su inseguridad y baja estima entre quienes la padecen. Por ello, es importante eliminar cualquier juicio de valor y practicar la escucha activa antes de realizar comentarios que puedan herirles. Usar frases como: “parece que lo estás pasando muy mal”, “cómo te puedo ayudar” o “si me necesitas puedes contar conmigo” resultan mucho más comprensivas que: “te preocupas por tonterías”, “eres un exagerado” o “¿y tú qué motivos tienes para estar así?”.
También es importante resaltar que los ataques de pánico no están exclusivamente ligados a la población adulta, también pueden aparecer en adolescentes y niños. Siendo en este último caso más difíciles de detectar, por ello si tu hijo/a presenta dolor abdominal sin causa física aparente, sensación de mareo o desvanecimiento, nerviosismo, irritabilidad, insomnio y disminución del rendimiento escolar, es importante que acudas al pediatra para que realice una primera evaluación y, si es conveniente lo derive a un psicólogo infantil.
Una vez que hemos descrito cómo se presenta una ataque de pánico, cabe preguntarse…
Aunque suele presentarse sin previo aviso, es importante que tengas en cuenta que la mente no sube de cero a mil en un segundo, por ello aquí te dejo unos sencillos consejos a poner en práctica:
Cuando comienzas a sentir malestar pero los síntomas no son tan graves:
Aquí la intensidad de los síntomas es muy alta, es cuando más miedo puedes pasar:
En definitiva, podemos recalcar lo siguiente:
Si estás interesado en comprender los ataques de pánico puedes consultar nuestra guía para saber afrontarlos.
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