Cuando nos citamos en una consulta de psicología, es importante conocer la orientación terapéutica del profesional con el que vamos a trabajar. Existen distintas orientaciones y escuelas, que se fundamentan en distintos modelos y teorías para abordar las problemáticas que se presentan en consulta.
Cada modelo y cada fundamento teórico parte de una serie de premisas en cuanto al funcionamiento de la mente humana y, por ende, la conducta humana. No podemos olvidar que la psicología es, en esencia, una ciencia que trata de explicar la conducta humana y discernir lo que sería un comportamiento adaptado de los comportamientos desadaptativos, y brindando la ayuda adecuada para resolver estos últimos.
Los comportamientos adaptados serían aquellos que son adecuados a las circunstancias vividas, dentro de unas normas sociales y culturales, y, por tanto, los desadaptativos son aquellos que no son adecuados y que suponen o pueden suponer un perjuicio para la persona y/o para los demás.
Revisar la historia de la psicología como ciencia implica retrotraernos hasta el siglo XIX y las primeras orientaciones con base científica, destacando sobre todo el conductismo. El conductismo entiende la conducta humana como una respuesta que se puede condicionar por medio de estímulos. Partir de este modelo, supone reducir la mente humana a una caja negra en la que no se puede introducir el ejercicio de la voluntad, consiguiendo modificar la conducta humana a base de premios y castigos.
Frente a este reduccionismo, surge en la década de los 50 del siglo pasado, una nueva corriente terapéutica, la terapia humanista, que pone el acento, sobre todo, en el ejercicio y cultivo de la voluntad y de la bondad esencial que, suponen, tenemos todas las personas.
Hubo dos grandes impulsores de esta corriente, Rogers y Maslow, a los que luego se añadirían otros nombres importantes de la historia de la psicología, como Frankl, Perls, May, Gendlin y otros.
Hay seis premisas básicas bajo las cuales se diseñan los procesos de intervención terapéutica en una terapia humanista:
Basándose en estas premisas, y apoyándose en el trabajo pionero desarrollado por Maslow y Rogers, a lo largo del tiempo se han ido desarrollando distintos tipos de intervenciones terapéuticas. Es importante indicar aquí que ninguna de ellas ha conseguido tener evidencia científica, algo muy importante hoy en día, ya que es prioritario, por código deontológico, que un profesional desarrolle su trabajo con intervenciones basadas en la evidencia.
El no haber conseguido tener evidencia científica no se debe, en todo caso, a que no se obtengan resultados con este tipo de intervención terapéutica, sino a que los profesionales que trabajan bajo este modelo no han registrado de manera sistemática los resultados.
Cada tipo de intervención terapéutica se focaliza en cuestiones concretas relacionadas con la experiencia. Así, por ejemplo, la logoterapia (Frankl, 2015) se enfoca en encontrar un sentido a aquello que es difícil para nosotros, y, por ende, a nuestra vida. El análisis transaccional (Berne, 2022) se focaliza en las relaciones personales, que entiende como transacciones. La terapia centrada en la persona (Rogers, 2023), se centra en encontrar congruencia entre el autoconcepto que cada uno tiene de sí mismo, y lo que experimentamos día a día. El focusing (Gendlin, 1982) da importancia a las sensaciones corporales y lo que experimentamos en cada momento concreto. La bioenergética (Lowell, 2011) se centra en el estudio de los procesos energéticos del organismo humano, buscando como objetivo la obtención de placer, liberando la energía retenida como consecuencia de la activación de nuestros mecanismos de defensa. La gestalt (Perls, 2002) se centra en trabajar el presente, el aquí y ahora, darse cuenta de lo que se piensa, siente y de cómo se actúa, lo que va a ir permitiendo liberarse de los bloqueos que disminuyen el crecimiento personal y el estar en bienestar.
Si el profesional que nos atiende sigue una orientación humanista, hará un esfuerzo importante por ayudarnos a desarrollar responsabilidad sobre nuestra vida y nuestra conducta, impulsándonos a mirarnos y a aceptar las circunstancias y nuestra manera de ser. Al mismo tiempo, nos ayudará a enfocarnos en el presente, y a que podamos ver caminos alternativos para la toma de decisiones, incrementando nuestro nivel de conciencia e impulsándonos a crecer personalmente. El ambiente en consulta será un ambiente de confianza, seguridad, donde poder decir y expresar lo que sea que necesitemos, encontrando validación, aceptación, respeto y escucha.
Si bien, como se ha dicho anteriormente, esta orientación no dispone de intervenciones terapéuticas basadas en la evidencia, la realidad es que uno de los factores claves para el éxito terapéutico es precisamente una buena relación terapéutica, habiendo evidencia científica sobre ello.
Hoy en día, es creciente entre los profesionales de la psicología, una orientación terapéutica ecléctica, y/o integradora. Estas dos orientaciones responden a no estar mediatizado por una orientación determinada, conociendo varias y, dependiendo de la persona que esté en consulta, trabajar con aquellas técnicas e intervenciones que mejor se adecúen a las circunstancias y necesidades presentadas. También es importante saber que existen, para distintos tipos de dificultades, guías de práctica clínica que indican las líneas de tratamiento a seguir, con evidencia científica. Dentro de estas guías de práctica clínica no se encuentran las terapias humanistas.
En España, la persona que acude a una consulta de psicología tiene derecho a elegir la línea de tratamiento que quiere seguir. Por tanto, lo ideal es que, primero, preguntes al profesional su orientación terapéutica, y posteriormente, cuando el profesional, mediado el diagnóstico, te proponga las líneas de intervención, pidas las explicaciones que consideres adecuadas, para poder decidir bajo qué línea de intervención quieres trabajar. No dudes en pedir cita con un psicólogo si tienes alguna duda.
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