La emetofobia es un tipo de fobia específica caracterizada por un miedo intenso y continuado relacionado con el vómito, en sus múltiples manifestaciones. A pesar de no ser un trastorno muy conocido entre la población, sus consecuencias a nivel de salud física y mental son severas, siendo frecuente tanto el deterioro psicosocial en distintas áreas de la vida de la persona, como también el incremento de los casos de desnutrición.
Además, la emetofobia dispone de alta comorbilidad con otros trastornos, ya que puede incrementar las probabilidades de que la persona que sufra este problema experimente en el futuro un trastorno de conducta alimentaria, un trastorno de pánico o incluso agorafobia.
Existen factores multifactoriales que explican el origen de la emetofobia desde diversos ámbitos, que pueden ser distintos en cada paciente, por lo que es preciso realizar una evaluación clínica pormenorizada del problema. Es común que la exposición a factores traumáticos relacionados con el vómito (como presenciar una intoxicación alimentaria que requiere el ingreso en el hospital) o el aprendizaje observacional de personas allegadas (como ver a un familiar vomitando frecuentemente) sean factores decisivos en el desarrollo de la emetofobia.
Disponer de una personalidad obsesiva, relacionada con la alta necesidad de control, así como tener hipersensibilidad al estrés, suelen ser también factores desencadenantes de este trastorno.
Sin embargo, al igual que los factores multifactoriales de origen, son los llamados factores de mantenimiento los que promueven e incrementan la continuidad de la emetofobia en el tiempo, puesto que realimentan al problema a partir de las consecuencias generadas. Las conductas de aseguración y las conductas de huida o evitación, abajo detalladas, son ejemplos de tales factores.
Por un lado, las conductas de aseguración son medidas de control obsesivo que la persona decide tomar para evitar las náuseas y el posterior vómito. Controlar de manera obsesiva las fechas de caducidad de los alimentos o tomar fármacos antieméticos de libre acceso, son ejemplos de ello.
Por otro lado, las conductas de huida o evitación tienen el objetivo de escapar de ciertas situaciones ambientales donde la persona puede tener acceso a estímulos que incrementen sus náuseas, por ejemplo, el contacto con alimentos en descomposición o personas enfermas. Estas conductas son reforzadores negativos, en la medida en que la persona afirma tener una sensación de control positivo al disminuir su ansiedad ante la exposición al vómito, pero a su vez, pueden incrementar el aislamiento social y fomentar el mantenimiento de la emetofobia a lo largo del tiempo.
La emetofobia es un trastorno de ansiedad, una fobia específica al vómito y a todo aquello relacionado con él.La emetofobia es un trastorno tratable, que tiene solución, siendo varios los estudios científicos que reflejan la idoneidad de la terapia cognitivo-conductual en su tratamiento psicológico. En dicho sentido, este tipo de terapia ahonda en la necesidad del paciente en recibir una completa psicoeducación del trastorno y sus consecuencias inmediatas, poniendo énfasis en tres aspectos esenciales:
A pesar de que la terapia cognitivo-conductual es la terapia que mejor puede ayudar al paciente con emetofobia, es frecuente entre los profesionales utilizar otro tipo de terapias que potencien una mejoría terapéutica más rápida y eficaz. Por ello, es frecuente que el profesional utilice de manera adicional la terapia de aceptación y compromiso, las terapias enfocadas en el tratamiento del trauma y la terapia farmacológica, siendo enfoques complementarios a la terapia cognitivo-conductual.
La emetofobia es un trastorno de ansiedad, una fobia específica al vómito y a todo aquello relacionado con él. Sus causas de aparición son multifactoriales, aunque son los factores de mantenimiento los que ocasionan un mayor deterioro psicosocial.
A pesar de ser un trastorno con importantes consecuencias, incrementando la comorbilidad con otros trastornos, la emetofobia dispone de tratamientos psicológicos que pueden eliminar su sintomatología. El tratamiento cognitivo-conductual, en unión a otros tratamientos adaptados a las características y circunstancias de cada paciente (incluyendo el tratamiento farmacológico) es la vía más recomendada para lograr una rápida y eficaz mejoría clínica.
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