Durante las últimas 4 décadas la prevalencia de sobrepeso y obesidad ha aumentado por lo que continuamente se investigan nuevas estrategias para disminuir su prevalencia.
Actualmente, la dieta keto o cetogénica se ha vuelto muy popular como una dieta para perder peso. En este artículo, mostraré si realmente es un método efectivo y saludable para perder peso a largo plazo.
La dieta cetogénica es un tratamiento dietético donde hay un alto aporte de grasas y un bajo o muy bajo aporte de carbohidratos (normalmente menos de 50 g al día, que equivale a un 5-10% de valor calórico total). Las grasas presentan el mayor aporte que es entre un 65-80% y las proteínas entre un 20-25% del valor calórico total.
Fue diseñada por el Dr. Russell Wilder y se comenzó a utilizar en la Clínica de Mayo en 1921. Se utilizó para tratar niños con epilepsia grave, ya que los episodios de epilepsia disminuían al disminuir los valores de glucemia e insulina y al aumentar la producción de cuerpos cetónicos.
Con el alto aporte de grasas y bajo aporte de carbohidratos en la dieta cetogénica se busca un cambio en el metabolismo y en el sustrato energético corporal.
Cuando seguimos la dieta cetogénica, los niveles de glucemia se mantienen al mínimo (estado similar al ayuno). Debido a esto el páncreas secreta poca insulina y las células de nuestro cuerpo tienen que usar las grasas y proteínas como fuente de energía. Esto provoca un aumento de la concentración de cuerpos cetónicos o cetonas (fuente de energía alternativa) en sangre, produciendo un estado fisiológico llamado cetosis (3,0 -5,0 mmol/L). Para obtener los resultados deseados se deben mantener niveles de cuerpos cetónicos adecuados.
Es importante diferenciar entre estado de cetosis y cetoacidosis: la cetoacidosis (a partir de 6 mmol/L), estado patológico, se produce por un fallo en la regulación de la producción de cuerpos cetónicos, llevando a una acumulación de estos. En personas sanas no es común que suceda la cetoacidosis, normalmente ocurre en personas con diabetes o alcohólicos crónicos.
Los primeros síntomas que puedes experimentar cuando comienzas la dieta keto son los siguientes: dolor de cabeza, mareos, vómitos, halitosis, calambres, debilidad general y variaciones en la frecuencia intestinal.
Esta dieta se basa en un consumo casi exclusivo (90 %) de grasas y proteínas procedentes de carnes rojas, embutidos, quesos, huevos, mariscos, mantequillas, margarinas, aceites, mayonesas, mantecas, cremas de leche o yogur entero. Se deja un mínimo (un 10 %) para los hidratos de carbono extraídos de las verduras y frutas, y quedan prohibidos alimentos tales como las pastas, las harinas, el arroz, el pan y la bollería, las legumbres, el azúcar, las bebidas alcohólicas y la leche. El propio Atkins recomienda consumir suplementos de vitaminas y minerales, y el uso de laxantes para paliar la falta de fibra.
Según Atkins, la dieta a base de grasas estimula la secreción de acetona y de movilizadores de esta, suprimiendo la sensación de hambre y provocando una disminución de peso. Como ejemplo, se fundamenta en la imposibilidad de que los lípidos se transformen en grasas de reserva sin un aporte glucídico. Para Atkins, la obesidad es un trastorno metabólico común que se debe a los hidratos de carbono, y olvida por completo que, en más del 90 % de los casos, la obesidad es producida por un desbalance energético.
Cuando seguimos una dieta keto se ha observado que a corto plazo puede provocar una disminución de peso corporal o apetito y una disminución de resistencia a la insulina y de los triglicéridos. Pero también está correlacionada con un aumento de colesterol, especialmente LDL, el cual cuando se encuentra en exceso se acumula en las arterias y venas provocando aterosclerosis. También puede presentar riesgos hepáticos, renales y cardíacos.
Además, es importante tener en cuenta que la excreción por orina de micronutrientes (minerales y vitaminas) está aumentada mientras seguimos la dieta keto y si no cubrimos este déficit a largo plazo nos puede afectar en nuestra salud ósea, inmunidad, entre otros procesos metabólicos. Por ello se requiere una ingesta adicional principalmente de: sodio, potasio, magnesio y se puede requerir un aumento de ingesta de otros micronutrientes como: calcio, vitamina D, selenio, magnesio, zinc y fósforo.
La evidencia científica nos dice que para tener un peso saludable la clave es la adquisición de correctos hábitos alimenticios y de actividad física. Y específicamente este tipo de dieta no está relacionada con este objetivo.
Además, al ser tan restrictiva, es difícil el seguimiento, ya que restringe el consumo de vegetales, frutas y cereales los cuales son de consumo habitual. Por lo que mantenerla a largo plazo es difícil y es probable que cuando se retome con una dieta normal, se recupere el peso.
Actualmente no existe evidencia científica a largo plazo que nos demuestre su seguridad y eficacia. La utilización de este tipo de dieta debe ir siempre acompañada de un nutricionista y no abusar de su uso.
Por ello, actualmente si quieres perder peso, la mejor opción es realizar un proceso de cambio de hábitos, idealmente personalizado y acompañado por un nutricionista, de forma que puedas mejorar tu estilo y calidad de vida a largo plazo. Si quieres explorar sobre los distintos tipos de dietas puedes consultar nuestra guía.
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