La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es la principal causa de pérdida de visión en personas a partir de los 50 años y aumenta exponencialmente en las siguientes décadas. La DMAE es una verdadera epidemia en aumento, que afecta actualmente a aproximadamente el 20% de las personas de 85 años o más. En la actualidad, afecta al 8,7% de la población mundial, con una estimación de 196 millones en 2020, que aumentará a 288 millones para el año 2040.
La DMAE es una enfermedad multifactorial y compleja, con componentes genéticos y ambientales, además de procesos específicos de senescencia celular. Se han descrito más de 30 variantes genéticas asociadas a la DMAE, la mayoría de ellas relacionadas con el sistema del complemento, un mecanismo ancestral de defensa del organismo de las infecciones y del control inflamatorio. En este caso, los defectos genéticos que llevamos desde el nacimiento no se manifiestan hasta la quinta, sexta o séptima década de vida.
Sin embargo, la predisposición genética sólo explica una parte de la enfermedad. La otra parte la explican los factores denominados ambientales, que hoy en día denominamos factores epigenéticos. De esta forma, la predisposición genética de base, de la que partimos, viene modulada, aumentada o disminuida, por estos factores ambientales o epigenéticos. Cuando hablamos de factores epigenéticos nos referimos a todas aquellas cosas que hacen que los genes se expresen en mayor o en menor medida. En este caso los hábitos tóxicos (fumar, alcohol, etc.), sedentarismo, obesidad, dieta no saludable, poco descanso, van a jugar un papel clave en agravar la predisposición genética de base.
En la DMAE, en las fases precoces o intermedias, se produce un mal funcionamiento de las células de la retina, especialmente las células del epitelio pigmentario. Esto resulta en la acumulación de desechos y materiales residuales en diferentes capas de la retina, generando un círculo vicioso de engrosamiento por productos de deshecho y de inflamación local.
Con el tiempo, las células del epitelio pigmentario pierden su capacidad de realizar sus tareas normales, lo que conduce a la muerte prematura de los fotorreceptores (las principales responsables de la visión) y, progresivamente, de las propias células del epitelio pigmentario. Esta progresión lleva a las formas avanzadas de la enfermedad, como la forma atrófica o seca, donde se desarrollan áreas de muerte de la retina conocidas como focos de atrofia.
Estos focos aumentan con el tiempo, afectando cada vez más áreas de la mácula y provocando una pérdida irreversible de la visión. Otra forma avanzada es la forma húmeda, también conocida como exudativa o neovascular. Esta forma representa un intento reparador del propio organismo, donde el ojo envía neovasos (nuevos vasos sanguíneos) como auxilio para intentar prevenir la muerte celular; sin embargo, estos neovasos anormales son aberrantes y no producen una reparación ordenada, provocando exudación e inflamación, lo que resulta en fibrosis y cicatrización de la retina con la consiguiente pérdida irreversible de visión.
En cualquier caso, el estadio final de cualquier persona con DMAE sería la forma atrófica, que al tratarse de un proceso de muerte celular es muy difícil de resolver, ya que viene asociado al envejecimiento, degeneración y muerte del tejido.
La DMAE puede pasar desapercibida en un principio, y se va teniendo menos visión cuando hay poca luz, apareciendo paulatinamente manchas en diferentes zonas del campo visual más central, dificultando sobre todo la visión de lectura. Se va perdiendo la visión central lentamente pero progresivamente.
En algunas ocasiones, especialmente en las formas húmedas, se ve deformado cuando la exudación afecta al centro de la mácula.
El ojo es mucho más sensible a ver deformado que a percibir defectos en la visión, por lo que es muy útil examinar la función visual mirando alguna rejilla o cuadrícula, con cada ojo por separado. A veces, en un principio, las zonas de atrofia no afectan la visión más central, sino que lo hacen alrededor, y esto es un poco engañoso para las personas que conviven con los pacientes, ya que estos son capaces de tener un islote de visión central que les permite ver detalles de cosas muy pequeñas, pero a la vez tienen mucha pérdida de visión paracentral, con lo cual no pueden desarrollar sus tareas con normalidad; sería como si estuvieran viendo a través de una escopeta, lo cual es totalmente ineficaz y por supuesto no pueden leer al no poder encadenar las letras y las palabras.
Muchas veces estos pacientes son poco comprendidos por su entorno, ya que a la vez que refieren tener muy mala visión, son capaces de ver cosas pequeñas a través de estas pequeñas rendijas de retina preservada, lo que confunde a sus familiares, los cuales tienden a creer que el o la paciente exagera sus síntomas, y suele haber, sin querer, un cierto negacionismo inconsciente por parte de los familiares cuando estos intentan animar a la persona enferma diciéndole que no están tan mal.
El riesgo genético no puede modificarse, sin embargo, como hemos visto anteriormente, esta enfermedad viene modulada por factores epigenéticos. Por lo tanto, si una persona, por ejemplo, tiene riesgo genético y además fuma, su riesgo de padecer la enfermedad se incrementa.
Evitar el consumo de tabaco y de alcohol son determinantes. Así mismo, realizar ejercicio y evitar el sobrepeso también van a tener incidencia directa en la enfermedad.
Por otro lado, comer una dieta rica en grasa y en azúcar perjudica la enfermedad mientras que una dieta mediterránea, con pescado, frutos secos, aceite de oliva, fruta y verdura fresca, no carnes rojas ni azúcares, etc. nos va a mejorar la enfermedad, seguramente por el impacto que esta dieta beneficiosa va a tener en la microbiota intestinal y la influencia de la misma en la modulación del estado inflamatorio sistémico del organismo. No dormir suficientemente pueden afectar el metabolismo y regeneración de los tejidos cerebrales, y por consiguiente del ojo, ya que no deja de ser una parte del cerebro que está expuesta al exterior para poder captar las imágenes.
Para la detección precoz de las formas húmedas, y así poder iniciar el tratamiento con la mínima pérdida posible, es aconsejable examinar periódicamente alguna cuadrícula o rejilla en visión cercana con cada ojo por separado. Esta maniobra sencilla puede detectar casos de exudación muy iniciales. Sin embargo, no siempre funciona suficientemente, por lo cual son recomendables visitas preventivas con un oftalmólogo especialista en retina.
La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es la principal causa de pérdida de visión en personas mayores de 50 años. Es una epidemia en aumento que afecta aproximadamente al 20% de las personas mayores de 85 años. La DMAE es causada por factores genéticos y ambientales. En las etapas tempranas, se produce un mal funcionamiento de las células de la retina, acumulando desechos y causando inflamación. Con el tiempo, se produce la muerte celular y la progresión de la enfermedad, resultando en las formas avanzadas atrófica y húmeda.
Los primeros signos incluyen:
La prevención implica evitar factores de riesgo como el tabaco y el alcohol, mantener un peso saludable, hacer ejercicio y seguir una dieta equilibrada, como la mediterránea, y dormir suficientemente.
La detección precoz de las fases avanzadas será crucial para poder iniciar tratamientos de forma temprana y así evitar pérdidas irreversibles de visión, de las cuales hablaremos en próximos artículos.
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