El abuso sexual es un problema de salud pública que refleja una violación de los derechos humanos en miles de personas alrededor del mundo, sobre todo niños y adolescentes (Pinto, 2014). La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2009) define el abuso sexual como el involucramiento de un individuo en una actividad sexual ocurrida sin su consentimiento o bajo la coacción de una de las partes involucradas.
Actualmente, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2023) en España, los abusos y agresiones sexuales (tanto en adultos como en menores) están al orden del día; realizándose un total de 161 condenas por tales hechos en adultos y 389 en menores de 16 años durante el 2022. Además, Echeburúa y Subijana (2008) afirman que sólo se denuncia un 15% de los casos debido a la dureza del proceso judicial y/o a la coacción ejercida por el abusador.
En primer lugar, debemos señalar que no existe una sintomatología clara y específica para detectar posibles abusos sexuales. En psicología, estos son considerados como experiencias traumáticas en la vida del individuo a las que deberá enfrentarse según su personalidad, resiliencia y concepción de su mundo exterior e interior. Por ese motivo, los datos epidemiológicos son variables, señalando el impacto de un abuso sexual dependerá de diversos factores (Cantón-Cortés y Cortés, 2015):
Es importante destacar que tales factores no actúan de forma aislada, más bien establecen una red funcional que determinará la atenuación de la vivencia traumática. Como podéis imaginar, cuánto menor edad tiene la víctima, mayor impacto tendrá esta vivencia, ya que su sistema cognitivo y afectivo está en fases de desarrollo y, posiblemente, no ha tenido tiempo de elaborar tales estrategias.
Es entonces cuando aparece el riesgo de desarrollar trastornos como:
Esos trastornos son los que suelen llegarnos a consulta, ya que muchas veces las personas ni siquiera son conscientes de haber sufrido un abuso sexual en el pasado debido a la mágica y protectora capacidad de nuestro cerebro para esconder en un recoveco de nuestra memoria emocional aquellos hechos de elevado impacto emocional que han podido ser causantes de una ruptura total de nuestras creencias y la forma en cómo observamos nuestro entorno.
Trabajar única y exclusivamente un abuso sexual en terapia es no prestar atención a todos los aspectos del individuo. Debemos tener claro que la experiencia de abuso sexual es un trauma en la historia de vida del paciente, pero no por ello es la explicación del porqué actúa, piensa y siente así. Debemos trabajar todas y cada una de sus experiencias traumáticas, comprender su forma de ser, cómo entiende el mundo, su forma de vincularse con otros y consigo mismo/a, será necesario comprender cada una de las experiencias, reelaborándolas y fomentando una nueva lectura que permita, a esa persona, vivir sin malestar. No dudes en pedir cita con un psicólogo si ha sufrido abuso sexual.
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