Desde el año 1973, cuando el equipo de Monashen consiguió el primer embarazo mediante técnica de reproducción asistida, hasta la fecha mucho ha sido el camino recorrido para clínicos, biólogos e investigadores que dedicamos buena parte de nuestro tiempo a la mejora en los resultados de las técnicas de reproducción asistida.
Durante estos años hemos dado nuevos enfoques a la medicina reproductiva, lo cual nos ha permitido cambiar conceptos y entender mejor el funcionamiento del sistema reproductor femenino y masculino.
Hoy en día tendemos a usar el término “disfunción reproductiva" cuando nos referimos a parejas con problemas de esterilidad o infertilidad. La imposibilidad de concebir tras un año de relaciones sexuales sin protección anticonceptiva debe ser el momento en el cual considerar el inicio de estudios y asesoramiento especializado, dirigiendo los estudios iniciales con pruebas contrastadas que diagnostiquen las posibles alteraciones.
En el estudio inicial de la disfunción reproductiva se deben tener en cuenta ambos miembros de la pareja, sin embargo en este artículo nos referiremos al estudio de la mujer.
Dado que la edad biológica de la mujer es un factor determinante en su capacidad reproductiva consideraremos necesario el inicio de los estudios cuando:
Cuando una mujer acude a la consulta especializada de fertilidad no solo nos limitaremos a indicar una serie de estudios sin dudas importantes, antes debemos conocer determinados aspectos que pueden estar relacionados con la disfunción a estudiar y tratar.
La anamnesis o interrogatorio de la paciente nos aportará información sobre posibles enfermedades presentes que seguramente la mujer no relaciona con su compromiso reproductivo, pudiendo mencionar patologías autoinmunes, alteraciones endocrino metabólicas, cirugías previas abdominales realizadas, con especial importancia a las cirugías pélvicas. Este interrogatorio también nos permitirá conocer si la paciente tiene hábitos tóxicos (alcohol, tabaco, la situación de estrés emocional, si se han producido cambios bruscos de peso o exceso en realizar ejercicios físicos, pudiendo estos últimos producir alteraciones en el ciclo ovulatorio).
La exploración médica general descubrirá al especialista algunos posibles signos clínicos que podrían orientar determinados desórdenes endocrinos metabólicos como la presencia de hirsutismo (presencia de vellos en determinadas partes del cuerpo que no son habituales en la mujer), y que podrían traducir un hiperandrogenismo de causa ovárica o suprarrenal, o aumento en el IMC que estaría relacionado con alteraciones en la glándula tiroidea, o con hiperinsulinemia.
La exploración ginecológica, incluyendo una ecografía vaginal nos informará sobre la presencia de patología orgánica concomitante causante o no de la disfunción reproductiva y de total importancia para el diagnóstico de alteraciones uterinas, miomas uterinos, pólipos endometriales, ovarios poliquísticos, quistes ováricos, endometriosis y presencia de hidrosalpinx. La realización del recuento ecográfico de folículos antrales objetivará la reserva funcional ovárica junto a la determinación de la AMH.
Determinación en sangre de AMH, FSH, LH, 17-B-ESTRADIOL (días 2do al 4to del ciclo menstrual) y determinación de progesterona:
La determinación de AMH (hormona antimulleriana) es imprescindible siempre. La determinación de FSH, LH, 17-B-estradiol pueden ayudar ante la sospecha de un hipogonadismo-hipogonadotropo, en mujeres mayores de 35 años con una reserva ovárica comprometida o en mujeres con ciclos irregulares, independientemente de la edad. En el momento de valorar si una mujer menor de 37 años ovula, se podría además solicitar una determinación de progesterona plasmática en fase medio lútea (días 21 o 22 del ciclo).
Los niveles plasmáticos de PRL deben ser siempre solicitados ante las sospecha de anovulación (ciclos irregulares o amenorrea secundaria), presencia de Galactorrea o sospecha de Adenoma de Hipófisis. La PRL es una hormona con una alta sensibilidad por lo que puede verse alterada por el estrés o la ingesta de determinados medicamentos, en estos casos podría estar indicado repetir un segundo valor a los 20 minutos de la primera muestra o durante la fase lútea media del ciclo menstrual.
En mujeres con ciclos menstruales regulares y sin antecedentes de alteraciones tiroideas carece de valor diagnóstico indicar el estudio de la TSH, sin embargo el estudio de esta hormona en muchas ocasiones nos muestran la presencia de un hipotiroidismo subclínico, siendo recomendación de diversas sociedades científicas no buscar embarazo ante niveles de TSH superiores a 3,5 mU/L, es recomendable solicitar además anticuerpos antitiroideos (Ac antiperoxidasa y Ac antitiroglobulina).
El estudio de la permeabilidad tubárica mediante Histerosalpingografía (HSG) y/o Histerosonosalpingografía (HSSG) nos permitirá conocer si es en las Trompas de Falopio donde se encuentra la disfunción reproductiva, pudiendo dificultar su obstrucción el paso de los espermatozoides, impidiendo el encuentro entre ambos gametos (óvulo y espermatozoide) para que se produzca la fecundación.
El inicio de los estudios de disfunción reproductiva en la mujer deben iniciarse en las mujeres menores de 35 años, si tras un año de relaciones sexuales sin protección no se ha logrado embarazo. En mujeres mayores de 35 años, deben iniciarse al cabo de 6 meses de búsqueda sin embarazo.
Existen dos factores femeninos que presentan una marcada relación con la posibilidad de concebir un embarazo:
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