La blefaritis es una de las enfermedades oftalmológicas más frecuentes aunque infradiagnosticada dado que los síntomas son inespecíficos y los cambios a nivel del borde libre palpebral se relacionan con el envejecimiento. Existen fundamentalmente dos tipos: la blefaritis anterior, que afecta a la región de las pestañas y la posterior, en la que se produce una disfunción de las glándulas de meibomio (DGM).
La blefaritis tiene un origen multifactorial, desde cambios fisiológicos relacionados con la edad, por lo que su prevalencia aumenta en edades más avanzadas, factores hormonales, ciertos microorganismos y ciertas afecciones inmuno-inflamatorias bien a nivel sólo local o relacionadas con una enfermedad general.
Dado que la clínica es inespecífica, se deben descartar otras enfermedades que puedan coexistir en las que, además, en su amplia mayoría se pueden aplicar terapias específicas tales como: dermatoconjuntivitis de contacto, queratoconjuntivitis atópica, ciertas infecciones como herpes, Molluscum contagiosum, Phthriasis, e incluso neoplasias a nivel palpebral. Por eso, es fundamental acudir a un médico oftalmólogo para su diagnóstico y manejo adecuado.
El tratamiento de la blefaritis es crónico, no es curativo, es paliativo con objetivo de aliviar la sintomatología, con múltiples exacerbaciones y remisiones a lo largo del tiempo con lo que no es infrecuente que acabe desmoralizando al paciente y al médico que le trata.
Dado que su curso es crónico con exacerbaciones, se debe ser constante en la limpieza del borde libre palpebral, con el fin de eliminar las escamas y costras irritantes de las pestañas así como reducir la carga bacteriana de la superficie palpebral, y mejorar el flujo sanguíneo palpebral. Para esta higiene palpebral puede emplearse un champú de pH neutro diluido en agua templada o preparados comerciales disponibles para tal fin.
Suele cursar con síntomas de sequedad de tipo evaporativo por lo que la aplicación de lágrimas artificiales y la utilización de gafas o sistemas que limiten la evaporación por el viento suele ser recomendable. Debido a la alteración de la capa lipídica de la película lagrimal en los pacientes afectos de la DGM su cadencia de parpadeo aumenta para evitar la evaporación de la lágrima, distribuirla mejor a lo largo de la superficie ocular y exprimir los lípidos meibomianos obstruidos. Este aumento de parpadeo genera un círculo vicioso dado que produce un traumatismo mecánico por fricción tanto del borde libre palpebral como de la superficie ocular.
Es una de las causas más comunes de intolerancia a las lentes de contacto. No es infrecuente que los portadores de lentes de contacto afectos de DGM presenten depósitos en las lentes de contacto de larga duración, por lo que en algunas ocasiones es conveniente cambiar de tipo de lentes de contacto o incluso discontinuar su uso en las temporadas de mayor clínica.
En algunos casos y durante tiempo limitado puede ser necesario añadir tratamientos de antibióticos y/o corticoides tópicos (gotas o pomadas) o generales que el médico oftalmólogo te prescribirá y controlará tu evolución.
Existen ciertas anomalías palpebrales asociadas que pueden agravar el problema de la blefaritis, como un pobre reflejo palpebral, hiperlaxitud palpebral, lagoftalmos, queratopatía por exposición y floppy palpebral que deben ser abordados en algunos casos mediante procedimientos quirúrgicos.
Como en algunas ocasiones está relacionado con cambios hormonales o una enfermedad de base como por ejemplo la rosácea, el médico oftalmólogo le indicará la terapia específica para dicha patología.
El informe de la Tear Film and Ocular Surface Dry Eye Workshop (TFOS DEWS II) identificó a la Disfunción de las Glándulas de Meibomio como un proceso con un componente inflamatorio. Desde hace unos años la IPL (Luz Pulsada Intensa) ha sido añadida dentro del arsenal terapéutico para el tratamiento de las blefaritis con síntomas de sequedad ocular.
Mediante una luz policromática de alta intensidad entre 400 a 120 nanómetros genera calor a nivel local pudiendo modificar por parte del médico que lo aplica tanto la energía como los pulsos empleados dependiendo de la severidad de cada caso. Para su realización se colocan gafas protectoras, aplicándose un gel en la zona periocular a tratar que facilita la conducción del estímulo, siendo bien tolerada por los pacientes dado que refieren cierto calor en la zona tratada durante el procedimiento pero sin llegar a quemar. La aplicación de la terapia se realiza por sesiones de forma bilateral, ambos ojos, habitualmente con una fase inicial de ataque de tres sesiones espaciadas entre 6 y 8 semanas cada una para después pasar a fase de mantenimiento en las que dichas sesiones pueden ser espaciadas durante más tiempo. Dicho tratamiento no es definitivo siendo coadyuvante al resto de las terapias existentes para dicha afección.
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