En los últimos años, términos como “poliamor” y “relaciones abiertas” han ganado presencia en conversaciones sobre amor y relaciones. Aunque para algunos estas prácticas pueden parecer novedosas, lo cierto es que el amor y las relaciones no monógamas siempre han formado parte de la forma de relacionarse de los seres humanos. La diferencia es que ahora, más que nunca, estamos hablando abiertamente de ellas. En un mundo donde la diversidad en la manera de amar se está aceptando y comprendiendo más, parece importante entender qué significan estos términos y cómo funcionan en la práctica.
El poliamor, derivado del griego “poly” (muchos) y del latín “amor” (amor), se refiere a la capacidad y el deseo de tener más de una relación amorosa simultáneamente, con el pleno conocimiento y consentimiento de todas las personas involucradas (Sheff, 2014). A diferencia de la infidelidad, el poliamor se basa en la transparencia y la honestidad. Las relaciones poliamorosas pueden tomar muchas formas, desde un trío hasta una red de vínculos afectivos más complejos.
Una de las ideas clave del poliamor es que no hay una cantidad finita de amor. Las personas poliamorosas creen que es posible amar a múltiples personas sin que esto disminuya el amor que se siente por cada una de ellas (Sheff, 2014). Esta perspectiva desafía la noción tradicional de que el amor romántico debe ser exclusivo para ser auténtico.
Por otro lado, las relaciones abiertas suelen referirse a parejas que deciden, de mutuo acuerdo, no limitarse sexualmente a la exclusividad monógama (Taormino, 2008). En una relación abierta, una pareja puede permitir encuentros sexuales con otras personas, mientras mantienen su vínculo emocional y romántico como pareja principal.
Las relaciones abiertas pueden variar ampliamente en términos de reglas y expectativas. Algunas parejas pueden tener acuerdos detallados sobre qué está permitido y qué no, mientras que otras pueden adoptar un enfoque más flexible. Lo crucial es que ambos miembros de la pareja estén de acuerdo y se sientan cómodos con los términos de su relación (Taormino, 2008).
Aunque tanto el poliamor como las relaciones abiertas desafían la monogamia tradicional, hay diferencias fundamentales entre ambos conceptos. El poliamor no se centra únicamente en el aspecto sexual de las relaciones; incluye la posibilidad de establecer vínculos afectivos profundos con múltiples personas. En cambio, las relaciones abiertas suelen centrarse en permitir encuentros sexuales fuera de la pareja principal sin necesariamente involucrar sentimientos románticos (Barker & Langdridge, 2010).
Estas diferencias resaltan que, mientras todas las relaciones no monógamas requieren comunicación y honestidad, las expectativas y necesidades de las personas involucradas pueden variar significativamente. Por ello, es esencial que cada relación defina sus propios límites y acuerdos para funcionar de manera saludable y satisfactoria (Conley et al., 2013).
Establecer normas claras y consensuadas es fundamental en cualquier tipo de relación, pero es especialmente crítico en relaciones poliamorosas y abiertas. La falta de claridad puede llevar a malentendidos, celos y conflictos. Por eso, resulta relevante que todas las personas involucradas en la relación discutan y acuerden las reglas desde el principio (Taormino, 2008).
Además, parece un aspecto fundamental ser flexible y estar dispuesto a renegociar las normas según cambien las circunstancias y necesidades de las personas involucradas (Barker & Langdridge, 2010). Seguir una puesta de normas consensuadas y adecuadas a las necesidades de las personas involucradas en la relación favorecerá el bienestar de los componentes y la responsabilidad afectiva con los nuevos vínculos que se puedan crear.
El poliamor y las relaciones abiertas nos invitan a cuestionar las normas tradicionales de la monogamia y a explorar formas de amar más inclusivas y diversas. Es posible que no todo el mundo pueda sentirse identificado con este tipo de relación, pero es una prueba más de la riqueza y diversidad relacional del ser humano. Estas relaciones pueden aportar exactamente el mismo grado de amor entre sus componentes que una relación convencional.
Lo más importante es que, independientemente de la estructura de la relación, el respeto, la comunicación y el consentimiento son los pilares que sostienen cualquier vínculo saludable. Al final del día, el amor, en todas sus formas, se trata de conexión, comprensión y cuidado mutuo. Explorar estas nuevas formas de relacionarse puede ser una aventura desafiante, pero también profundamente gratificante.
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