Claudia Castilla, Especialista Contenido Médico
Si alguna vez te has sentido mal después de comer ciertos alimentos, es posible que estés experimentando una intolerancia alimentaria. En esta guía, exploraremos qué son las intolerancias alimentarias, los diferentes tipos que existen y cómo se diagnostican.
Tabla de contenidos
Las intolerancias alimentarias son reacciones adversas a ciertos alimentos que no involucran al sistema inmunológico. A diferencia de las alergias alimentarias, las intolerancias alimentarias son generalmente menos graves y a menudo solo ocurren cuando se come una cantidad grande de un alimento en particular. Las personas con intolerancias alimentarias pueden ser capaces de comer pequeñas cantidades del alimento en cuestión sin experimentar síntomas.
El nutricionista Javier Larrayoz habla en su artículo sobre algunos de los síntomas más comunes de las intolerancias alimentarias. Señala que “los síntomas pueden ser muy variados y a veces no es fácil relacionarlos como una intolerancia alimentaria, los más habituales son los digestivos”. Algunos de ellos pueden ser:
El diagnóstico de las intolerancias alimentarias puede ser un proceso complicado. A menudo, los síntomas pueden ser vagos y variar de una persona a otra. Algunos de los métodos más comunes para diagnosticar las intolerancias alimentarias incluyen pruebas de eliminación, pruebas de aliento y pruebas de sangre.
Es importante entender que una alergia alimentaria y una intolerancia alimentaria no son lo mismo. Aunque pueden presentar síntomas similares, la forma en que afectan al cuerpo es muy diferente.
Las alergias alimentarias son una reacción del sistema inmunológico a un alimento en particular. Esto puede resultar en síntomas graves y potencialmente mortales, como problemas respiratorios, hinchazón y choque anafiláctico. Las alergias alimentarias pueden ser diagnosticadas a través de pruebas de piel y sangre y generalmente requieren evitar completamente el alimento alergénico.
Por otro lado, las intolerancias alimentarias no involucran al sistema inmunológico. En cambio, son el resultado de la incapacidad del cuerpo para digerir o procesar un alimento en particular. La nutricionista Beatriz Dosda destaca en su artículo sobre el diagnóstico de alergias e intolerancias alimentarias que “su detección es complejo y deben continuar las investigaciones a fin de clarificar, estandarizar y mejorar los métodos de detección de estas patologías”.
La intolerancia al gluten es una condición en la que el cuerpo no puede procesar adecuadamente el gluten, una proteína que se encuentra en el trigo, la cebada y el centeno. Los síntomas pueden incluir hinchazón, diarrea, dolor abdominal, fatiga, depresión y pérdida de peso.
La nutricionista Beatriz Dosda hace especial hincapié en que la enfermedad celíaca “no es una alergia, ni una intolerancia, es una patología autoinmune (No IgE mediada) donde nuestro sistema inmunitario responde ante la presencia de gluten, confundiendo al gluten con un agente perjudicial y provocando un ataque contra nuestras propias células”.
Aunque ambas condiciones implican una reacción al gluten, la diferencia clave es que la enfermedad celíaca implica un daño al intestino delgado, mientras que la intolerancia al gluten no.
La intolerancia a la lactosa es una afección común en la que el cuerpo es incapaz de digerir la lactosa, un azúcar que se encuentra en la leche y los productos lácteos. Los síntomas pueden incluir hinchazón, diarrea, gases y dolor abdominal.
La intolerancia a la lactosa es causada por la falta de una enzima llamada lactasa, que es necesaria para descomponer la lactosa. Algunas personas nacen con esta condición, mientras que otras la desarrollan más tarde en la vida. A menudo, los síntomas de la intolerancia a la lactosa pueden ser manejados con cambios en la dieta o con suplementos de lactasa.
La nutricionista Maite Ibañez explica las consecuencias de la intolerancia a la lactosa subrayando que “al no degradarse la lactosa, no puede absorberse en el intestino delgado, pasando al siguiente tramo, el intestino grueso, por lo que las bacterias que constituyen la microbiota intestinal de este, tratan de fermentarla dando como resultado que, en aquellos pacientes con cualquiera de las intolerancias presentadas que no hayan podido degradar la lactosa, ante la ingesta de productos que la contengan, presentarán un cuadro de síntomas gastrointestinales como los descritos anteriormente”.
Si tienes intolerancia a la fructosa, puede ser un desafío saber qué alimentos puedes comer. La nutricionista Anna Paré explica que “la intolerancia a la fructosa es un trastorno digestivo en el que se altera la absorción normal de fructosa en el intestino delgado. Según la Sociedad Andaluza de Patología Digestiva, entre un 40% y un 60% de la población española padece intolerancia a la fructosa. Antes de saber más sobre este trastorno digestivo, veamos primero qué es la fructosa”.
La fructosa es un azúcar que se encuentra en muchas frutas, verduras y miel. También es un componente de la sacarosa, un azúcar común, y se utiliza en la fabricación de alimentos procesados.
Para las personas con intolerancia a la fructosa, consumir alimentos ricos en fructosa puede llevar a síntomas como hinchazón, gas, dolor abdominal, diarrea y estreñimiento. Sin embargo, no todos los alimentos con fructosa deben ser evitados. Por ejemplo, algunas frutas y verduras son bajas en fructosa y pueden ser toleradas.
La histamina es una sustancia química que se encuentra en una variedad de alimentos, y algunas personas pueden tener una intolerancia o sensibilidad a la histamina. Los síntomas de la intolerancia a la histamina pueden incluir dolores de cabeza, erupciones cutáneas, hinchazón, congestión nasal, fatiga y vómitos.
La dieta puede desempeñar un papel crucial en el tratamiento de la intolerancia a la histamina. Los alimentos ricos en histamina, como el alcohol, los alimentos fermentados, los embutidos y los quesos maduros, deben ser evitados. Además, ciertos medicamentos y suplementos pueden ayudar a reducir los niveles de histamina en el cuerpo.
Las intolerancias al huevo, la sacarosa y el sulfito son menos comunes, pero pueden ser igualmente desafiantes para quienes las padecen. La intolerancia al huevo generalmente implica una incapacidad para digerir las proteínas del huevo, mientras que la intolerancia a la sacarosa es una incapacidad para digerir la sacarosa, un azúcar común. La intolerancia al sulfito, por otro lado, es una reacción a los sulfitos, que se utilizan como conservantes en muchos alimentos y bebidas. La nutricionista Itsaso Gandía señala en su artículo que “la alergia es una respuesta del organismo mediante el sistema inmunológico, medida por la Inmunoglobulina E (IgE). En las intolerancias en cambio, no interviene el sistema inmunológico. Se producen reacciones adversas por causas especiales de la persona, como por ejemplo el déficit de alguna enzima”.
Cada una de estas intolerancias puede ser manejada con cambios en la dieta y, en algunos casos, con medicación. La nutricionista Itsaso Martín explica que “en cuanto al tratamiento dietético del mismo, es importante leer bien el etiquetado de los productos, ya que nos informarán de la posibilidad de encontrar en su composición, cualquier alérgeno que deba de ser declarado”. Si tienes dudas con este tema no dudes en consultar su artículo: Intolerante al huevo, a la sacarosa o a los sulfitos.
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