Aunque te pueda sorprender, hasta hace poco no toda la población estaba concienciada de que los niños pudieran tener estrés y ansiedad. Una visión centrada en el adulto impedía entender el mundo de los niños y explicaba ciertos comportamientos de estos como “tonterías”.
Pero la ciencia y los datos no dejan de mostrar la objetividad acerca del estrés y la ansiedad infantil, aparte del golpe de realidad que la pandemia del COVID-19 nos dio a todos sobre esta problemática.
Los trastornos de ansiedad son los trastornos psicológicos más frecuentes en niños, con una incidencia de entre el 9% y el 21%, es decir, uno de cada cinco niños sufre de este trastorno. Está por encima de la depresión y de los trastornos de conducta.
Por otro lado, hay que destacar la alta posibilidad de que este trastorno aparezca junto a otros trastornos psiquiátricos. Existe entre un 28% y un 68% de probabilidades de que así ocurra, y con más frecuencia aparece junto a la depresión.
Respecto a la incidencia de la pandemia, podemos señalar que el 85,7% de los padres españoles e italianos participantes de una investigación acerca de su incidencia en los niños, reportaron cambios en el estado emocional de sus hijos durante la cuarentena.
Como ya imaginarás, la forma en que se manifiesta la ansiedad en la etapa infantil dependerá de la edad; un niño de cinco años no tiene el lenguaje ni la conciencia corporal que puede llegar a tener un preadolescente. Si tenemos en cuenta por tanto las diversas fases, podemos destacar los siguientes síntomas:
Al igual que en el caso de la ansiedad en adultos, las causas pueden ser multifactoriales, por lo que a la hora de analizar éstas en los niños, tendremos que tener en cuenta diversos factores implicados en el surgimiento de este trastorno. Te dejamos cuáles son:
Se ha evidenciado que aquellos bebés que muestran reacciones de aprehensión o angustia a situaciones nuevas, en el momento de empezar a caminar, tienen una mayor probabilidad de evitar los estímulos nuevos, llevando aparejado un mayor riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad en la infancia, trastorno de ansiedad social en la época adolescente y diversos trastornos de ansiedad persistentes ya de adultos.
Tener en la infancia una alta negatividad relacionada con el error, encontrarse hipervigilante, interpretar los estímulos neutros como negativos, baja tolerancia hacia el error a lo largo del desarrollo y mostrar alteraciones en la atención hacia los estímulos relacionados con la amenaza en la infancia, conlleva una alta probabilidad de sufrir un trastorno de ansiedad.
En diversos estudios funcionales realizados con niños se ha visto la relación con la ansiedad de ésta con diferentes regiones del cerebro como la corteza prefrontal (integradora de la información exterior), la amígdala (responsable de la respuesta inicial del miedo), la corteza cingulada anterior, la ínsula y el cerebelo.
Además si tenemos en cuenta el papel de los neurotransmisores vemos que en los trastornos de ansiedad se produce un aumento de noradrenalina, que a su vez eleva el glutamato y disminuye el GABA. Por contra, la serotonina produce el efecto contrario.
La mayoría de los estudios realizados hasta el día de hoy, se estima que el rasgo de ansiedad es heredable en alrededor del 30% de los casos estudiados, llegando a aumentar en otros estudios hasta el 60%. Por tanto, podemos decir que los factores genéticos juegan un gran papel en el desarrollo de la ansiedad en comparación con los factores ambientales.
Llegamos a lo que podemos considerar los factores más importantes que causan estrés y ansiedad infantil, puesto que están relacionados con factores sobre los que podemos tener más poder de manejo. Se estima que hasta un 60% es el porcentaje en el que influye el ambiente sobre estos trastornos. Te mostramos un listado de los factores más importantes:
A la hora de hacer frente a la ansiedad infantil se requiere un enfoque terapéutico global que ayude no solo a reducir la sintomatología asociada a este trastorno, sino a evitar complicaciones que puedan surgir en el futuro, prevenir la aparición junto a otros trastornos y evitar que se desarrollen trastornos ansiosos en la edad adulta.
Para ello lo primero que hay que hacer es un trabajo de educación con los padres y el niño desde un punto de vista psicológico, dando información y formación sobre lo que es el estrés y la ansiedad, sus causas y modos de afrontamiento.
A partir de aquí el siguiente paso y más importante es una terapia cognitiva-conductual con el niño, que es el método de terapia con mayor evidencia científica en ensayos controlados aleatorios, y por tanto la más efectiva.
Los objetivos que se pretenden con esta intervención cognitivo-conductual son, entre otros, los siguientes:
Por otro lado, y normalmente a partir de los 6 años, esta terapia cognitivo-conductual puede complementarse con tratamiento farmacológico, siempre y cuando se presenten síntomas moderados o graves y si ha fracasado la psicoterapia, aunque no debe sustituirse ésta.
Lo primero que tienen que hacer los padres con un niño que está pasando por un trastorno de estrés o ansiedad es brindarle un ambiente de apoyo y comprensión que ayude al niño a poder manejar sus emociones y superar así los desafíos que vayan surgiendo. Otras recomendaciones son las siguientes:
A pesar de los datos y la desazón que puede provocar que nuestros hijos tengan ansiedad, no podemos caer en la fatalidad y tenemos que ser nosotros como padres los que tenemos que poner la primera piedra para ayudar a superar esta problemática por el bien de nuestros hijos y su futuro bienestar emocional.
Entender cómo puede afectar la ansiedad en el día a día de nuestros niños, apoyarles en ese proceso y brindarles toda la ayuda posible repercutirá no solo en su desarrollo, sino en un ambiente familiar más sano y feliz.
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