España presenta una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo y en consecuencia la natalidad se ha convertido en una preocupación de primer orden. Esto supone que existe un creciente número de personas y parejas que desean formar una familia y no pueden. Esto se traduce en la sociedad en un problema no solo a nivel personal sino también desde el punto de vista demográfico y de la sostenibilidad del sistema.
Los bajos niveles de natalidad registrados en los últimos años están motivados por fenómenos de naturaleza socioeconómica, cultural, educativa y sanitaria. Estos factores han derivado en que la decisión de formar una familia se retrase cada vez más, produciendo frecuentes problemas de esterilidad e infertilidad . A pesar del creciente aumento de los problemas de esterilidad , que afectan al 15- 20% de la población española, aún existe mucho desconocimiento y despreocupación sobre este tema.
En menos de 50 años, el número de hijos por mujer en España se ha reducido a la mitad, pasando de 2,77 en 1975 a 1,19 en 2021. Esta realidad nos sitúa en penúltimo lugar a nivel europeo en cuanto a tasa de nacimientos vivos, sólo por detrás de Malta. La reducción del número de hijos va de la mano del retraso de la edad de la primera maternidad . La edad media en que las mujeres tienen su primer hijo ha pasado de 25,25 años en 1975 a 32,6 en 2022 y los nacimientos entre madres de 40 o más años ha ascendido en 10 años en un 38%.
Estos datos explican que España tenga el segundo índice de fecundidad más bajo de Europa, siendo uno de los países en que se han reducido con mayor intensidad desde 1975 . También llama la atención que es uno de los países que registran una mayor diferencia entre el número de hijos que se desean y los que finalmente se tienen.
Debido al retraso de la maternidad un porcentaje importante de la población con deseos reproductivos se encuentra con problemas biológicos para quedar embarazada. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 17,6% de los adultos, es decir alrededor de 1 de cada 6, son estériles en algún momento de sus vidas. La alta prevalencia de la enfermedad ha llevado a la OMS a etiquetar esta patología como ‘un grave problema de salud pública’ que ‘afecta a millones de personas’. La importancia que ha adquirido este problema se traduce no solo en una baja natalidad sino también en problemas psicológicos, de autoestima y bienestar para las personas que lo sufren .
Si bien es fundamental destacar estos problemas no podemos olvidar los avances clínicos y sociales que se han conseguido y que gracias a ellos han podido realizar su sueño de tener un hijo mujeres con edad avanzada o integrantes de modelos familiares no tradicionales. Los nacimientos entre madres de 40 años o más han ascendido en un 38,0% en 10 años y la edad media de maternidad es de 32,6 años.
Cuando una pareja tiene problemas para concebir, puede recurrir a diferentes métodos de reproducción asistida. Uno de ellos es la fecundación in vitro, una de las técnicas con mayor tasa de éxito actualmente, y la recomendada en casos en los que no han funcionado otros métodos como, por ejemplo, la inseminación artificial.
La fecundación in vitro (FIV), es un procedimiento que consiste en poner en contacto los gametos femeninos (óvulos) y los masculinos (espermatozoides) en un laboratorio con el fin de lograr la fecundación. A esta técnica se puede recurrir ante los casos de infertilidad tanto masculina como femenina en sus diversas variantes.
Este tratamiento requiere una estimulación hormonal para poder obtener óvulos, que una vez fecundados en el laboratorio se implantarán en el útero para lograr el embarazo. La finalidad de este proceso es obtener embriones de calidad con los que aumentar las posibilidades de conseguir el embarazo.
Los pasos que hay que seguir para la realización de este procedimiento son los siguientes :
La estimulación ovárica busca el desarrollo de varios folículos ováricos mediante una pauta de estimulación con gonadotropinas (hormonas que estimulan los ovarios para producir estrógeno y progesterona). El inicio del tratamiento viene marcado por el ciclo menstrual de la mujer y tiene una duración estimada de 10-12 días.
Esta estimulación incrementa las posibilidades de éxito, ya que la mujer, de forma natural, solo produce un óvulo en cada ciclo menstrual, mientras que de esta manera se asegura el desarrollo de más de un folículo.
El ginecólogo hace un seguimiento exhaustivo de la estimulación controlando el desarrollo del ciclo mediante ecografías, hasta comprobar que el número y el tamaño de los folículos es el adecuado.
Consiste en la aspiración de los folículos para extraer los óvulos bajo sedación profunda. Cuando los ovocitos están maduros y han alcanzado el momento óptimo, los recuperamos mediante ecografía vaginal. Es un procedimiento simple que no dura más de 15-20 minutos y que se realiza en el quirófano bajo sedación, para evitar cualquier posible molestia a la paciente.
Consiste en poner en contacto, en el laboratorio, los óvulos extraídos con la muestra de semen procesada de la pareja o de un donante.
El cultivo de los embriones dura entre 5 y 6 días. Después de su fecundación, los embriones inician su desarrollo en incubadoras con un medio de cultivo que les aporta lo necesario para su crecimiento. Durante este tiempo los embriólogos observan y analizan el desarrollo de los embriones para poder evaluar su calidad.
Se prepara el útero de la paciente para asegurar que el endometrio tiene el grosor óptimo para recibir al embrión y facilitar el embarazo. Posteriormente, se transfiere al útero el mejor embrión mediante una intervención sencilla, por vía vaginal y que no requiere anestesia.
Si el resultado es positivo, 20 días después se realiza una ecografía de control en la que se confirma el saco embrionario. Una vez obtenida el alta, puede continuar el seguimiento del embarazo con su ginecólogo habitual.
Las tasas de embarazo de un tratamiento de fecundación in vitro aumentan a medida que aumentan los intentos. Gracias a la tasa de embarazo acumulado se consigue que la posibilidad de quedar gestante vaya aumentando.
La edad es una variable muy importante que afecta a las tasas de éxito de los tratamientos.
Uno de los principales retos que enfrentan las mujeres que realizan tratamientos de reproducción asistida es la gestión psicológica y emocional ante la alta probabilidad de que las técnicas fracasen y el embarazo no se produzca o se experimente un aborto precoz o espontáneo. El no embarazo es percibido como un fracaso a nivel personal, que despliega consecuencias en las relaciones de pareja y familiares, así como en la estabilidad psicológica (depresión, ansiedad y conflictos personales son problemas frecuentes) .
Para antes y después del tratamiento, se recomiendan algunas pautas que colaboran con el proceso y el bienestar personal durante el mismo:
Es fundamental que antes de empezar cualquier tratamiento la paciente tenga confianza plena en el equipo médico, que es quien mejor puede explicar cómo está la situación en cada momento, y aconsejar en función de los resultados obtenidos, la mejor opción para llegar al resultado soñado. Si necesitas más información pide ayuda a un ginecólogo.
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