La palabra agorafobia viene del término griego ‘ágora’ (plaza pública o sitio de reunión) y ‘fobia’ (temor) Así más bien parecería que fuera temor a los espacios abiertos. Sin embargo, el tema es algo más complejo.
Según el psiquiatra estadounidense John W. Barnhill: “La agorafobia es el temor y la ansiedad a quedar atrapado en situaciones o en lugares en los que no hay una vía de escape fácil o en las que podría no disponerse de ayuda si se desarrolla una ansiedad intensa”.
Es cierto que la agorafobia estaría dentro de los trastornos de ansiedad y que se puede vivir en diferentes situaciones, pero lo más importante es la sensación de pérdida de control, ligado a que en el momento de la crisis no vaya a recibir ayuda. No hablaríamos propiamente de enfermedad mental, sino más bien de problema de ansiedad, porque partimos del modelo de las terapias contextuales, no de un enfoque biomédico. Con esto no quiero restar importancia a la importancia de la influencia de la biología, pero sí decir que no es determinante cuando se produce dicho trastorno.
La gente que desconoce el tema lo suele asociar más a espacios abiertos, pero la realidad es que se puede dar en espacios cerrados y en ocasiones con multitudes. Suele haber miedo a morir, a volverse loco. Con frecuencia está asociado al trastorno de pánico.
La agorafobia suele empezar con una primera crisis en una situación concreta, donde determinados estímulos provocan una respuesta de miedo intenso. Esto puede venir provocado por un proceso previo de estrés prolongado. Uno de los problemas es que se puede ir generalizando a otras situaciones que la persona comienza a evitar; y ahí se produce una especie de trampa. Pues acabamos reforzando un patrón de comportamiento de escape y huida, que conduce a la persona a dejar de realizar actividades que en el pasado eran importantes y suponían una fuente de experiencias necesarias para estar bien emocionalmente.
En la agorafobia el miedo surge ante situaciones externas si bien asociadas con algún ataque de pánico, con lo que el miedo se enfoca hacia las sensaciones interoceptivas (sería como el miedo al miedo). La agorafobia es muy incapacitante si no se trata bien. Tanto es así que algunas personas solicitan una incapacidad permanente.
La persona empieza a dejar de hacer cosas y actividades que han quedado asociadas a la respuesta de miedo, como coger metro, conducir, salir con los amigos… situaciones, en suma, donde se prevea que puede haber pérdida de control. Es frecuente que el sujeto no haga deporte por no tener las sensaciones que este provoca, ya que suelen ser muy parecidas a las que ocurren en un ataque de pánico (aumento de las pulsaciones del corazón, sudoración, respiración acelerada).
También es habitual que empiecen a aparecer síntomas de hipocondría y que la persona se preocupe de si en realidad hay un problema médico, por ejemplo, de tipo coronario.
La agorafobia tiene tratamiento desde un enfoque psicoterapéutico basado en la evidencia. Según diferentes estudios, en la actualidad la terapia cognitivo-conductual es la más eficaz.
Mediante psicoeducación se ofrece al consultante información correctiva acerca de lo que le está pasando, de lo que es la ansiedad y cómo funciona, pues los consultantes suelen traer creencias preconcebidas y en cierta medida alejadas de lo que sería la realidad. Se hacen exposiciones interoceptivas y en vivo a situaciones externas, reestructuración cognitiva para que la persona consiga tener una visión más objetiva de las diferentes situaciones.
También hay estudios prometedores en ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso) que yo siempre utilizo en consulta. Se intenta conectar al consultante con lo que es importante para él/ella, con sus valores, con la vida que realmente quiere y de la que uno se aleja cuando la ansiedad es la que controla los comportamientos.
A partir de este modelo se le pueden dotar de más sentido a las exposiciones que son imprescindibles realizar para que haya progresos. Las exposiciones siempre serán gradualmente planificadas junto al psicoterapeuta. La aceptación más bien tendría que ver con las emociones desagradables que impiden una vida significativa. Y el compromiso es, siempre, con aquello que nos importa.
La agorafobia, como todos los trastornos de ansiedad, tiene remedio mediante la psicoterapia. Cuanto antes se aborde mucho mejor, pues en los inicios la persona aún no ha optado por una evitación intensa y será menos resistente.
Es muy difícil que el individuo supere el problema por sí mismo. No es concluyente el papel de la genética en este cuadro, sino más bien la historia de aprendizaje en relación a los referentes cuidadores que haya tenido. Se trataría de cambiar esas respuestas desadaptativas que el individuo está teniendo frente al mundo por otras que lo van a llevar a una vida más satisfactoria, siempre en el presente. No dudes en pedir cita con tu psicólogo si necesitas ayuda.
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