Como seres humanos y mamíferos que somos, somos seres emocionales. Por eso, nuestra relación con la comida también va a darse desde un plano emocional.
Toda la vida hemos estado escuchando consejos, tips o recursos para controlar o evitar el hambre emocional. Pero te voy a hacer un pequeño SPOILER: es imposible evitarlo.
Es bastante frecuente relacionar estados de tristeza o ansiedad con el consumo de determinados alimentos. Lo hemos visto en películas, series… e incluso nosotros mismos también lo experimentamos. La cultura de la dieta se ha hecho fuerte frente a esto ya que aquellos alimentos a los que se suele recurrir en un estado emocional quizá, y según su opinión, no son “saludables”. ¿Por qué no lo son?
La cultura de la dieta se refiere a alimentos “saludables” como aquellos alimentos que nos aportan un beneficio a nivel orgánico. Alimentos que nos aportan vitaminas, minerales, nutrientes, fibra… y, efectivamente son saludables, si. Pero a nivel orgánico. ¿Es que nuestra salud es solo física? Si solo nos centramos en cuidar de nuestro cuerpo, pero no de nada más, va a haber muchos aspectos de mi salud general que puedan verse perjudicados.
Ya lo dice la OMS: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».
La alimentación no solo tiene una función de incorporar nutrientes. La comida va mucho más allá que nutrirnos orgánicamente. La comida es disfrute, cultura, eventos sociales, paladar, placer, ocio, autocuidado, compañía… Cuando comemos generamos dopamina, placer, como forma de nuestro cuerpo de avisarnos de que repitamos esa acción para asegurar nuestra supervivencia. Si solo busco alimentarme para incorporar nutrientes, voy a dejar de lado muchas necesidades generales de las que mi salud también va a depender.
Si por elegir una manzana, que en teoría es más interesante nutricionalmente que un donuts y puedo pensar que más saludable bajo la premisa de la cultura de la dieta, estoy dejando de lado un donuts que es lo que realmente me apetece y quiero comer en ese momento. El no elegirlo me genera ansiedad, frustración, rabia, ira, malestar… estoy descuidando también mi salud. Por muchos nutrientes que la manzana me aporte, mi cuerpo va a sufrir una cascada hormonal (sobre todo de cortisol) por no elegir la opción que más le satisface en ese momento. Que un alimento sea más interesante nutricionalmente, no quiere decir que sea más saludable.
La gestión emocional con la comida es una forma más de gestionar nuestras emociones precisamente porque somos seres emocionales. Cuando existe mucha ansiedad, hay muchas veces que la comida cumple un papel de gestión de esa emoción y nos refugiamos en ella, pero ¿cuándo diríamos que sería un “problema” esta forma de gestionar mis emociones?:
No debemos sentirnos mal por gestionar así nuestras emociones. Lo último que debemos hacer es tratar de eliminar esos alimentos que están apareciendo en esos momentos de ansiedad porque eso incrementará todavía más el círculo de ansiedad-compulsión. Se juntará entonces la emoción con la sensación de carencia o inanición voluntaria y tu cuerpo tratará de revertirlo
Si ves que solo no puedes, es imprescindible acudir a un psicólogo y a un nutricionista especializados en trastornos de la conducta alimentaria para que puedan guiarte en el camino y te ayuden a, entre otras muchas cosas, entender esa emoción y encontrar otras formas de gestionarla.
En otro plano y fuera del “conductual”, en el ritmo frenético de vida que llevamos, llena de quehaceres diarios, la ansiedad y el estrés pueden apiadarse de nosotros y generarnos estados emocionales alterados. En ese sentido, la alimentación puede ser una gran aliada en mejorar esas emociones o rebajarlas.
Frente a estados de estrés y ansiedad, los hidratos de carbono tales como el arroz, pasta, patata, quinoa, boniato, pan… pueden ayudarnos a regular mucho esas emociones rebajando nuestros picos de cortisol o evitando que aumenten. Reducir o evitar ese grupo va a ser precisamente un error.
También existen alimentos concretos que pueden ayudarnos a reducir la ansiedad:
Por el contrario, existen alimentos que si tienes ansiedad podríamos plantear reducir porque pueden alterar un poco más ese estado emocional:
Asegura variedad, disponibilidad y abundancia de alimentos y nutrientes. Cubre nutricionalmente a nivel físico pero también asegura alimentos que cubran una función más placentera o emocional y esa alimentación social tan necesaria como animales sociales que somos.
La falta o carencia de alimentos puede incrementar más tu estrés y que tu cuerpo intente paliar esa situación generando mayor compulsión y ansiedad para salir de esa supuesta falta y, por tanto, tu sistema nervioso puede verse más afectado.
Recuerda que, para tener salud, no solo hay que cuidar tu físico. Come rico, variado, completo. Escúchate mucho y date permiso incondicional para comer. La comida forma parte de nuestro estado emocional y aunque descubramos otras opciones de regulación, siempre va a estar ahí.
Un cuerpo bien alimentado, a todos los niveles, va a ser mucho más capaz de regular esos picos de ansiedad y estrés. Y si ves que tu forma de gestionar tus emociones te agobia, no te gusta o te hace sentir mal, pide ayuda a un nutricionista. Puedes consultar nuestra guía sobre cómo superar la ansiedad y resolver todas las dudas que tengas.
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