La publicación ‘Estado Mundial de la Infancia’ de UNICEF, sitúa a España como el país europeo con mayor prevalencia en trastornos de Salud Mental en la infancia y la adolescencia con cifras que rondan el 20% de prevalencia.
Entre estos trastornos, las dificultades de regulación emocional son las más prevalentes en este grupo poblacional, afectando severamente a su desarrollo personal, social y académico.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), la depresión es un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. En los niños, niñas y adolescentes, este trastorno se presenta habitualmente con síntomas diferentes a los que presentan los adultos, lo que hace que en ocasiones pase desapercibida.
Existen factores biológicos que pueden predisponer a la población infantil y juvenil a padecer un trastorno depresivo, como la edad, siendo más común a medida que se van haciendo mayores. En cuanto al sexo, no existen grandes diferencias en los niños y niñas, aunque sí es más prevalente en el sexo femenino a partir de la pubertad, llegando a ser entre dos y tres veces más habitual.
En cuanto al entorno familiar, las pérdidas o experiencias traumáticas, los conflictos familiares, el maltrato o la falta de afecto en el hogar, son algunos de los factores más relevantes a la hora de determinar el riesgo de padecer depresión.
Por su parte, el ambiente escolar también juega un papel determinante en casos de fracaso académico, falta de amistades y, muy especialmente, en situaciones de acoso.
Como ya hemos comentado, cuando la ansiedad se presenta durante la infancia o la adolescencia, los síntomas asociados son diferentes a los que se observan en personas adultas.
Hay que prestar especial atención si se percibe que el niño, niña o adolescente está más irritable de lo normal, presenta llanto espontáneo, cansancio o aburrimiento persistente.
También es frecuente que se presenten quejas somáticas, tales como dolores de estómago o de cabeza, náuseas o mareos, así como los cambios en los patrones de sueño y alimentación. En la escuela o instituto es habitual que se perciba aislamiento social, falta de interés en las actividades y/o disminución en el rendimiento escolar.
Es importante dirigirnos a un psicólogo especializado siempre que notemos un cambio en el comportamiento o síntomas que nos resulten preocupantes. Cabe señalar que se estima que más de la mitad de los casos de depresión en infancia y adolescencia no son detectados y, por tanto, tampoco tratados adecuadamente, pudiendo afectar a su desarrollo de manera significativa.
El diagnóstico de la depresión en niños, niñas y adolescentes debe hacerlo un profesional o un equipo de profesionales especializado en esta área.
Para ello, se realizará una entrevista en profundidad en la que se valorarán, no sólo los aspectos de la comunicación verbal, sino también la no verbal, especialmente en los más pequeños. También se suelen utilizar pruebas de diagnóstico específicas para realizar una evaluación exhaustiva.
Para realizar adecuadamente el diagnóstico es necesario complementar la evaluación con información de la familia y de la escuela.
En primer lugar, resulta esencial la psicoeducación. Ésta debe ir dirigida tanto al paciente como a sus familiares y consiste en ofrecer información de forma comprensible acerca del proceso, sus causas, características y las opciones de tratamiento.
En algunos casos, puede ser necesario el tratamiento farmacológico que se llevará a cabo bajo la supervisión del psiquiatra.
En cuanto al tratamiento psicológico, éste debe trabajar diferentes aspectos tales como la mejora de la autoestima, la autonomía, la tolerancia a la frustración y las relaciones con sus iguales, entre otros. La terapia cognitivo conductual es la que ha demostrado más eficacia en el tratamiento de este tipo de trastorno.
Se debe fomentar la educación emocional, las relaciones sanas entre iguales y la resolución de conflictos, tanto en casa como en la escuela. En este sentido, cada vez es más habitual que los colegios implementen programas dirigidos a trabajar estos aspectos.
También es importante acompañar adecuadamente las pérdidas y otros acontecimientos vitales estresantes que el niño, niña o adolescente pueda sufrir, ofreciéndole un espacio de comunicación y confianza donde se sienta libre de expresar su pensamientos y emociones sin miedo a ser juzgado.
La depresión en la infancia y la adolescencia se ha convertido en un problema de salud pública que afecta a un gran número de niños, niñas y adolescentes y que interfiere en el correcto desarrollo de quienes la padecen. Sin embargo, a pesar de los conocimientos actuales sobre la prevalencia y gravedad de este trastorno, continúa sin ser detectada en muchos de los casos.
Realizar un correcto diagnóstico y proporcionar el tratamiento adecuado facilitará la prevención de secuelas futuras, por lo que es recomendable estar alerta y consultar a un psicólogo en el caso de que se detecten señales. Puedes descubrir cómo afrontar la depresión a través de nuestra guía.
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