Vivimos en una sociedad pesocentrista. Y de eso, no hay duda. Y es que parece que el peso es nuestra seña de identidad, la que nos define, nos valida. Dietas y más dietas para adelgazar, búsqueda de pérdida de peso rápida, impaciente e insostenible en el tiempo, bucles infinitos de restricción para adelgazar combinados con periodos de hambre extrema que acaban en apetito incontrolable con el consiguiente abandono de la dieta y “descontrol comiendo”, resumido en un “toda la vida a dieta para controlar mi peso” ya que se nos exige un número, un físico y un aspecto para encajar dentro de una sociedad.
Y es que la sociedad lo único que busca es la delgadez como objetivo, sin olvidarnos de qué es aquello que perdemos en ese proceso hasta llegar a lo que la sociedad espera de mí (y necesita). El a costa de qué consigo una pérdida de peso no importa mientras se consiga. Y ahí está el éxito.
Como definición, podríamos decir que el peso corporal es la masa que alberga esa persona. Ese peso corporal está compuesto por la masa grasa, masa magra (masa libre de grasa: músculos, órganos, vísceras), masa ósea y masa residual.
Llevamos escuchando toda la vida el concepto de “peso ideal”. Continuamente nos dicen que, nuestro peso ideal será aquel peso que el índice de masa corporal (IMC) marca como apropiado para mi estatura, pero, ¿qué hay de correcto en eso?
Como profesional en materia siempre digo que el peso ideal de una persona será aquel que nos mantenga en un buen estado de salud física, mental, orgánica y emocional y nos aporte una buena calidad de vida a todos los niveles.
Un peso dentro del cual no existe un riesgo para la salud de la persona a todos los niveles (salud física, emocional y social), que le permita descansar correctamente, tener una salud digestiva óptima, con un estado emocional que no esté comprometido, aquel con cuyas analíticas básicas estén correctas. Un peso en el que no tengas que estar restringiendo patológicamente alimentos para mantenerlo, aquel en el que puedas seguir una alimentación flexible y saludable, que te aporte energía diaria y fuerza y que no tengas que estar controlando continuamente para que no se altere
En primer lugar, porque el IMC no discrimina entre grasa y músculo y solo se fija en el número que marca la báscula, en el peso. Pero ese peso que marca la báscula no sabemos si es un peso en el que predomine la grasa, el músculo o el líquido y, por tanto, serán unas condiciones distintas en función de qué predomine en cada caso
Por otra parte, las circunstancias orgánicas y de vida de cada persona son distintas y nuestro peso depende de millones de cosas, muchas de las cuáles ni siquiera podemos controlar, entre ellas, algunas muy decisivas, como la genética y la edad.
Al igual que la altura, nacemos con una herencia genética también en grasa corporal y en peso y un porcentaje de grasa previamente establecido por lo que habrá personas que su peso ideal será más elevado que otras, pero eso no les comprometa en salud (aunque el IMC marque que no es su peso ideal) y gocen de una salud general perfecta a todos los niveles. Como ya sabemos, la genética no podemos modificarla y, tratar de llegar al peso que el IMC nos propone como ideal puede llegar a ser, para muchas personas, por sus circunstancias propias y sus características personales y orgánicas, cuanto menos peligroso.
Por tanto, dejar de lado el IMC como predictor de peso ideal y atender al peso de una persona como un conjunto de factores en armonía que le permitan a la persona mantener una salud óptima a todos los niveles, es el peso más saludable que una persona pueda tener.
Por tanto, atendiendo a lo anterior y considerando el peso saludable como un conjunto de factores en armonía, ¿cómo puedo saber si mi peso es correcto? Te propongo algunas preguntas que puedes plantearte para saberlo:
En relación con todo lo anterior y como consejos para tener un peso saludable, te recomiendo:
El estrés por querer perder peso, te evitará perder peso. Libérate de esa idea y céntrate en tus hábitos diarios y todo lo anterior. Tu cuerpo te lo agradecerá
Céntrate en unos hábitos de vida, alimentación y ejercicio que te gusten y puedas mantener en el tiempo y evita el todo o nada o los blancos o negros. La vida está llena de grises.
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