Muchas veces asociamos el dolor de espalda/cuello a la presencia de contracturas musculares, generalmente por la sensación de tener un “bulto” en la región y por el entorno biopsicosocial.
Si te han dicho que tienes una contractura, sin embargo, la contractura no es un diagnóstico y también que las contracturas no existen.
La contractura hace referencia a una contracción muscular mantenida de forma involuntaria y solemos asociar esa tensión muscular al dolor y a la presencia de un “bulto”, pero la realidad es otra porque los músculos se contraen y se relajan.
La contracción se produce gracias a dos proteínas, la actina y la miosina. Cuando estamos relajados las fibras musculares están separadas y una vez que enviemos la orden de contracción, las fibras musculares se aproximan pero de forma automática e inmediata se separan y se relajan, entonces, cuando se realiza la contracción las fibras se aproximan y separan rápidamente, nunca se quedan aproximada salvo las contracturas reales, por ejemplo el rigor mortis, que es cuando nos morimos, y la enfermedad de Dupuytren además de patologías nerviosas. En un sujeto sano las fibras musculares siempre se acercan y se separan rápidamente.
La palpación de los tejidos no es un método de diagnóstico. Los músculos son como una “tabla de chocolate”, al calentarse, por ejemplo realizando un masaje, se relajan y una vez que se enfríen vuelven al tono de partida. Si un músculo tiene más tensión que otro no significa en ningún caso que la causa sea la tensión o que cause dolor.
Lo primero que pensamos como tratamiento eficaz contra la “contractura” es el masaje o relajante muscular. Como si de una masa se tratase, hemos creído que los fisioterapeutas tenemos la capacidad de manipular la musculatura para deshacer estos supuestos nudos. Este pensamiento ha generado una tendencia a elegir herramientas de tratamiento pasivas como el masaje pese a existir mejores alternativas.
Existen otras técnicas pasivas como las movilizaciones articulares, manipulación osteopática (para obtener resultado a corto plazo), punción seca y Neuromodulación Percutánea Ecoguiada (NMP-e).
Esto no quiere decir que el masaje no sea una opción, solo que no se emplee como herramienta única para tratar estas situaciones.
Para generar cambios en el tejido, modificar su estructura y hacerlo más fuerte/resistente, y simultáneamente liberar sustancias que disminuyen el dolor, se debe utilizar ejercicio activo.
El tratamiento de “una contractura” debe combinar herramientas pasivas y ejercicio terapéutico para generar cambios en el tejido y disminuir el dolor por la liberación de sustancias analgésicas como la endorfina.
Es imposible evitar el dolor, y esto no es necesariamente una mala noticia. De hecho, deberíamos alegrarnos por ser capaces de sentirlo. El dolor funciona como un sistema de alarma, y nos indica qué partes de nuestro cuerpo pueden estar afectadas o en peligro de estarlo.
Generalmente, esa sensación que asociamos con las contracturas y las “malas posturas” deriva de mantener una misma posición mucho tiempo, ya que las malas posturas no existen, y de la falta de actividad.
Por este motivo, si queremos disminuir la probabilidad de tener esta sensación, lo principal es ser una persona activa y practicar ejercicio, como el entrenamiento de fuerza.
Sin embargo, el dolor no solo depende del estado del tejido, otros factores psicológicos y sociales, entorno biopsicosocial pueden ayudar a producir esta sensación.
Si se experimenta dolor debido a una “contractura”, lo adecuado es acudir a un fisioterapeuta y que valore si puede ayudar o derivar a otros profesionales sanitarios.
Como he dicho anteriormente, la palpación no es un método fiable para diagnosticar. Los fisioterapeutas no tenemos sensores en las manos que determinan si existen “nudos” musculares.
Sí existen situaciones en las que podría percibirse una zona con más tono muscular que otra, pero la fiabilidad de la palpación varía entre diferentes personas. Y no solo entre diferentes personas, sino la misma persona, en diferentes momentos varía la percepción sobre la tensión en una zona.
Se ha demostrado que la zona lumbar de los pacientes con dolor es igual de “rígida” que la de las personas sin dolor, Pero sí, la zona es más sensible al tacto. El problema está entonces en el umbral de tolerancia al dolor por presión, que podría estar disminuido por diferentes motivos de respuesta neurológica y estímulos normalmente indoloros pueden comenzar a serlo.
Además, muchas de las zonas con “bultos” o “nudos” que notamos se corresponden con la morfología muscular de cada individuo, y no con alteraciones de la forma “normal”.
En definitiva, las contracturas no existen, salvo las contracturas reales como el rigor mortis o patologías nerviosas. La explicación clásica que se proporciona a esta sensación es un comodín en el que se incluyen muchas opciones responsables del dolor.
Por lo que en los músculos no se forman nudos, por tener una «mala postura», por entrenar con mucho peso, estirar o cualquier otra razón. Sentarte “mal”, tener la cabeza adelantada, no estirar o levantar peso, no es peligroso para tu espalda y no van a generar contracturas.
Tampoco tienes los músculos “acortados” ni esta situación es la causa de tu dolor. El dolor se puede producir por diferentes causas, y no siempre se relaciona con la existencia de una lesión en los tejidos, se suele asociar a estrés mecánico y a movimientos repetidos.
El tratamiento para el dolor precisa punción seca, Neuromodulación Percutánea Ecoguiada (NMP-e) ejercicio terapéutico que incluya fuerza. Dependiendo de los casos, sería conveniente evitar relajantes musculares y medicamentos antiinflamatorios. Si te interesa explorar en profundidad los las causas y tratamientos de las contracturas musculares puedes hacerlo a través de nuestra guía.
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