El término demencia no hace referencia a una patología neurológica concreta, sino más bien a un conjunto de síntomas y signos que de forma inespecífica se refieren a un proceso neurodegenerativo cerebral. Según los datos facilitados por el Ministerio de Sanidad de España en su Plan Integral de Alzheimer y otras demencias, al menos un 7% de las personas entre 70 y 79 años presentan alguna demencia, ascendiendo la prevalencia a un 39,2% en los mayores de 90 años.
Hablamos de demencia cuando se encuentra, mediante técnicas de neuroimagen o exámenes cerebrales postmortem, alteraciones en la estructura neuronal relacionadas con la acumulación de beta-amiloides y ovillos neurofibrilares.
Esta acumulación, a su vez, dificulta la conexión a través de la sinapsis neuronal y por ende el correcto funcionamiento de las funciones cognitivas. Cuando estos depósitos aumentan con el paso del tiempo, y también a causa de otros factores relacionados, provocan signos de atrofia que pueden observarse mediante resonancia magnética.
Una vez recibido el diagnóstico de demencia nos pueden surgir muchas dudas. Al no existir la figura del neuropsicólogo integrada dentro del Sistema Nacional de Salud, y ante la saturación de las consultas de neurología, puede resultar complicado entender cómo tratar o manejar los síntomas más característicos de estas demencias. Veremos algunas dudas comunes:
Si, siempre que no esto no le genere “obsesiones” ni veamos que altera de alguna forma su comportamiento.
Deberemos contestar las preguntas con paciencia y repetir la información al menos un par de veces. Si cada día las preguntas tienden a ser las mismas podemos hacer uso de carteles o notas orientativas para rebajar la repetición. Si vemos que la persona cuidada tiende a obsesionarse con un tema en concreto, deberemos llevar su atención hacia otro tema que resulte menos repetitivo.
Dependerá de la fase en la que se encuentre. En fases iniciales mientras la persona sea autónoma no habrá problema. Cuando aparezcan los primeros signos de desorientación podemos apoyarnos en aparatos con GPS, tarjeta identificativa con número de teléfono, dirección y nombre completo. En fases avanzadas lo ideal es hacerlo siempre acompañado.
Un delirio característico es el miedo a que les roben en casa, o incluso haber visto alguna sombra en el pasillo. Deberemos actuar con calma, sin desarrollar ese discurso e intentando cambiar de tema. Si este es un tema recurrente podemos consultarlo con Neurología para administrar medicación psiquiátrica.
Desde luego, cuanto mayor sea la estimulación más conectado con la realidad se encontrará.
Las personas con demencia tienden a volverse muy emocionales o, por el contrario, muy apáticos. Deberemos protegerlos si observamos que viven de forma desproporcionada las emociones negativas; y, por el contrario, motivarlos si se sienten apáticos.
En fases iniciales siempre que la persona sea autónoma no existe problema. Cuando la enfermedad avance deberemos hacer uso de herramientas de protección, como pueden ser alarmas antiincendios en la cocina, señal GPS en los zapatos que siempre usa, medallas de conexión directa con 112, alarmas con recordatorios sonoros grabados, pastilleros con alarma, etc. En las fases moderadas y avanzadas de la enfermedad aparecerán fallos de memoria y coordinación severos que imposibilitarán a la persona llevar una vida autónoma.
Cuidar de una persona enferma, sea familiar o no, puede resultar muy estresante si no lo realizamos de una forma adecuada. Será necesario prestar atención a los tiempos que dedicamos al cuidado del enfermo, pero también a nuestro autocuidado; organizar la carga de cuidados de una forma equitativa con otros cuidadores, contar con psicólogos que puedan guiarnos en este proceso y hacer uso de las ayudas y respiros que nos ofrezcan las instituciones.
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