Artículos 22 julio 2024

Cómo superar el miedo al cambio y abrazar la incertidumbre

Belén Díaz Afonso Psicólogo, Psicólogo infantil
Belén Díaz Afonso
Psicólogo, Psicólogo infantil

Cuando la realidad no se alinea con nuestras expectativas o creencias sobre cómo deberían ser las cosas, es común experimentar una respuesta emocional negativa. Esta puede manifestarse como descontento, irritación o incluso ira, y en ocasiones, puede surgir el temor, el miedo.

La sociedad de la felicidad instantánea

La humanidad parece obsesionada con evitar cualquier inconveniencia en la vida. El ser humano, al aspirar a no sufrir nunca ni por nada, ha terminado experimentando más sufrimiento y por más razones. Vivimos en un mundo diseñado para buscar la comodidad y la felicidad. La búsqueda de una vida sin dolor se ha convertido en el objetivo prioritario.

El mundo exterior nos insta a buscar la felicidad, la actividad constante y la perfección. Nos ofrece fórmulas mágicas cómo: “todo lo que piensas lo creas” o “cómo ser feliz en 5 pasos”. Estas simplificaciones prometen resultados inmediatos y perpetúan la idea de que la felicidad es instantánea y que nuestros pensamientos se materializan de inmediato y sin esfuerzo. Sin embargo, esta cultura también fomenta la “intolerancia al malestar” y la búsqueda constante de satisfacción inmediata. Paradójicamente, esta “alergia al malestar” puede llevarnos a evitar emociones humanas como el aburrimiento, convirtiéndose ésta, en una nueva preocupación psicológica. En la sociedad moderna, el temor al aburrimiento es común. La constante estimulación y la cultura de la productividad pueden hacer que la idea de estar inactivo y sin ocupación resulte inquietante para muchas personas.

La ilusión de la seguridad y el temor al cambio

El temor a enfrentar los contenidos de nuestra mente es un desafío común, un obstáculo significativo y a menudo, evitamos este encuentro íntimo con nosotros mismos, optando en cambio, por la búsqueda de la seguridad, lo predecible o lo conocido.

La búsqueda de estabilidad a menudo nos lleva a la repetición, que, si bien puede proporcionar una sensación de seguridad, también puede dar origen a la llamada ‘Zona de Confort’. Esta zona, lejos de ser un refugio, se asemeja más a una cárcel psicológica que esconde conflictos internos.

Si bien lo familiar no siempre es ideal, suele ser preferible. El miedo al cambio nos lleva a conformarnos, y lo malo conocido nos hace ser más cautelosos.

La constante búsqueda de seguridad es una ilusión que, aunque puede aliviar momentáneamente las dificultades, nos sumerge en un estado de distracción mental. Esta distracción nos aleja de enfrentar la realidad y resolver los problemas subyacentes, permaneciendo atrapados en un ciclo de evitación temporal.

mujer salon sentada sofa libro leyendo Huir, lejos de proporcionar alivio, perpetúa y magnifica el dolor convirtiéndolo en sufrimiento.

Escapar del malestar y la procrastinación

Vivimos en un tiempo donde la búsqueda incesante de placer domina nuestro tiempo. Esta constante huida hacia el entretenimiento y la distracción no es más que un escape, una forma de autoengaño que permite a las personas evitar el malestar que podría surgir al enfrentarse a realidades desagradables.

En la búsqueda de control y felicidad, a menudo se plantea como objetivo en terapia no pensar ni sentir. Sin embargo, la gestión emocional no implica eliminar por completo el malestar, los síntomas o los pensamientos. Más bien, se trata de aprender a vivir con ellos, entendiendo que son la manifestación muchas veces de un problema no resuelto.

Cuando nos enfocamos en el malestar, quedamos atrapados en la parte emocional de nuestro cerebro. Parece que no hay salida. Sin embargo, buscar soluciones nos permite cambiar a una perspectiva más racional, donde enfrentamos y resolvemos los problemas.

Mientras el miedo a confrontar nuestro mundo interior siga presente, la repetición se convierte en un refugio ilusorio de seguridad. Esta repetición, originada en la mente y reflejada en nuestras acciones, se evidencia en nuestra devoción por lo familiar y lo conocido. Indudablemente, la continuidad de algo beneficioso es positiva, pero a veces, este apego a lo conocido y el anhelo de seguridad pueden prevalecer incluso sobre la lógica y el sentido común, privilegiando la comodidad de lo familiar sobre la calidad.

La vida está repleta de cambios constantes que inevitablemente traen consigo el temor a lo desconocido, la incertidumbre y la sensación de perder el control. Huir, lejos de proporcionar alivio, perpetúa y magnifica el dolor convirtiéndolo en sufrimiento.

Evitar el malestar a veces nos hace mirar hacia otro lado, eligiendo intencionadamente no tomar en cuenta información que podría ser emocionalmente perturbadora. Otra forma de autoengaño en la que encubrimos nuestra percepción de la realidad para protegernos emocionalmente o mantener creencias más agradables. En este caso, al evitar el malestar, elegimos no ver ciertos aspectos que podrían perturbarnos, cerrando los ojos ante lo incómodo para mantenernos en una ilusión más cómoda.

Como seres humanos, debemos aprender a manejar el lenguaje sin caer en las trampas del lado oscuro. A menudo asignamos significados a las situaciones dependiendo de nuestras emociones, pensamientos y experiencias personales. Nuestra interacción con el entorno está cargada de significado, asociaciones y creencias.

Las distorsiones cognitivas, los sesgos, prejuicios influyen en nuestra percepción y comportamiento, llevándonos a aceptar determinadas ideas como verdades absolutas. Estos patrones de pensamiento pueden afectar nuestra visión del mundo, nuestra percepción de nosotros mismos, e incluso nuestra forma de utilizar el lenguaje al expresar nuestros sentimientos. La tristeza, la preocupación y los cambios de opinión son experiencias humanas normales y no necesariamente indican depresión, ansiedad u otra condición médica específica.

Aceptar es el primer paso hacia el cambio. No necesariamente implica estar de acuerdo, pero es preferible a luchar. Al comprender que el dolor es una parte inherente de la condición humana, al aceptar, evitamos el sufrimiento y la sensación de vacío. Aceptar nos permite luego comprometernos y evitar la procrastinación. Otra forma de evitar pensar y sentir. Postergamos a favor de lo gratificante debido al miedo de enfrentarnos a nuestros miedos o creencias. Este patrón nos atrapa en un bucle mental, haciéndonos creer que lo conocido y lo que no se ve es siempre mejor. Pide cita con uno de nuestros psicólogos para que pueda ayudarte.

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