Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2021 hubo 86.851 divorcios en nuestro país, un 12,5% más que en el año anterior. ¿Qué es lo que ha disparado estas cifras que alcanzan unos valores que hubieran sido increíbles hace 4 décadas? Desde que se aprobó la Ley 30/1981 la tasa de divorcios ha pasado del 0,6% de aquel entonces al casi 9% en la actualidad.
Esa ley, la de 1981, reanudaba el parón obligado que el franquismo había dado a la Ley de Divorcio de 1932. Ahora las parejas podían separarse. Si bien es cierto que no era tarea fácil, porque había que alegar causa (infidelidades, malos tratos, incumplimiento de las obligaciones maritales, etc.) poco a poco se fueron haciendo “mejoras” hasta que los jueces comenzaron a aceptar como justificante algo genérico, falta de afecto marital.
Sin duda, eso facilitaba la causa, aunque por aquel entonces aún había jueces que exigían causas objetivas. Y así, poco a poco, hasta nuestros días, en los que los divorcios son el “día a día” en los despacho de abogados y, un poco antes, quizá como si del último cartucho se tratara, en las consultas de los psicólogos.
Sin lugar a dudas, los derechos alcanzados por la lucha feminista, y el aumento de la esperanza de vida que se ha duplicado en los dos últimos siglos hacen que ya el amor no sea para toda la vida.
Cierto es que habíamos avanzado en libertades con la aprobación de estas leyes (por fin podíamos separarnos), pero ahora teníamos que enfrentarnos a otro “problema”, la soledad. “No quiero estar contigo pero, ¿quiero, puedo o sé estar conmigo? Con el auge de las separaciones las consultas de lo psicólogos se inundan de personas que se sienten solas tras un divorcio, algo “normal” después de años de convivencia, de hacer planes en pareja, en definitiva, después de un tiempo en el que si bien la mayoría de las personas que se separan llegan a dudar de si llegaron o no a conocer a su ex pareja, pocas se plantean si alguna vez llegaron a conocerse a sí mismas.
Y es que Disney no nos enseñó a estar con nosotros mismos, a conocernos y a disfrutar de nuestra propia compañía tal como pensamos otros pueden hacerlo. Me considero una persona con la que otros pueden sentirse cómodos pero yo no estoy cómodo conmigo mismo. Un sin sentido. Todo comenzó cuando un día, supongo que cuando oímos por primera vez nuestra propia voz interior (algo presumo no debía ser muy agradable), pronunciamos esa típica y malentendida frase: “mamá, papá, estoy aburrido”.
Aburrimiento significa, etimológicamente, “aquello que no me pone el vello de punta”, eso que no me emociona, eso que “no me saca de mí”, de mi incómoda mente. Así, mamá o papá nos dirigían hacia algo que nos sacara de nosotros mismos: ponte a ver la televisión, llama a un amigo, y ahora en nuestros tiempos, el plato estrella, internet. Todo sea por no estar con nosotros mismos.
Tras un divorcio es fundamental trabajar con lo “auto”; es decir, la autoconfianza, la autoeficacia y la autoestima, porque hay que recordar que la soledad que las personas experimentan tras un divorcio no es una soledad real, pues hemos perdido una pareja, cierto, pero, por regla general, el resto de nuestro mundo sigue igual, solo que ahora, cuando nos miramos al espejo, al vernos a nosotros mismos, no preguntamos quiénes somos; y como todo lo desconocido produce miedo e incertidumbre. Por eso resulta clave acudir a terapia tras un divorcio y hablar con tu psicólogo.
La depresión es una rama no adaptativa de una emoción fundamental, la tristeza. Podríamos decir así que el camino a la depresión es no haber sido capaz de gestionar de forma adecuada la tristeza, algo fundamental cuando vivimos una situación de pérdida.
La tristeza es un mecanismo (un arma o herramienta) que el cerebro pone en marcha para que podamos dedicarle tiempo a un acontecimiento trascendente con el que, generalmente, no contábamos o nos negábamos a contemplar, como una ruptura sentimental o la pérdida de un ser querido. Necesitamos de la tristeza. Es bueno y sano estar triste ante este tipo de acontecimientos. Pero nadie nos enseña a hacerlo en una sociedad en el que nos enseñan muchas cosas inservibles o de poco uso en nuestro día a día pero en el que nadie nos explicó qué es una emoción.
Tras una separación es lógico que aparezca la tristeza pero no la depresión si, como digo, gestionamos bien la tristeza. Sin duda, una buena manera de salir de la depresión tras un divorcio es acudir a terapia para poder reestructurar esos pensamientos que han llevado a la persona al inframundo. Pero existe una mejor manera de salir de la depresión tras un divorcio, y es no llegar a ella sabiendo darle un buen uso a un arma fundamental par vencer este tipo de adversidades. La emoción de la tristeza.
Lo primero es no escuchar a tus amigos pero sí intentar contar con un amigo que te escuche. Normalmente los consejos de los amigos son egoístas. Ellos tratarán de que hagas lo que ellos hicieron o harían de estar en tu misma situación. De esta manera reforzamos, cuando la gente sigue nuestros consejos, ese “quiénes somos” que no da calma y serenidad. Desahogarse es una buena forma de comenzar porque la queja es buena. Cuando nos quejamos, cuando nos desahogamos nos escuchamos y eso es un buen paso inicial
Una buena herramienta es reservarse un rato cada día para la reflexión objetiva (por ejemplo 15 minutos). El día es muy largo. No queremos pasarnos 24 horas al día con nuestro ex en la cabeza, cierto; sobre todo porque en 24 horas los pensamientos se volverán intrusivos y ambivalentes. Sin embargo, tampoco sería bueno pensar en ello. Necesitamos hacer una reflexión crítica sobre la situación. Poco a poco esa reflexión llevará a la persona a la interiorización, e interiorizar es hacer que algo (una idea, en este caso la ruptura) forme parte de nosotros definitivamente. Será desde ahí donde lleguemos a la aceptación y podamos finalmente avanzar. Prueba superada.
Además de reservarnos un rato cada día a la tristeza que nos lleva a la reflexión y, con el tiempo, a la interiorización, es importante socializar. Hay tiempo para todo, el día, la semana laboral y el fin de semana son muy largos. Socializar es importante por muchas razones, eso es indudable, pues somos animales sociales.
Tras una ruptura, además de ese tiempo obligado para la reflexión, cuando le damos un espacio a la socialización ocurre algo muy necesario en ese momento; y es que la pequeña burbuja en la que nos encontramos debido a la ruptura, en la que el mundo se circunscribe a ella, va aumentando de tamaño hasta que un día llega a romperse y podemos comenzar a ver que existe un mundo de posibilidades, llenos de personas increíbles por conocer, la primera, uno mismo.
El modelo de las relaciones de pareja está cambiando. Hemos pasado de una concepción romántica de relación en la que el amor era para toda la vida y este todo lo podía a otra más contractual en la que la relación se fundamenta en un trabajo común y sistemático - la comunicación - que se asienta sobre una sólida base llamada autoestima.
De esta manera, un divorcio se presenta como una oportunidad de mejora para ambos miembros de la pareja que han entendido que una etapa finaliza. De esta manera, conceptos como el de soledad o depresión (que no tristeza) ya no entran a formar parte de la ecuación de los divorcios. No dudes en hablar con un psicólogo para que te ayude a afrontar esta situación.
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