Es importante conceptualizar el término de esquizofrenia desde un modelo biopsicosocial y no biomédico para tratar de no reducir la explicación a brotes aleatorios del cerebro, sino, poder ampliar la etiología a un determinado contexto biográfico personal.
Realmente falta un entendimiento de la esquizofrenia a partir del cual se pueda dar sentido a lo que se conoce desde el modelo imperante en salud, que no da demasiado turno de palabra al paciente, no atendiendo así a su propia experiencia.
No existe una concepción cabal y unificada de la esquizofrenia desde el punto de vista conceptual. Prueba de ello son los múltiples tópicos investigados sobre el constructo: (Coron et al., 2000), grupo sanguíneo (Rinieris et al., 1982), estación del año en que nació el paciente (Chaudury y Jyothi, 1996), tamaño de las orejas, posición de los ojos, distancia entre los dedos de los pies, curvatura de los dedos de las manos, efecto reflejo en la nariz y anchura del labio superior (Lwrie et al., 2001), capacidad de los familiares para oler con precisión (Kopala et al., 2001), masturbación inoportuna (Brooks y Waikar, 2000),tatuajes (Birmingham et al., 1999), proximidad de la madre con gatos durante el embarazo (Torrey y Yolken, 1995).
Se trata de un espectro o una dimensión diagnóstica muy extensa realmente que requiere de un abordaje complejo y de larga duración en el cual se deben de alinear tres ejes:
Atención sanitaria.
Atención intersectorial: social, laboral, educativa, judicial, etc.
Intervenciones sobre el medio social y familiar del paciente.
Tratar de dar una imagen o descripción categorial implica reducir a la persona a un conjunto de características y realmente en ningún caso, hablemos de una personalidad patológica o no, es tan fácil como dar este tipo de definiciones.
La dimensión psicótica en general es muy compleja y el comportamiento de una persona con esquizofrenia no se reduce a un único patrón. Además, hay que tener en cuenta la imagen tan sumamente estigmatizante que hay alrededor del constructo esquizofrenia. Se ha solido concebir a la persona con esquizofrenia como alguien peligroso, impredecible, con incapacidad de poder tener una vida autónoma, incurable, etc.
Los datos empíricos y estadísticos apuntan que con respecto a la violencia no es superior a la población general si se tiene en cuenta edad, género y nivel socioeconómico. De hecho reciben 10 veces más violencia y tienen más riesgo de violencia hacia sí mismos.
Con respecto a la vida autónoma, solo un tercio tienen incapacidad de vida autónoma.
También se han solido atribuir las alucinaciones como un rasgo exclusivo de la persona con esquizofrenia y realmente no es algo en absoluto específico de esta población. La experimentan el 53% de los sujetos diagnosticados de esquizofrenia, en el 28% de los trastornos afectivos, en el 80% de los trastornos disociativos y en el 13% de los trastornos de personalidad.
De hecho, la alucinación es una experiencia que se puede dar en cualquier persona en población general por deprivación sensorial, estados de privación, aspectos motivacionales, estimulación débil o vaga, etc.
En un sentido amplio se puede tratar de definir a una persona con esquizofrenia como en la cual existe una alteración básica del sentido del yo o “ipseidad” (Sass & Parnas, 2003; Pérez Álvarez, García Montes & Sass, 2010) que se refleja en tres puntos:
Ante todo, como una persona, no como una etiqueta diagnóstica para no caer en la atribución de todas las connotaciones estigmatizantes que se le ha solido atribuir al rol social general del “enfermo mental”.
Es de vital importancia tratar de orientar el comportamiento hacia estas personas haciendo hincapié en fomentar estos roles e intereses:
Es importante abordar el trato con estas personas dentro del marco de normalizar su experiencia, en términos de tratar de vincular lo que experimentan como “raro/excéntrico” o “desagradable” a su contexto biográfico. Es decir, tratar de acercarse empáticamente a estas personas queriendo entender y ayudándoles a entender el hecho de que experimenten esto o lo otro tiene mucho que ver con la historia de vida y circunstancias que han atravesado sin caer en victimizarles o en conductas paternalizantes.
Totalmente necesario también validar la experiencia de la persona, aceptando la oportunidad de que en presencia de quien está con esa persona, se le brinda un espacio para poder ser con toda la experiencia privada que pueda desarrollar. Para ello se tiene que tener la actitud de querer relacionarse con los eventos que la persona experimenta sin querer evitarlos o enseñarle a que los evite.
Tratar a una persona con esquizofrenia puede ser prácticamente y proporcionalmente igual que tratar a un niño que acaba de caerse al suelo, que se ha hecho daño y siente dolor y ganas de llorar. En este caso lo sano sería tratar de dar espacio para que el niño sienta su dolor en presencia de quien esté con él sin invitarle a reprimir ningún sentimiento o emoción. Hacerle ver que el hecho de que le duela es totalmente normal ya que ha experimentado una caída. Esa actitud de normalizar y validar la experiencia de dolor del niño es necesaria sin caer en sobreprotecciones o actitudes que fomenten la victimización de la persona.
La importancia de tratar a cualquier persona desde un punto de vista contextual y funcional y no estigmatizante y categorial. Tratando de hacer que se pueda llegar a entender la experiencia que alguien pueda estar viviendo en relación a su propio contexto socio-personal.
Es importante empatizar y no invalidar las posibles experiencias que la persona ha podido vivir en su biografía. Normalmente experiencias de:
Los familiares desempeñan un papel crucial en el apoyo y la recuperación de una persona que tiene esquizofrenia y en la gestión de su salud mental en general.
Algunas pautas para la familia:
Los familiares suelen atravesar dificultades en el desempeño de las pautas anteriores ya que se acaban convirtiendo en cuidadores informales que no acaban contando con el apoyo suficiente para esa tarea, apenas pueden compartir su problemática por miedo a verse excluidos, ya que socialmente se etiquetan estos casos como algo especial o diferente. Acaba resultando muy difícil tanto por la concepción social como por el modelo de salud imperante poder valorar alternativas y confiar en alguna mejoría de su situación. No dudes en hablar con un psicólogo si necesitas ayuda.
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