El protector solar debe ser el producto más importante en nuestra rutina facial, aunque probablemente nos surjan dudas a la hora de saber si estamos haciendo una buena elección.
Protección frente a radiación ultravioleta (RUV) B: aparece representado por las siglas SFP. La RUV-B penetra en la piel y es la responsable del bronceado. Esto es así porque induce la formación de pigmento (melanina). Es importante mencionar que NO EXISTE EL BRONCEADO SALUDABLE, ya que el bronceado es la respuesta de las células de la piel para protegerse frente a la agresión de la RUV.
Si la dosis de UVB es demasiado fuerte, la piel se torna roja y se inflama, produciendo una quemadura solar. Esto es una señal de alarma grave enviada por las células cutáneas ya que como consecuencia se producen mutaciones, radicales libres, y aumenta el riesgo de que los procesos de reparación celular se agoten y no funcionen correctamente. A largo plazo, esto puede provocar alteraciones del material genético que deriven en lesiones premalignas y en el desarrollo propio del cáncer de piel.
Volviendo al FPS, este debe aparecer indicado en todos los protectores solares, y puede ser:
No obstante, esto no significa que un FPS 50 nos proteja durante 50 minutos del sol; si no que es mucho más complejo y depende en gran medida del fototipo del paciente, del cual hablaremos en futuras publicaciones.
Es necesario entender antes un concepto: el de dosis eritematosa mínima (DEM), que se define como la mínima dosis de RUV capaz de inducir eritema (rojez) perceptible en la piel. Por lo tanto, el FPS va a depender de esta DEM individual.
Por ejemplo, una persona tiene una DEM de 3 minutos (tarda 3 minutos en quemarse tras la exposición solar sin protección). Si utiliza un fotoprotector con FPS 50, tardaría 150 minutos (3 x 50) en quemarse tras la exposición solar.
Lo ideal, que sea un fotoprotector de amplio espectro.
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