La sacroileítis es una inflamación que afecta una o ambas articulaciones sacroilíacas (SI), lo que generalmente provoca dolor en la parte baja de la espalda, con posibilidad de irradiarse hacia las piernas. El dolor originado en la articulación si puede ser difícil de diagnosticar y tratar, debido a la complejidad de su estructura ligamentosa, la inervación que presenta y su función clave en la transferencia de peso desde la parte superior del cuerpo hacia las extremidades inferiores. Se estima que hasta un 25 % de los casos de dolor lumbar están relacionados con la disfunción de la articulación SI, lo que puede afectar gravemente la movilidad y la calidad de vida del paciente (1).
Tal como hemos mencionado anteriormente, el dolor en la articulación sacroilíaca representa hasta el 25 % de los casos de dolor lumbar, y la prevalencia es aún mayor en pacientes que se han sometido a cirugía de fusión lumbosacra, con tasas que oscilan entre el 32 % y el 37 %.
Este dolor afecta tanto a jóvenes, especialmente tras lesiones deportivas o traumatismos, como a mujeres embarazadas y personas mayores debido a la degeneración articular. Las mujeres, al tener una mayor flexibilidad en esta articulación, son más propensas a sufrir disfunciones sacroilíacas, debido al aumento de la tensión y la carga en las estructuras circundantes (1,2).
Las causas de la sacroileítis incluyen factores traumáticos, como:
Caídas, colisiones de vehículos o embarazo, y no traumáticos, como la cirugía de fusión lumbar, artritis, espondilitis anquilosante, escoliosis o infecciones…
El diagnóstico correcto requiere una evaluación clínica exhaustiva, incluyendo un análisis detallado de los antecedentes médicos del paciente. También se utilizan pruebas de provocación del dolor, como la prueba de distracción, la prueba FABER y la prueba del empuje sacro, entre otras, aunque no existe una prueba definitiva para confirmar la disfunción sacroilíaca. Una combinación de varias pruebas suele proporcionar una base sólida para el diagnóstico (2,3).
La fisioterapia juega un papel fundamental en el tratamiento de la sacroileítis, ya que ayuda a restaurar el equilibrio muscular y mejorar la movilidad de las articulaciones. Los fisioterapeutas evalúan el nivel de dolor y la movilidad de cada paciente, y crean un plan de ejercicios personalizados que incluye técnicas de estiramiento, fortalecimiento muscular y educación postural. Además, la fisioterapia puede ayudar a prevenir futuros episodios de inflamación (1-3).
Estos son algunos ejercicios que pueden ayudar a aliviar la sintomatología, pero vale la pena recalcar que para tener ejercicios específicos adaptados a cada caso sería necesario una valoración específica por un profesional, el cual podrá dar indicaciones exhaustivas.
Así pues, el ejercicio adecuado puede ayudar a fortalecer los músculos que rodean la articulación sacroilíaca, lo que reduce el estrés en esa área. Aquí algunos de los ejercicios más recomendados:
Por finalizar, hemos aprendido que la sacroileítis es una condición dolorosa que puede afectar gravemente la movilidad y el bienestar general tanto en personas que padecen algún tipo de patología, también a embarazadas o que sea fruto de una sobrecarga o caída. Sin embargo, con el enfoque adecuado, combinando fisioterapia y ejercicios específicos, es posible aliviar el dolor, mejorar la movilidad y reducir la probabilidad de futuros episodios. Trabajar con un fisioterapeuta especializado es clave para garantizar que los ejercicios se realicen de manera segura y efectiva, adaptándose a las necesidades individuales de cada paciente.
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