La atrofia vaginal de la menopausia es el conjunto de signos y síntomas producidos en la zona genital tras la caída hormonal de esta etapa, pero también la salud urinaria. De hecho, a día de hoy este término se ha cambiado por “síndrome genitourinario de la menopausia” (SGM), por la repercusión que también tiene sobre el aparato urinario inferior.
Los síntomas más frecuentes son:
La principal causa que condiciona esta situación es la pérdida hormonal, tanto de estrógenos como de testosterona:
La vulva y la vagina poseen receptores para ambas hormonas, los cuales van a favorecer la hidratación genital y el mantenimiento de la microbiota vaginal. Con su pérdida, la piel de la vulva y la mucosa vaginal van comenzando a perder las capas superiores viéndose cada vez más pálidas, deshidratadas y finas. Los vasos sanguíneos disminuyen, y con ellos la llegada de nutrientes también.
El flujo vaginal deja de producirse, debido a que los lactobacilus vaginales ya no son capaces de sobrevivir dentro de la vagina, lo que condiciona la colonización por las bacterias intestinales (como la Echerichia Colli), favoreciendo las infecciones urinarias y vaginales. Del mismo modo, esta falta de lubricación natural sumado a la fragilidad de la piel y mucosas, condicionan el dolor con las relaciones sexuales.
No hay que olvidar que el suelo pélvico también posee receptores hormonales para estrógenos y testosterona, motivo por el cual en la menopausia (o incluso antes) ya comienza a debilitarse tanto los músculos como los ligamentos, lo que va a favorecer patologías como la incontinencia de orina o los prolapsos.
No hay que olvidar que algunos tratamientos pueden producir también esta situación, como aquellos empleados para tratar ciertos tipos de cánceres, como los fármacos usados en el cáncer el cáncer de mama (por su repercusión en el bloqueo hormonal) o la radiofrecuencia pélvica, directamente aplicados en dicha zona genital para tratar el cáncer de cuello de útero.
El diagnóstico del síndrome genitourinario de la menopausia se basa en la realización de una historia clínica, en la que se expongan los síntomas que sufre la paciente, y una exploración detallada en la que se objetive dicha atrofia genitourinaria. En algunos casos, pueden realizarse otras pruebas complementarias, como un estudio de la microbiota vaginal o del urobioma urinario o una analítica hormonal.
El tratamiento va orientado a tratar los síntomas y mejorar la calidad de vida de la mujer:
Los tratamientos hidratantes locales son una ayuda para mejorar el síndrome genitourinario. Los hidratantes se usan con el objetivo de mejorar el estado de la piel y las mucosas y, por tanto, su protección. Existen hidratantes tanto vulvares como vaginales, con diferente grado de adhesión a los tejidos para mayor comodidad. Dentro de ellos, los que tienen ácido hialurónico en su composición se han posicionado como mejores hidratantes.
Los hidratantes hormonales son la mejor alternativa que puede realizar la paciente en casa para recuperar la atrofia vaginal. Si volvemos a recordar la principal causa de este síndrome, vemos que se basa en la pérdida hormonal, ya que las hormonas no realizan su función hidratante y protectora local. De esta forma, los tratamientos hormonales aplicados en la zona vulvar y vaginal van a conseguir mantener la salud de los genitales de forma fisiológica. Existen preparados con estrógenos, con prasterona (precursor de la testosterona con un efecto hidratante similar), o composiciones magistrales con testosterona. Se pueden conseguir en formato crema, óvulos, incluso anillo vaginal, para adaptarse a cada mujer.
Los tratamientos regenerativos para la atrofia vulvovaginal son, hoy en día, los mejores a la hora no solo de mejorar los síntomas, sino de revertir el proceso de envejecimiento y degeneración que ocasiona la pérdida hormonal en la zona íntima. Además, se realizan en consulta, sin dolor y con un alto grado de satisfacción por parte de la mujer. Tenemos diferentes tratamientos, desde los más clásicos como el láser vaginal o la radiofrecuencia, hasta el plasma rico en plaquetas, o los más novedosos como los exosomas o las células madre de la grasa. El uso de un tratamiento u otro dependerá de los beneficios que pueda aportar a cada mujer en su caso concreto.
La terapia hormonal sustitutiva es un excelente complemento a estos tratamientos. Con la recuperación del balance hormonal el cuerpo de nuevo vuelve a producir la hidratación y lubricación que necesita, por lo que el síndrome genitourinario mejora o incluso revierte. Es importante añadir que esta terapia no va a revertir la atrofia que de por sí ya se haya establecido, por lo que es indispensable asociarla siempre a un tratamiento local (hidratante o regenerativo)
Es importante añadir que asociar otros suplementos y mantener un estilo de vida saludable también aporta muchos beneficios directos e indirectos:
En resumen, el síndrome genitourinario de la menopausia son un conjunto de signos y síntomas del aparato genito urinario derivados de la pérdida hormonal y que pueden condicionar seriamente la calidad de vida de la mujer. El asesoramiento integrativo y personalizado es la clave para devolver el bienestar a la mujer que lo padece. Puedes hablar con un ginecólogo ante cualquier duda que tengas.
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