La ansiedad es una de las miles de emociones que habitan en el ser humano. Al igual que todas ellas, se trata de una emoción natural y sana, es decir: nos ayuda a adaptarnos al entorno, algo tremendamente beneficioso. Ante una situación estresante o de peligro, nos permite estar alerta y protegernos, así como también nos ayuda a hacer frente a los diferentes retos de nuestro día a día. Sin embargo, cuando no existe un peligro real o la ansiedad es desproporcionada, es señal de que algo no va bien.
Cuando se vuelve muy intensa, la sentimos con frecuencia durante el día, y/o hace bastante tiempo que convivimos con ella, la vivimos como algo negativo y limitante porque interfiere en nuestras actividades diarias. Esto nos resta calidad de vida ya que puede afectar negativamente a las relaciones interpersonales, al rendimiento académico o laboral y a las actividades sociales y de disfrute. Es aquí cuando la ansiedad se convierte en un problema de salud mental que requiere un abordaje específico por parte de un profesional de la salud mental.
El trastorno de ansiedad es de los más comunes a nivel mundial. Según la OMS se estima que alrededor del 10% de la población mundial sufre de algún trastorno de ansiedad en un año determinado. Diferentes investigaciones afirman que existen algunas diferencias entre hombres y mujeres, siendo las mujeres las que tienen una mayor probabilidad de experimentar un trastorno de ansiedad a lo largo de su vida.
En este artículo, hablaremos sobre cómo funciona la ansiedad, los principales síntomas y cómo identificarlos.
Nuestro organismo, al igual que el de cualquier animal, está preparado para hacer frente a una infinidad de peligros, de modo que podemos reaccionar rápidamente para defendernos, atacar, huir o movernos rápidamente. Estas reacciones nos han permitido sobrevivir, especialmente en las épocas más primitivas; es un funcionamiento innato. Hoy en día no tenemos los mismos peligros, nuestra sociedad ha evolucionado. Sin embargo, seguimos necesitando la ansiedad para hacer frente a diferentes retos del día a día.
Para que podamos adaptarnos al entorno, y cuando hay peligro, se envía una señal al cerebro para que nuestros músculos estén preparados para actuar. Tener esta tensión muscular nos permite actuar lo más rápidamente posible. Al enviar más cantidad de sangre a los músculos, sentimos un aumento del ritmo y fuerza de los latidos cardíacos. Cuando la activación es muy alta, la sangre del cerebro también se redistribuye y se reduce en aquellas zonas más asociadas con el razonamiento, aumentando así las respuestas más innatas como correr o luchar. Estos cambios fisiológicos provocan diferentes sensaciones. Estas sensaciones son lo que se conoce como síntomas de ansiedad.
La ansiedad se manifiesta de diferentes formas y con una amplia variedad de síntomas. Por ello, identificar la ansiedad a veces puede ser difícil ya que los síntomas varían en función de la persona.
En cuanto a los tipos de síntomas, se distinguen dos grandes bloques: la ansiedad física y la ansiedad cognitiva.
Síntomas físicos: se refiere a las sensaciones o señales corporales que se desencadenan cuando tenemos ansiedad, como consecuencia de los cambios fisiológicos explicados anteriormente. Estos síntomas pueden ser fácilmente identificables ya que tienden a ser angustiantes. Algunas personas los confunden con problemas médicos. Sin embargo, es una respuesta inofensiva no relacionada con ningún problema médico u orgánico y que, por lo tanto, no conlleva ningún riesgo relacionado con la salud física. Algunas de estas señales son:
Síntomas cognitivos: hace referencia a nuestro sistema de creencias. Esto puede implicar:
Es importante destacar que la ansiedad física y la ansiedad cognitiva suelen estar interrelacionadas y pueden reforzarse mutuamente. Por ejemplo, los síntomas físicos de la ansiedad pueden generar pensamientos negativos y preocupaciones, mientras que los pensamientos negativos pueden desencadenar una respuesta fisiológica de ansiedad.
Asimismo, la ansiedad se manifiesta de manera diferente en función de las características personales de cada individuo, y en función de la gravedad de los síntomas. Es importante reconocer cuándo la ansiedad alcanza niveles que necesitan un abordaje profesional. Por ello, se deben tener en cuenta tres variables que distinguen el nivel de gravedad:
Por ello, a la hora de evaluar la ansiedad que padece una persona, es importante determinar estos tres parámetros. En función de ellos, se valoran también las posibles complicaciones.
En conclusión, la ansiedad es una emoción que nos ayuda. Si nos sentimos desbordados por ella, es una señal de que hay un problema. Es importante recordar que cada persona puede experimentar la ansiedad de diferentes maneras. Identificar estos síntomas a tiempo y no normalizarlos es el primer paso hacia la gestión de la ansiedad y del bienestar mental. No podemos subestimar el impacto que la ansiedad puede llegar a tener en nuestra calidad de vida si dejamos que nos invada.
La ansiedad no tiene por qué dominar nuestras vidas. Al comprender sus síntomas, buscar ayuda profesional cuando sea necesario y adoptar estrategias de manejo del estrés, podemos dar pasos significativos hacia el bienestar mental. Recuerda que no estás solo/a en este camino y que existen múltiples recursos y psicólogos dispuestos a brindarte el apoyo que necesitas. Si quieres saber más sobre cómo controlar la ansiedad puedes consultar nuestra guía.
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