Actualmente estamos observando un aumento de comportamientos agresivos en niños de entre 6 y 12 años. El modelo de sociedad en la que vivimos puede explicar, en parte, estos comportamientos. Formamos parte de una sociedad competitiva, en la que damos más importancia a conseguir los objetivos que a la manera de hacerlo. Una sociedad permisiva en la que educamos a los niños en sus derechos pero no tanto en sus obligaciones. Una sociedad en la que las familias se enfrentan a la crianza sin el apoyo suficiente, con padres estresados y cansados a quienes les cuesta hacerse cargo de sus propios problemas y las emociones que estos generan como para hacerlo eficazmente de las de sus hijos.
El cambio en los modelos familiares y las pautas de crianza dificulta el desarrollo de las personas y favorece la aparición de problemas y trastornos del comportamiento.
Los comportamientos agresivos en los niños son la expresión de dificultades del sistema familiar y social en conjunto.
Cuando hablamos de agresividad en niños hacemos referencia a comportamientos inadecuados que expresan malestar emocional y una conducta inapropiada, comportamientos que no se reducen a un insulto o empujón a un compañero o familiar.
La base del comportamiento agresivo está en la regulación y gestión emocional. Cuando se da una mala regulación emocional aparecen alteraciones que pueden ser transitorias (ansiedad, excesos comportamentales) o crónicas (procesos psicopatológicos). La dificultad para manejar las emociones es la clave, si no sabemos lo que sentimos ni sabemos ponerle nombre no podremos encontrar formas eficaces para expresar aquello que sentimos sin caer en comportamientos inadecuados. Ser capaces de identificar las emociones también nos ayudará a entender a los otros, comprender lo que sienten, ponernos en su lugar para ser compasivos y desarrollar empatía, esto nos ayudará a regular nuestro comportamiento.
Los niños que tienen un problema de agresividad presentan las siguientes características:
Las causas que explican que se desarrollen problemas de agresividad en los niños son variadas. Puede tratarse de un trastorno del aprendizaje, conductual o emocional, puede estar relacionado con una situación familiar concreta o con haber vivido situaciones de abuso o agresión. Las más frecuentes son las siguientes:
Sin embargo, no debemos olvidar que en la base de todo esto se encuentran la siguientes dificultades como causa del comportamiento agresivo:
Entre las recomendaciones más eficaces para resolver la agresividad en los niños diferenciaremos, por un lado, las que van dirigidas a los niños y, por otro, las que van dirigidas a los padres.
Los aspectos a trabajar con los niños son los siguientes:
Las pautas a seguir por los padres son:
Los niños que no procesan las emociones de una forma adecuada y que no evalúan correctamente la realidad recurren a la agresividad como forma de expresión ante las dificultades. Cuando los padres son empáticos y establecen vínculos adecuados, los niños pueden manejar adecuadamente sus emociones y mostrar empatía, estableciendo relaciones de respeto hacia el otro. Sin embargo, cuando el desarrollo no se da en un contexto relacional seguro, el niño no aprende a manejar las emociones propias ni ajenas, dándose situaciones en las que la violencia pueda instaurarse fácilmente.
Para evitar la agresividad en los niños es importante que conozcan y pongan nombre a lo que sienten, que aprendan a hablar de ello y conozcan formas de expresión funcional, que crezcan con unos límites y valores claros que les ayuden a manejarse en la vida de manera eficaz. De lo contrario, la poca expresividad emocional, el desconocimiento de lo que les ocurre y la falta de normas y obligaciones les llevará a una situación de ansiedad, frustración y descontrol, donde la impulsividad se convierta en una alternativa de expresión que, junto a la dificultad para comprender al otro, pueda llevarles a expresiones violentas.
Trabajar habilidades parentales y estilos de apego seguro en los padres fomentará que sean capaces de percibir, interpretar y responder adecuadamente a las demandas del niño (ni por exceso ni por defecto), desde una relación cálida y de afecto en la que se gestionen las emociones y emitiendo respuestas coherentes que eduquen y den seguridad al niño. Todo esto facilitará que la agresividad se sustituya por formas adecuadas de resolución de conflictos. Puedes pedir cita con un psicólogo para que pueda ayudarte en lo que necesites.
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